Son fantasmas. Invisibles por omisión y conveniencia. Pasan como espectros marchitos y de pronto embuten su cuerpo hasta la mitad en el basurero traga bandejas del mall. Pasan desapercibido hasta que uno levanta la voz.
A veces pelean entre ellos. Se insultan. A Algunos no les interesa quién esté comiendo y menos si está presente algún niño. A veces pelean con el guardia. El guardia los mira, los observa de manera intimidante. Los tipos le hacen un gesto con la mano. Saben lo que viene. El guardia echándolos. La tropa de guardias persiguiéndolos escalera abajo. Carabineros. Sin embargo, regresan como insectos.
En los basureros del patio de comida del mall, el alimento está ahí, fresco, gratis y al alcance de la mano. Las barrigas de los indigentes son de comida rápida.
el negro
Son indigentes. Los cogotes de los comensales se tuercen cuando el negro se sienta cerca. Nadie quiere estar cerca del negro. El negro no es un perro –lo miran como perro-, es humano que al costado de su rostro tiene un corte. La carne está viva. El negro de ojos ajados hace un gesto sobre el corte y dice que es efecto de rascarse. Dice que le andan hormigas bajo la piel. Hormigas grandes. No es la mejor imagen verlo rascarse mientras uno come. El negro debería estar en el siquiátrico, pero anda entre medio de las sillas del patio de comidas externo del mall.
En una silla cerca del negro hay dos hombres, robustos, de alrededor de cincuenta años, que comen una pizza. Los acompaña una mujer. Están incómodos. Una mala palabra del negro y uno de los robustos se levanta y se arma la gresca.
El negro abre una lata de cerveza Báltica. Sabe que posee un par de minutos para beberla y en consecuencia se la toma de un sorbo. La avidez por beber revela su alcoholismo. Tiene una bolsa entre las piernas con más cervezas. Hace un gesto para que le avisemos si viene el guardia.
El negro es pacífico y no quiere sobresaltos.
El hombre nos hace un saludo, se levanta y se va. Todos parecen respirar tranquilos. Ahora todos vuelven a mirar el trozo de pizza, el pedazo de completo o la hamburguesa con banderita.
La dupla
Son agresivos. La mujer viste de rojo y tiene una barriga que parece de cinco meses de embarazo. Al lado de ella hay un chico, delgado, de piel estirada como la textura de un plástico. El chico usa el pelo al estilo rastafari y es moreno como una caluga toffee.
El chico saca una bandeja y revisa lo que hayadentro del basurero. Son las 15 horas de un día de semana. Hay bastante para elegir. Una big mac a medio comer y la mitad de una pizza Hut. Hasta encontró bebida. El chico parece contento hasta que aparece la mujer.
La mujer de mala gana le arrebata la bebida. El chico la mira y abraza la cajita con big mac. La mujer le pega en la cabeza al chico y éste, en vez de reaccionar, busca miradas de complicidad. La escena no pasa desapercibida.
Un guardia aparece en escena e inyecta su mirada hacia la mujer. Al comprobar la cercanía del guardia, ésta se calma. Luego se sienta. El chico aprovecha de comer.
La mujer sigue con la vista una bandeja donde al parecer hay bastante dónde picar. Cuando el contenido está en el basurero, la mujer se para del asiento y en cuatro pasos llega al basurero. El resto es registrar. No le va mal. Sin embargo el guardia le dice que no moleste a la gente, que mejor se vaya. La mujer con los restos de comida camina hacia otro sector. El chico mientras se alimenta dice que siempre hace escándalo y que está loca.
Luego se excusa que no la conoce.
El guardia ahora le dice al chico que se retire. El chico insiste en que no conoce a la mujer.
A la media hora la pareja regresa y con más hambre.
sordamuda
La sordamuda deja un papel en la mesa y desaparece. Al minuto regresa a buscar el papel. No hay mucho interés por ella, la mayoría prefiere comer. Los comensales parecen operados ante este tipo de peticiones.
Un señor le da unas monedas.
La chica se llama Gabriela y es boliviana. Delgada, casi fantasmal, y de sonrisa tímida, Gabriela a través del manual que podríamos comparar con emoticones, nos dice que acepta a hablar con nosotros. Se sienta y ríe. Le abrimos la libreta para que cuente su historia.
Nos escribe que es de La Paz, Bolivia, y que es artesana. Dice que arribó a Antofagasta a buscar nuevas oportunidades, pero piensa regresar a su país, pronto. Aquí sobrevive. Una de las maneras de sobrevivir es entregando un mensaje a cambio de unas monedas.
Reconoce que a veces está toda la tarde en el mall. Le cambia el rostros cuando le preguntamos por la pareja, la mujer y el chico rasta. Dice con un gesto que están locos. La pareja continúa por parte su almuerzo. Invisibles.