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El Topsy, un topless legendario de Antofagasta

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Marcos, el señor, que coloca la música para que las chicas se desnuden, desmitifica la frase. Acá, dice, ninguna chica quiso ser monja. La clásica frase de los boliches de piluchas a la que hicimos alusión es ésta: “ella quiso ser monja, pero su cuerpo se lo impidió”.
Luego Marcos con voz sugestiva presenta a Luz Elmira, quien es conocida como “la alemana”. La rubia de facciones finas surge desde una escalera interior con Fifi, la culebra come hámster en su cuello, y vestida con un trajecito platinado que deja poco y nada para la imaginación.  Que está rica “la alemana”, es el comentario de los presentes.
 Son las 22 horas y recién comienza la noche en el Topsy, el night club más famoso de Antofagasta. Estamos en el segundo piso, tras subir la escalera platinada con algún adornito navideño.  Un señor  se instala en un cómodo sofá del segundo piso. Luego con un trago en la mano, observa fijamente los primeros movimientos ondulantes de “la alemana”. Fifi está enrollada en el cuello y parece cómoda.
En la cabina del DJ, le pregunto a éste si considera que su trabajo es uno de los mejores de la ciudad. Marcos, de 40 años y ninguna cana, afirma que claro, para algunos puede resultar un gran trabajo ver todo el rato chicas hermosas paseándose desnudas.
-¿Y no reacciona señor ante tan bellos estímulos visuales?
-Estoy acostumbrado, afirma mirando de lado y con un sonrisa en la boca.
Dentro del juego noctámbulo, Marcos es una especie de sicólogo de las chicas. Tocándose la pera, dice que las aconseja sabiamente a las niñas. Lo repetimos: nuestro protagonista conoce a las chicas como Dios las lanzó al mundo; sin embargo también sabe de las facetas efervescentes de las chicas, después de algunos tragos. Algunas se ponen hasta cariñosas, dice abriendo los ojos.
Para que usted sepa, el señor entra a las 20 horas a trabajar y sale después de las 4 de la madrugada. Sólo descansa el domingo; a veces hasta el domingo trabaja.  Está claro: al hombre le gusta su pega.
Marcos cuenta con sus dedos. Habitualmente, dice, las chicas que bailan son alrededor de 20. La mayoría son paraguayas y argentinas. Todas con el cuerpo perfecto pues lo que no hizo la naturaleza lo hizo la cirugía.
-¿Y qué sucede con las colombianas señor?
Marcos mira hacia el techo y luego a un luminoso equipo de música. Después responde esto:
-Las colombianas son demasiado problemáticas. Les gusta andar peleando y después llegan sus pololos colombianos, algunos de ellos son derechamente cafiches.
Entiendo, le respondo.
En la práctica, el trabajo de Marcos consiste en poner la música indicada para las chicas. Tiene un lista con todos los nombres y las canciones respectivamente. Por ejemplo, las paraguayas son de ritmos brasileños.
Escuchen, dice. Suena una cancioncita brasileña con bastante ritmo.  Ahora hay que imaginarse a una paraguaya meneándose. La música que caracteriza a este night club es bastante enérgica. No hay muchos lentos  como sucede en otros topless. Las chicas se sacan la ropa igual en el caño.
Ahora, “la alemana”, baila su segundo tema. Los movimientos de la odalisca crecen en sensualidad. Los aplausos aparecen cuando gira. Su perfecto trasero blanco sólo es cortado por la delgada línea del colaless. La serpiente sigue inmutable. ¿Quién fuera la serpiente? dice el señor que la observa.
Marcos dice que lo lúdico del asunto para los clientes, es imaginar que la chica que se desnuda frente a ellos es la polola que siempre desearon.
Invitando a tomar unos traguitos a la polola, los señores pueden  jurarle amor eterno. En una de esas la señorita se entusiasma y regala algún cariñito poco; algo es algo.
El dilema es que el amor tiene un costo. Es decir, compartir unos traguitos con la chica puede costar algo así como 60 mil pesos. Los señores gastan, sin embargo algunos no se controlan.
dinero
Marcos recuerda que un señor alguna vez gastó algo así como un millón de pesos en una noche. No es frecuente que se lleguen a esos niveles, pero sucede.
Otros clientes, en tanto, se enamoran de alguna chica y asisten bastante seguido al local, que se transforma como en la segunda casa.
Dice que uno de estos entusiastas clientes, fue un robusto cantante cumbianchero.
En una de sus frecuentes visitas a la ciudad, al parecer se entusiasmó con una de las chicas del local.
En consecuencia, el artista se hizo un habitué del Topsy.
 Marcos aclara que las chicas tiene claro su rol: esto es un negocio y como tal el objetivo es hacer dinero. Bajo esta idea las chicas no se enamoran de los clientes, aunque siempre habrá alguna excepción.
Una bella chica que parece interesada en la conversación, dice con acento argentino que ellas están  curadas de espanto.
Le consulto dónde está el resto de las chicas.  Queremos ver más belleza. Se ven pocas. Aclara que algunas no quieren aparecer en las fotografías.  Otras chicas se fueron a sus respectivos países para compartir con sus familias en Navidad.
Una agitada “La alemana” ahora baja del caño. La música termina. La saludamos con un beso.
-¿Te gustó?
-Muy bueno el show, pura calidad.
Son pasadas las 23 horas, y la noche comienza a encenderse en el Topsy. Los señores llegan y las chicas aparecen.
Marcos vaticina una buena jornada.    




Legendario


 El Topsy es el night club más antiguo de Antofagasta y uno de los con más vigencia en Chile.  Tiene más de 30 años de funcionamiento de manera ininterrumpida y ha sido precursor de la bohemia nocturna de la calle Condell. El Topsy siempre ha destacado por la belleza femenina y el trato cordial para con sus clientes. Para algunos clientes, el local como una suerte de catedral. 
Hoy, el local, cuenta con un show continuado de alrededor de 20 hermosas chicas striper entre paraguayas, argentinas y brasileñas, donde sobresale el baile de la culebra a cargo de “la alemana”.

Fotos: Sebastian Rojas Rojo.


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