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Los suizos de Antofagasta

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Suiza es de esos países que son una marca registrada. Están los relojes suizos, los chocolates suizos, los bancos suizos y los crematorios suizos. Suiza parece país perfecto, o por lo menos, esa imagen aterriza por estos lados.
Antofagasta dista mucho de ser una ciudad Suiza, sin embargo señores de buenas intenciones –por decir lo menos-, desean en lo más profundo que la ciudad que habitamos sea como Suiza. Estos señores obviaron la historia o quizás no se interesaron por ésta. Nuestra historia está más relacionada con los western de John Wayne que con Suiza. Es utópico pensar que esta ciudad de constante flujo inmigratorio mantenga un orden. Nada. Para cualquier autoridad chilena, Antofagasta debe ser la ciudad más difícil del país por el dilema de siempre: cómo hacer que las riquezas del subsuelo sean visibles en al ciudad. El tema de la fuga de riquezas es añejo, pero siempre está presente. Otro punto es que la velocidad de asimilación social no es acorde a los proyectos públicos; asunto evidente en los tacos o que una empresa sea eternamente dueña de terrenos estratégicos a lo largo de la ciudad.
Quizás si la mitad de las riquezas de Antofagasta se quedaran aquí, podríamos lograr el PIB de una ciudad Suiza. Sin embargo por idiosincrasia seríamos otra cosa, pero no suizos.
Pensar y opinar como suizos evoca aislamiento y cierto desconocimiento del entorno. La realidad exhibe que Antofagasta es una ciudad de oportunidades con todo el fárrago que esto implica. Los caminos convergen al centro y en consecuencia, éste se ha transformado en un lugar tosco y desordenado. La responsabilidad de las autoridades es hacer más amigable el centro, sin embargo extremar juicios es ir contra la historia de la ciudad, el momento o caer en fanfarronadas.
Antofagasta puede mejorar, claro; pero respetando su idiosincrasia.   
Para cerrar este comentario provocado por una columna dominical del señor Carlos Tarragó de Proa que aludía al centro y que apareció en el Mercurio de Antofagasta, puede decirse que el arte europeo que gusta a los señores antofagastinos-suizos, no está ni estará en las calles del centro que más bien pertenecen al arte chicha peruano de Elliot Tupac. Hay que aceptarse como somos y desde ahí, arreglar las cosas.

foto: Juan Luis Castillo. 

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