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Racismo en Antofagasta

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Fotos: Sebastián Rojas.

Cierto sector de la ciudad libra algo así como una batalla silenciosa contra los  actuales inmigrantes, especialmente en contra de los colombianos.  En voz baja, los culpan de todo lo malo.
Sin embargo esta pusilánime hostilidad está sobrepasando los límites, por lo menos esa sensación dejan los rayados en calle Washigton, donde está ubicado el  Departamento de Extranjería y Migración. Los grafitis están diseminados por alrededor de tres cuadras e incluso toman pasajes aledaños.
En estos rayados se pueden leer alusiones racistas y xenófobas.
Luz, 25 años, colombiana, quien a mediodía de ayer permanecía en la fila en Extranjería, reconoce que este ambiente que define como enrarecido le provoca cierto temor.
Afirma que nunca imaginó una recepción tan hostil por parte de los chilenos, más aún cuando dice venir a trabajar.
Viviana, 23, colombiana, concuerda con Luz y califica de absurdos e incoherentes los rayados en el sector. A la vez dice que los rayados de todos modos inquietan al grado de sentir temor por lo que pueda sueceder.
Sin embargo el asunto le es indiferente al moreno Fernando, 31, colombiano.  Dice que familiares que viven en la ciudad le habían advertido de esta situación, pero no era algo que podría significar algún peligro.



Lorena, 22, colombiana aclara que siente tristeza por este tipo de mensajes, más aún cuando se trata de  dos paises latinoamericanos.
La mujer afirma que por la mala fama de un sector de Colombia, no se puede echar a todos al mismo saco.
Aboga que el inmigrante colombiano es trabajador, luchador y por sobre todo honesto.
En promedio el Departamento de Extranjería y Migración tramita a alrededor de 400 personas diarias, en su mayoría provenientes de Colombia. Muchos de estos llegan en la madrugada al lugar y terminan la gestión a alrededor de  mediodía.


El vagabundo ilustrado

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La gesticulación alocada del señor vagabundo es consecuencia de que un conductor pasó la luz verde sin estar sujeto al cinturón de seguridad.  Esta horrible imprudencia perturba a  nuestro protagonista que  conserva cierta ínfula de paco .
Luz roja; un Kia Soul se detiene. José Domingo Miranda Santander, 54 años, 3 hijos, ubicado al lado del semáforo -en avenida Las Palmeras con Pérez Zujovic-, repasa si está todo en orden. La conductora lo conoce y le levanta el pulgar. José Domingo, quien porta una Biblia bajo el sobaco, le hace una reverencia a la mujer y repite dos veces: bendiciones. Luego la mujer le entrega una moneda.
En este momento, la misión de José Domingo es sugerir el bien; esto también puede leerse como un curioso método  para limosnear.  Señoras y señores, el método de José Domingo es: la cordialidad ante todo y luego el parabién.
Punto a favor es su apelativo de vagabundo ilustrado. Juan Domingo es de rostro delgado y rasgos finos, medio quijotesco, a pesar de todos los tóxicos; usa lentes onderos; viste con  un polar North Face de segunda mano y en especial, es su lenguaje el que lo delata como novato en el arte de la mendicidad.
Ahora, el asunto es indagar en la razón por la cual José Domingo armó lo que puede llamarse su casa, al medio de las rocas, a menos de un metro del mar.

vagabundo ilustrado

Ríe de manera irónica, cuando nos presentamos como periodistas. Yo (se apunta), contar mi historia (otra risa). Le cuento que ciertas personas comentan sobre él.  Juan Domingo se interesa.   Le digo que la gente piensa que es un ingeniero que se volvió loco porque habla bonito. Me toma de un brazo y nos sentamos en un parque. Son alrededor de las 11 horas y las regaderas humedecen el pasto amarillento de la costanera.
Comenzamos desde el  principio.
José Domingo dice que nació en 1958, en Pampa Unión, en medio del desierto de Atacama. Ahí partimos mal, le respondo, pues en esa fecha no quedaba ni un ratón en Pampa Unión. José abre los ojos, perdón; me equivoqué, dice mirando un arbolito, entonces nací en Pedro de Valdivia; pero por ahí, en la pampa.
José Domingo modula las palabras. Ahora  dice que su padre trabajó en una salitrera en el yodo; luego con su familia llega a Antofagasta. No tiene muchos recuerdos de esa etapa.
Entremedio José Domingo me dice que la Biblia es un gran y misterioso libro; de acuerdo, le digo. Lleva el libro a su pecho y afirma que dentro de éste  sólo hay palabras que buscan lo bueno; lo positivo.  Luego elucubra que si todos siguiéramos la Biblia, todo sería distinto; yo sería distino  - se apunta el pecho- y el mundo.
Entonces el vagabundo ilustrado da un saltito y nos invita a conocer su casa. Nos paramos y lo seguimos.


