Una radio colombiana pide que expliquemos la furia contra ellos, a propósito de la última manifestación en contra de los inmigrantes que han llegado a la II Región. Lo primero que se viene a la mente es la frase del intendente de Antofagasta, Waldo Mora: “Los colombianos destruyen matrimonios”. Silencio al otro de la línea. Le aclaro que no es una política de Estado y explico que el intendente a veces se sobrepasa en sus declaraciones. Lo comparan con Chávez. Ríen. La conversación continúa.
Luego repasamos los prejuicios comunes contra los colombianos. El hombre de la radio se entusiasma. Escucho una sonrisa al otro lado de la línea. El hombre culpa a Pablo Escobar de todo eso. Se convence de que el narcotráfico es un estigma para los colombianos. Hace una imitación de Pablo Escobar. El hombre de la radio es histriónico, parece relajado.
Le describo la calle Condell, el barrio rojo. En la madrugada es fácil hallar drogas, cocaína en bolsas de 10 mil pesos. Detrás de la venta hay colombianos, afrocolombianos. Por ese pequeño y visible grupo pagan todos los paisas de Antofagasta, le digo. Quizás la policía no hace bien su trabajo, afirma.
Antes de seguir con calle Condell, el hombre me pregunta por las riquezas de Antofagasta. La imagina como una mina de oro, quizás como el viejo Potosí. Le digo que es una aspiradora de humanos. Hay trabajo y pagan mejor que en el resto de Chile, pero es caro; a veces se crea una imagen de humo.
Le digo que el paisa más influyente de la ciudad es Edgar Basto, el presidente de Minera Escondida. Me pregunta sobre este señor; le digo que sólo lo conozco en las fotos de la vida social. Es un impenetrable.
Al hombre le gusta repetir la idea de que hay trabajo por estos lados. Le digo que hay periodistas trabajando por acá, en los medios. Dice que hay sectores de Colombia donde el empleo escasea: Valle del Cauca o Cali y Buenaventura. Hablamos de la guerrilla y le digo que aquí no han exhibido “Los Tres Caínes”, la última teleserie narco.
Con una metralleta apuntando es comprensible el éxodo, me dice el hombre de la Radio Macondo.
Con una pierna menos
A veces pasan la frontera a la mala, por Bolivia. Hay largas filas en extranjería para regularizar los papeles. Antofagasta no estaba preparada para recibir a tantos extranjeros.
En las paredes de extranjería hay rayados xenófobos. Los borran y aparecen, siempre. Radio Macondo me dice que especifique los rayados. Le digo: “Váyanse colombianos narcos y esas cosas”.
Los paisas se amanecen junto a peruanos, bolivianos, argentinos y paraguayos. Hace poco en Chacalluta, Arica, a un colombiano le negaron la entrada. El tipo pasó por un campo minado. Lamentablemente le reventó un explosivo. Llegó a Chile con una pierna menos, casi desangrándose.
Los colombianos son los más cuestionados en Chacalluta. Le explico qué es Chacalluta.
Llegan y se instalan en campamentos en la periferia de Antofagasta. Le cuento que en los campamentos son discriminados por los chilenos. Le cito a la señora Berta Arboleda, de Buenaventura, que vive con 16 inmigrantes afrocolombianos en el campamento Víctor Jara, justo donde comienza un cerro. El paisaje es: arena, perros que gruñen, nubecillas de moscas que buscan los orificios de las orejas y el perpetuo zumbido de grillo que emiten los cables de las torres eléctricas.
Desierto, dice el hombre.
Le cuento que los vecinos chilenos les pidieron a los afrocolombianos que se alejaran del campamento que lleva el nombre del autor de la canción “La toma”. Éstos piensan que los colombianos les quitarán la posibilidad para conseguir casas. En general los discriminan, no quieren extranjeros cerca de ellos.
Paso Infierno
Le cuento que con el paso del tiempo y la regularización de los trámites, algunos de sus compatriotas salen de la pobreza. Emprenden con peluquerías, juguerías y locales de comida. Le expongo el caso de Wilsen Inostroza, dueño del pub “Paso Infierno” y dos restoranes de comida colombiana. El hombre se siente agradecido de Chile. “Paso Infierno” es el centro social de la comunidad colombiana en Antofagasta. En la noche es discoteca. En el día están conectados a Colombia a través de la televisión satelital. Allí se bebe cerveza Águila, bien helada. Radio Macondo me pregunta si es mejor cerveza que las chilenas; “es más suave que la Escudo”, le respondo. El local reunió a más de 100 colombianos para el partido donde la amarilla clasificó al mundial.
-¿Y la gresca porque se produjo?
-Porque la policía no proyectó que se produciría un problema.
Le cuento la historia de la familia Landazuri Montaño, de Tumaco, que pasó sus siete hijos por un paso fronterizo ilegal. Ellos venían escapando de la violencia.
El padre estaba amenazado. Ellos todavía tramitan la calidad de refugiados; por ahora, están indocumentados.
La otra razón de los inmigrantes es que aquí encuentran tranquilidad para trabajar. Los Landazuri venden papas rellenas y frutas. Quieren quedarse aquí, sea como sea, a pesar que no tienen permiso.
Afrocolombianos
Le digo que los colombianos no son la comunidad de extranjeros más numerosa en Antofagasta, pero sí la más visible. Los colombianos se hacen notar, por esto a la ciudad le llaman Colombiagasta o Antofalombia. La mayoría de las mujeres son bellas; sus traseros bien formados atrapan miradas. Quizás eso despierte celos y envidia, afirma el locutor. La colombiana no tiene problemas para exhibirse. Le cito lo que me dijo una chilena que vende jeans: “son lindas, desinhibidas; a veces ni siquiera ocupan el probador. Se desvisten a la vista”.
Le digo que algunas trabajan en locales nocturnos, en la calle Condell. El locutor regresa a la idea: por una, pagan todas.
Viviana Cuervo, por ejemplo, es rubia y modelo profesional. Le va bien. La mujer califica su experiencia aquí como maravillosa. Le digo al locutor que ella fue contraportada de La Estrella en los días previos al partido con Chile. Esto generó críticas por las redes sociales contra el diario, por no poner la foto de una chilena. Le digo que Viviana nunca se ha sentido discriminada en el país. Es que el cabello rubio marca el límite. Viviana reconoce que, al igual que en Colombia, los rubios son mejor recibidos que los morenos.
Vuelvo a la señora Berta, la del campamento. Le digo a Radio Macondo que esta señora me dijo que los empresarios prefieren a los colombianos blancos hasta para trabajos de aseo; es decir, el afrocolombiano la tiene tres veces más difícil.
Le digo que las fricciones se pasarán con el tiempo.
La idea no convence al locutor. Quizás en unos años más, a lo mejor en el Club de Deportes Antofagasta jugará un antofalombiano. Ya hay más de un centenar de chicos que no tienen muy claro de dónde s