Oscar Varela (70) dice sollozando que añora la presencia de sus amigos. Quiere despedirse. Agradecerles por la amistad. Pide que sea ahora. No quiere que lleguen tarde. Quizás sea su último deseo. Varela se imagina muerto. No es una proyección aventurada. Como escribe el poeta Gonzalo Millán, Varela se proyecta anestesiado para el horror de las flores dulzonas. Varela está desahuciado.
Al costado del lecho hay restos de pan con paté. Hay una caja con leche. Dispersas sobre la cama hay fotos de él con diferentes artistas que pasaron por la ciudad. Varela aparece con Rafael de España. Nos muestra las fotos con orgullo.
Frente a la cama hay un televisor apagado. En la pared hay una imagen del papa Francisco. Cerca de ahí, en un rincón, está la fotografía de sus padres. Jesús, dibujado en un papel, está en el medio de la habitación dominándolo todo. Oscar Varela sólo bajo las frazadas puede escabullirse de los ojos de Jesús. Taparse con las frazadas es uno de los pocos movimientos que puede desarrollar. Está casi inmóvil.
El conocido locutor y animador de bingos está postrado en una habitación amplia tipo Loft en el primer piso de un departamento ubicado en calle Quito. La puerta está semi abierta. El no se puede levantar a abrir. Varela constantemente es visitado por sus hijos, amigos y familiares. Reconoce su agradecimiento a sus 6 hijos por el apoyo en todo su proceso.
Los cables del teléfono celular son como las vías de oxígeno. Varela siente una necesidad de dialogar
Necesita que lo escuchen. Puede decirse que es su consuelo. Empero se siente solo. “Necesito que mis amigos me vengan a ver”, insiste
-¿Qué significa para usted la muerte?
Varela deja de sollozar. Voltea su cabeza con esfuerzo y en voz baja dice que la muerte es un premio de Dios. Le dije al señor: estoy listo con mis maletas esperando para que me lleves. Luego se queda en silencio.
diez años con cáncer
El hombre se lleva su mano delgada a la cabeza. Respira hondo y dice que hace diez años un doctor le dijo que le quedaban cuatro meses de vida.
Desde la clínica Antofagasta subió hasta la iglesia Corazón de María. Se hincó bajo los pies de un Cristo de yeso. Le dijo a Dios que fuera su voluntad, pero que daría la lucha hasta el final. “Para Dios no hay nada imposible. El permitió que yo siguiera mi lucha. Si sigo vivo es gracias a él”.
El primer diagnóstico de Varela fue un cáncer a la garganta. Luego hizo un cáncer a la próstata; éste último con metástasis. Reconoce que ha logrado sobreponerse de situaciones difíciles, sin embargo nunca había estado inmóvil. Su vida es la interacción con las personas.
De ese episodio han pasado alrededor de 10 años. Varela en este tiempo ha tenido que liar con quimioterapias, el sistema de salud y una serie de problemas con las pensiones que recibe. En estos trámites ha vivido las dos caras de la moneda. Varela destaca la ayuda de la señora Teresa Villanueva que está haciendo gestiones por una jubilación y con ello la compra de varios remedios.
Dice que a los enfermos de cáncer les importa más los medicamentos que comer. Sin calmantes la enfermedad en su etapa terminal es insoportable.
Sin embargo durante estos 10 años, Varela logró una manera de sobrevivir a la enfermedad a través de los bingos. Una vez al mes, por lo menos, el hombre desarrolló sus famosos bingos.
Ahora espera realizar otro bingo. Dice que será el sábado 19, en el Centro Tocopillano. “No podré estar presente”, dice con los ojos llenos de lágrimas.
Alacrán azul
Sobre la mesa hay unas gotitas de veneno de alacrán cubano o azul, bajo la etiqueta Vidatox. El veneno le tranquiliza los dolores, los calma.
Varela abriendo los ojos dice que lo prefiere en desmedro de la morfina. Sin el remedio los padecimientos se tornan extremos. Las gotas le duran una semana. Se las coloca bajo la lengua.
Vidatox era una de las razones para hacer los bingos solidarios. Durante su enfermedad, afirma, lo probó varias medicinas alternativas. Hubo un tiempo que tomó Noni. Admite que con ese tipo de medicina y la ayuda de Dios, ha logrado sobrevivir todo este tiempo.
Varela lloriquea. Levanta su mano delgada y dice que las despedidas siempre son triste. No está seguro si nos volverá a ver. Pide por favor que publiquemos su número de celular: 74329279. Insiste que quiere que lo llamen.
La puerta del departamento queda semi abierta.