En San Pedro de Atacama toda la gente habla de tours. Los gringos, sean australianos y franceses, prefieren los clásicos a los geyser del Tatio. Los chilenos y brasileños, en cambio, optan por todo lo relacionado al fin del mundo.
Vivir el denominado “fin del mundo” en el pueblo más cosmopolita del altiplano chileno propone la alternativa turística de contemplar la alineación de los planetas junto a un experto; un astrónomo que sabe algunos secretos entre humanos y extraterrestres. El tipo aparece a las 4 de la madrugada, medio soñoliento, a un costado de una laguna Cejar, tipo mar muerto, en que hasta el señor más obeso flota. El hombre sabe, por ejemplo, que la llamada cruz del sur falsa guió a Cristóbal Colón a descubrir América. Luego un pisco sour como desayuno y todo el mundo relajado.
El asunto es que una alineación planetaria parecida a la de ayer, dice el señor astrónomo, fue coincidente a la desaparición de los dinosaurios de la faz de La Tierra ¿Me sigue?
Sin embargo quienes más desean hacer valer sus ideas en San Pedro de Atacama, por estos días de jinetes del apocalipsis y anillos raros en el sol, son los místicos del litio: unos señores comunes y corrientes que son expertos en las cualidades energéticas del litio. Se supone que el lito es un buen receptor en tiempos de aperturas energéticas, como ahora. En consecuencia, los señores se acuestan de guata y se frotan la espalda con piedras cargadas con energía cósmica como una manera de acercarse a lo desconocido del universo; pero vayamos por parte.
Reina el escepticismo
Mientras las agencias turísticas hacen su trabajo os autóctonos del pueblo como siempre observan lo que sucede alrededor sin hacer ninguna mueca en el rostro. Puede decirse que la víspera del 21 de diciembre, efeméride que algunos dispusieron como fin del mundo, para los pobladores es un día cualquiera; más de lo mismo después de todo.
Manuel, un joven atacameño que chutea una pelota de fútbol a un costado de la plaza, afirma que la gran aventura está en México. Agrega que en el pueblo no sucede nada extraordinario. Dice que aquí hay puros atacameños; nada de mayas.
Cerca de Manuel hay un joven que mantiene la espalda sobre las paredes empedradas de la iglesia. El joven quema lo último de un cilindro de marihuana. A su lado hay otros jóvenes de rostros achurruscados por el sol; rostros a estas alturas amoratados que a toda boca dan pistas sobre la calidad de la droga en San Pedro. Todos estos últimos son chilenos que optaron por quedarse en un pueblo al que califican de pacífico, libre y quitado de bulla.
Es la víspera del fin del mundo y la iglesia de San Pedro de Atacama permanece vacía. Hay un aroma a cera que se mete por la nariz. Un para de europeos entran, fotografían y se van. La iglesia parece otro suvenir turístico del pueblo.
Carabineros, por su parte, no quiere responder más preguntas de periodistas apocalípticos. El señor de guardia hace todo lo posible por tramitar consultas sobre gringos que se pierden en el desierto por efecto del peyote; mayor resguardo en el pueblo ante la jarana del fin del mundo o por último, el número de detenidos hasta el momento por algo que se presume como anormal.
A las 18 horas del 20 diciembre, San Pedro aparenta ser un pueblo tranquilo, pacífico y caluroso. Las consultas sobre el fin del mundo provocan una mirada de incredulidad y hasta desprecio.
Místicos del litio
Detrás de la cáscara sonriente de los tours y restaurantes de la calle Caracoles, hay vericuetos donde realmente existe el interés por buscar la denominada mística de San Pedro de Atacama, algo así como la sanación espiritual.
Además de turístico, el pueblo es místico por si usted no lo sabe, dice Diana Salas, encargada de cultura de la municipalidad. Enumera rituales que se llevarán a cabo en viviendas periféricas del poblado; rituales a los que uno alcanza por datos.
La señorita dice que es necesario buscar a las personas indicadas. Hacemos unas llamadas y una señora contesta que estos momentos está tomando un avión a Madrid. Se supone que era la señora mística, una de las sanadoras.
Entonces el asunto es golpear. De esta manera llegamos a una casa con tarifa por disfrutar las bondades de los camotes mágicos del litio que sana. Por alrededor de cinco mil pesos uno puede optar a unos masajes que curan todos los males; masajes energéticos al fin y al cabo.
En otras cosas, en tanto, se llevan a cabo sesiones de meditaciones inspiradas en rituales orientales. Todo esto acompañado de danzas extremadamente lentas, que parece atolondradas y respiraciones pausadas. Algunos dicen que es la fecha propicia para sanar por la descarga energética.
Otro San Pedro, el frívolo, prepara algunas fiestas noctámbulas para la que llaman la noche más extensa. Algunos turistas pasan por calle Caracoles cargando cervezas de diversos tamaños ante la mirada de los gringos escépticos.
Al parecer lo que más sobra en San Pedro es el tiempo pues siempre hay algo que hacer.
Fotos: Sebastian Rojas Rojo.