Un joven Pedro Humire peregrinó en bus y tren de Socoroma, al interior de la actual Región de Arica y Parinacota, hasta Santiago. Era mediado de la década del 60. Pedro viajó a la capital con el propósito de conocer el mundo de los poetas. De Rokha lo había deslumbrado; también Neruda. Pedro escribía desde pequeño. Había ganado concursos. Era un niño sabio.
Puede decirse que el inquieto Pedro llegó a Santiago con el propósito de estudiar letras.
Sin embargo por un asunto de oportunidades, Pedro, derivó a la música; al folclor.
Pedro tocaba la quena. Lo había hecho desde pequeño en las fiestas patronales de su pueblo. La música podía abrirle puertas en este complejo desafío. Un aymara era un extranjero en Santiago. Él tenía clara la discriminación con la que conviviría el resto de su vida por ser indígena.
En la gran ciudad de inmediato cargó el mote de indio; el indio Humire.
La quena le daba el temple para continuar. De esa manera participó en peñas. Integró conjuntos de música y vivió de cerca la vorágine revolucionaria. Pedro se sintió parte del proceso. El hombre que había llegado de la frontera con Perú y Bolivia, ahora con su quena y voluntad a toda prueba, como quedaría demostrado más adelante, anhelaba como tantos otros jóvenes cambiar la historia del país.
Pedro participaba donde le pidieran. Se las arreglaba para seguir al pie de la letra lo que decía el presidente. Más que cualquier otra cosa, Pedro se sentía allendista y revolucionario. De esa manera colaboró en la repartición de alimentos; asunto que le generó amigos y enemigos.
Y llegó el día fatal.
El 12 de septiembre una patrulla detiene a Humire cerca de una escuela. Le habían recriminado administrar mal la leche. El hombre dice que se llevaba mal con una vieja que no dudó en denunciarlo como parte de un grupo revolucionario. En adelante comenzó el infierno.
torturado
Humire fue enviado al Estadio Nacional. En ese lugar fue torturado. Lo golpeaban por su apellido y apariencia. No le creían que era chileno a pesar que les explicaba su origen. Le acusaban que era un boliviano infiltrado en un grupo revolucionarioNo entregó ningún nombre pues sabía que sus amigos tenían hijos. Aguantó. Le negaron la comida.
Recuerda la crueldad del brigadier Pedro Espinoza.
Las otras preguntas pasaban por el supuesto “plan zeta”. Pensó que lo matarían.
Un día, junto a otros reclusos, lo subieron a un avión de la FACH. No tenían muy claro si lo lanzarían al océano. Arribaron a Cerro Moreno, donde los esperaba un operativo de luces y patadas. Era la primera semana de noviembre de 1973.
Luego del reconocimiento a golpes en la base aérea de Antofagasta, el grupo fue amarrado y dispuesto en vagones de tren con rumbo a la ex oficina salitrera Chacabuco. La imagen podía ser similar a los traslados de judíos a Auschwitz.
chacabuco
Sin embargo comparar Chacabuco con Auschwitz es algo hasta ridículo. En el tiempo que la oficina salitrera operó como campo de concentración fallecieron dos personas: un militar que disparó mal su arma y un preso político que no soportó reencontrarse de esa manera con el pueblo donde pasó su infancia.
Los ex presos políticos que estuvieron en Chacabuco, coinciden que no se torturó y que a pesar de las diferencias se produjo un lazo entre presos y militares. Los señores reconocen al general Joaquín Lagos, como responsable de un trato humano en comparación a Pisagua, por ejemplo.
Puede decirse que la tortura era la oscilación térmica: calor de día y frío de noche. La mayoría eran personas del sur y en consecuencia el calor para ellos era insoportable.
Luis Humire estaba acostumbrado a los rigores del clima; entonces el sol no fue problema para él. En Chacabuco su contrariedad pasó por la discriminación hacia su persona. Para los militares, Humire siguió siendo el boliviano y enemigo de la patria.
Bajo la escasa sombra de teatro de Chacabuco, el único aymara del campo de prisioneros recuerda que pasó hambre. En algún momento lo tuvieron aislado, preguntándole lo mismo de siempre: ¿Eres un infiltrado boliviano?
Lo golpearon e insultaron.
Luego de permanecer un año en el infierno, como le llaman los prisioneros a Chacabuco, Humire logró la libertad.
personaje
Su deambular lo llevó a Santiago, y luego lo regresó a Socoroma, donde reside actualmente.
Durante este tiempo, Humire ha desarrollado una obra literaria y musical. Su trabajo ha sido reconocido a través de premios. Escribió los libros de poesía:Parinacota y SukurumampiPiñalulina.
Se le reconoce por su lucha contra la minería en los territorios aymaras; esencialmente en la protección de agua y los territorios.
Este hombre de rostro rayado por las arrugas y de misteriosos ojos oscuros, arribó a la ex oficina salitrera Chacabuco en silencio. Caminó con su quena en mano y su aguayo. Saludó a viejos amigos y luego se sentó en la plaza con la calma que le otorgan los años. El achachiHumire miró la tierra y la bendijo.