Luego de ver el episodio uno de “Star Wars” en un cine de Copiapó, decidieron bautizar al hijo que venía en camino como Anakin. Jazmín prefería el nombre Obi Wan u Obiwan -junto-, pues hallaba sexy el estilo tipo santón hippie del espadachín láser. Sin embargo Julián, su marido, la convenció de que Anakin sonaba mejor; o sea, más rápido de pronunciar, hasta musical con el agregado de Pérez, su apellido.
Después de todo, decía convencido Julián, el chico que germinó a Darth Vader era un capo para las carreras de avioncitos antes de irse al lado oscuro de la fuerza. Entonces, no era pecado bautizar al niño de Anakin Pérez.
Se convencieron de que Anakin era algo así como un nombre con proyección que no pasaría desapercibido, una buena idea. Imaginaron a su hijo como un político, un empresario, un futbolista y hasta un aviador. Podría ser el primer Anakin chileno en pasar a la historia.
Jazmín Gallo, la madre del niño, de 37 años, dice que si le pregunta al padre por el personaje que prefiere en la saga de “La guerra de las galaxias”, éste, convencido, nombra a Anakin.
-¿Y si usted, señora Jazmín, quizás está casada con el oscuro Darth Vader o el mismísimo senador Palpatine?
-Ya me habría dado cuenta -afirma Jazmín con la sonrisa plastificada en su boca-. Hemos sido felices en el tiempo que estamos juntos -aclara y cierra el paréntesis.
-¿Y Taltal es como el planeta Tatooine?
-Tiene desierto y hay personajes raros. Es el planeta de Anakin -dice la mujer, risueña, siguiendo el juego.
nombres raros
La espera del niño fue normal. En los nueve meses, la pareja guardó el nombre bajo siete llaves, pues temieron algún tipo de críticas. Ellos mantienen familiares y amigos evangélicos. A su vez, asisten habitualmente a una iglesia donde se lucha todo el rato contra el diablo. Uno de estos señores evangélicos que se enteró del plan le dijo a la madre que el nombre, Anakin, pertenecía a un demonio. La madre miró a la persona, movió la cabeza en señal de negación y se convenció de que el señor evangélico se pasaba muchas películas, demasiadas.
Respecto a pasarse películas, Jazmín está convencida que pueden pensar lo mismo de ella.
La madre no se dio el tiempo de entregar explicaciones; simplemente lo suyo era algo así como una pasión heredable y no había que darle más vuelta al asunto. Estaba claro que Anakin, por ningún motivo, se iba transformar en Darth Vader. Jazmín le iba inculcar todos sus valores cristianos para que nada extraño sucediera en el camino.
El dilema por el nombre llegó en la pequeña oficina del Registro Civil de Taltal, cuando la encargada se negó a ponerle Anakin al recién nacido.
La dama estaba algo aburrida de la tradición de nombres extraños en Taltal. Señoras y señores, podemos decir que hay nombres para todos los gustos en el pueblo, como Quemel, Tarina o Ken.
El señor Acosta, uno que sabe de Taltal, dice que lo de los nombres singulares es porque en la ciudad hay muchos pescadores. Y, claro, los pescadores tienen mucha imaginación.
Tras una conversación algo áspera con el padre, que es minero, el niño quedó para siempre como: Andrés Anakin Pérez Gallo.
Todo un Skywalker
Fue fácil hallar a la familia Pérez Gallo en Taltal, una ciudad pequeña en medio del desierto, reposada, de puertas entreabiertas, algo machista y sin cine. Preguntamos y de inmediato Omar Acosta, uno de los que más sabe de Taltal, nos entregó las coordenadas desde su mini market.
Tanto era su entusiasmo que nos cargó en su vehículo. “A velocidad luz”, dijo Acosta, que también es fanático de “Star Wars”. En dos minutos estábamos en la casa de la familia jedi.
El niño hoy tiene ocho años, cursa tercero básico y en la casa, en el barrio y en la escuela lo llaman Anakin. Al chico le agrada la idea y se agrega el apellido Skywalker.
-Yo soy Anakin Skywalker-, dice convencido, ante la mirada tierna de su madre, y parte a buscar una capa y una espada a su habitación. Vienen las fotografías. Y la demostración con la espada láser.
El perrito Ewok
Jazmín Gallo trabaja de peluquera y dice orgullosa que desciende de Pedro León Gallo, el revolucionario de Copiapó. Mantiene el negocio en el living de la casa. Hay un secador de pelo, de esos que parecen pollos metálicos, donde si uno mete la cabeza genera la sensación de navegar por el espacio en esos avioncitos con que Luke Skywalker hizo añicos la Estrella de la Muerte.
Hay otros elementos de contornos redondos, de peluquería, que generan un entorno medio galáctico. Los dos hermanos, una de 7 años y otro de 11 años, juegan alrededor con un perrito pequeño de pelaje oscuro. El can se llama “Ewok”, como esos peluches saltimbanquis del bosque de Endor.
Con una mano oprimiéndose la frente, Jazmín reconoce que Anakin y su hermana menor son quienes más le dan trabajo. La crianza del chico ha sido difícil, pues es hiperactivo. Juega, corre y pelea; y a veces no se quiere quedar dormido. Por las tardes, Jazmín corta el pelo o hace bases; a la vez, debe estar pendiente de sus tres hijos.
Anakin llega con una espada que más se asemeja a la vara de Harry Potter. El chico hace unas demostraciones.
Acosta, con la voz grave como un Obi Wan viejo, dice que el joven tiene talento.
-¿Te gusta tu nombre, Anakin?
-Me gusta ser Anakin -responde seguro el chico y luego pone los ojos blancos.
La mordida de Anakin
Anakin que tiene un promedio en la escuela de 6.0, reconoce que mantiene dos pasiones: una es comer fideos y la otra, pelear.
-¿Pelear?
Anakin mira al cielo. La madre responde por el niño.
El chico es moreno y algo robusto. El tono de su piel y el nombre, Anakin, llevan a algunos compañeros, burlescos, a llamarlo Darth Vader. Eso, entre otras cosas, le molesta a nuestro protagonista y es ahí cuando el pequeño jedi estalla; entonces, un molesto Anakin agarra a golpes a quien se le cruce por delante.
-Es bravo -dice la mamá.
La madre cuenta, ahora con el rostro compungido y los brazos en jarra, que el peor drama que ha tenido con Anakin es cuando le mordió la espalda a un compañero. Le sacó un trozo de piel a otro chico. Fue algo terrible, dice. Estuvieron a punto de echarlo de la escuela.
Jazmín reconoce que ese episodio la terminó estresando; sin embargo, el niño ahora está más tranquilo, más pacífico, afirma.
En el hipotético caso de que tuviera una hija, asunto medio difícil pues ella quiere descansar de la crianza, la madre reconoce que le pondría Leia, como la princesa. Le gusta el personaje y lo que implica el nombre: Leia es una princesa que lucha por el bien de su gente.
-¿Y a usted le gustaría haberse llamado Leia?
-Sí -responde en seco la mujer. J