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Balú, el chico de la selva que rescata buses del barro

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Susy, una chola que viste un vestido rojo se sube al bus con una cerveza en la mano. El pueblo o punto de partida de esta historia se llama San Matías, y puede definirse como un caserío en medio de la selva. La abundante vegetación es cruzada por una huella de tierra color ladrillo. El bus de la empresa “expreso matieño” sobresale por su altura. Hay que agarrarse de un pasamano para abordarlo. La altura se explica porque en el algún momento de la ruta deberá pasar por pozas de barro. Es un bus con tracción 4x2 cuyo motor suena parecido al sonido de un zancudo gigante. Sí, es como estar arriba de un bicho.
Por suerte este bus tiene baño. En Bolivia no es habitual que los buses o flotas como le llaman, tengan baño. El bus se detiene y las necesidades se hacen en cualquier lado.
En consecuencia el baño es como un juguete nuevo para los bolivianos. A la media hora de viaje el baño emite sus primeros aromas para desconsuelo de quienes van en la cercanía. El 30% de los pasajeros del bus son chilenos. Vienen de Brasil; del mundial. El trámite es recorrer Bolivia para alcanzar el norte de Chile.
De San Matías a Santa Cruz de la Sierra, son alrededor de 20 horas de viaje. Todos quienes estamos adentro sabemos que serán más de 20 horas.
Los bolivianos van bien apertrechados. Llevan comida y en algunos casos bastante cerveza. Susy y una amiga tambaleándose van al baño. El vaivén del bus a ratos se torna extremo. Susy de repente cae en las piernas de un joven que la mira sorprendido. Luego la chola se levanta como si no hubiera pasado nada y continúa su lento camino hacia el lavabo.
Abre la puerta de manera violenta y Susy se encierra.

bus atrapado
El camino es sinuoso. A ratos el bus baja la velocidad y pasa. En las otras ocasiones el bicho mecánico se ladea, parece a punto de volcar.
A medianoche Susy y su amiga entraron a la cabina del chofer. El bus está a oscuras, mientras en el cubículo del conductor se escuchan ruidos de fiestas. Los bolivianos no reclaman. No es raro que los choferes beban.
Junto al chofer hay un chico, adolescente, de no más de 14 años. Viste sólo con un shorts. Al chico le llaman Balú.
De repente el bus se va para el costado y se detiene. Se ladea un poco. El motor no puede. Una y otra vez y el bus no puede escapar del lodo. La gente pide que el chofer no siga volcando al bus pues se puede volcar. Estamos en medio de la selva por un camino donde circulan contrabandistas. No es el mejor lugar del mundo.
El chofer pide que nos bajemos. Tal vez con la fuerza de todos el bus afloje. Sin embargo la situación es complicada. El bus está enterrado en el barro. De pronto Balú extrae una pala del bus y comienza a cavar debajo de éste.  Todos los chilenos quedamos sorprendidos con el trabajo del chico. Balú labora duro. Se embarra completo. Los mosquitos hacen su trabajo en las piernas. Los ruidos que emite la selva oscura son extraños e intensos.
Pasan los minutos. A pesar del esfuerzo, el bus permanece atrapado. Pasan las horas. Balú sigue laborando ahora bajo una fina llovizna. Surge el rumor que el chofer se quedó dormido. Otro rumor es que Susy estaba apapachando  al conductor. Susy está risueña. Algunos bolivianos beben cerveza, se relajan. Saben que esto terminará bien.

Unas luces aparecen en el camino. Todos permanecemos expectantes. Es un bus. La solidaridad es inmediata. Balú conecta una cadena entre los buses. Luego de una hora a la deriva en la selva, nuestro bus logra salir del barro. Todos aplaudimos el esfuerzo de Balú, el niño de la selva.

fotos: Sebastian Rojas Rojo.

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