Antes de cruzar, testifica que la droga no es buena. Luego cambia la conversación y me dice que hace un par de años regresó a Antofagasta. Antes, vivió en Concepción y Santiago. Trabajó y vivió como hippie. Mejor no hablar de ciertas cosas, me dice como la canción de Sumo. De esa temporada son sus tres hijos; nos lo ve. Cuando arribó a Antofagasta habitó en la casa de uno de sus hijos, sin embargo problemas en la relación lo llevaron a marcharse.
 Regresa a la droga. Dice que la marihuana es buena, relaja. La consume desde los 11 años. Cruzamos. Al otro lado nos recibe Rocky, su Cocker Spaniel. El perro se lo regaló un vecino. Bajamos por la arena. Entre las rocas está su casa.
Saca las cuentas de los años con la marihuana. Son algo así como 43 años fumando. No es malo, dice, y agrega que ése no es el problema. Llegamos a algo que puede definirse como un montículo de rocas. Aquí está mi casa; presenta con una sonrisa ladeada. El perro se ubica en una lomita; el animal parece un recorte sobre el océano que se extiende hasta el Cerro Moreno. Unos metros más adelante hay una animita de un ahogado.
El vagabundo ilustrado indica que sus vecinos también son drogadictos; todos consumen pasta base. Por lo tanto todos los que viven ahí - incluido el señor de esta entrevista- al borde del mar, conforman un arrabal de adictos a la pasta base.

fumando espero

Juan Domingo repasa: chicota, nembutal, peyote, falopa, alcohol y pasta base. La marihuana no la cuenta. De todas, la peor es l a pasta base.  El hombre dice que esta droga le domina la mente; y vuelve a la Biblia, mi gran esperanza es la Biblia, repite.
Afirma que está cómodo viviendo frente al mar. Dice que si el mar lo tapa; bien, se acabó todo. No le tiene miedo al mar, sino respeto. Tampoco le teme a sus vecinos. Reconoce que no es agresivo ni en este momento de su vida, la droga lo pone de esa manera. Cuando logra el dinero, sube hasta la calle Pérez Canto (a la altura del colegio Don Bosco). Baja con la droga. Seis dosis le alcanzan para la noche; antes fueron más. Dice que ha bajado la dosis y eso, a su juicio, es bueno.
Le gusta quemar pasta base de noche, sintiendo el ruido del mar; es una sensación, a su juicio, plancentera, sana. Sus animales, el perro Rocky y el gato Silvestre,  lo acompañan en el rito. Por ahora no molesta a nadie con su vida, reconoce, y eso lo mantiene viviendo de manera cómoda en la playa.
Ahora Juan Domingo me muestra donde durme, donde come y donde cocina. Entiendo que le satisface mostrar que todo esté en orden y limpio. Mientras me muestra una pipa, acaricia a su gato. Indica que es su compañero; a veces más que el perro. Los gatos escuchan, dice.
Luego señala que por las marejadas, el golpeteo de las rocas en las pozas es similar a una mesa de billar. En un momento ha subido tanto la marea, dice, que esto ha quedado como una isla.
Le pregunto si espera el tsunami para terminar con todo; mueve la cabeza en señal de negación y dice que no. Responde que por más que espere el momento, al mar lo detendrán las rocas y  el abultado talud continental de Antofagasta; hay muchas posibilidades de que no suceda nada, dice ahora el experto.  Advierte que la naturaleza tendrá la última palabra con el consetimiento de Dios.  Ríe cuando le preguntó cual es profesión. Me insiste que tiene mala memoria y que por ahora analiza la Biblia.        

Alfaro, el hombre sin olfato

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El hombre sin olfato mira hacia el techo de la casa, exhala y luego, observándome fijamente, dice que nunca ha sentido el famoso olor a pata.
“¿Qué es eso?”, me pregunta. El calcetín que le exhibo frente a su rostro fue usado dos veces y, para colmo de males, hay que agregar una pichanga de futbolito; entonces, es un calcetín que, en el mejor de los casos, huele a queso rancio.
El hombre sin olfato toma el calcetín con sus dos dedos a modo de pinza y se lo lleva a la nariz. Nada. No siente absolutamente nada. Manuel Alfaro, 75 años, siete hijos, ex futbolista amateur, dice que tiene la nariz de adorno.
La nariz de Manuel Alfaro es algo gruesa en la punta, pero puede calificarse como delgada. La señora María Cisternas dice que su marido, con el que lleva 52 años casada, detenta una nariz bella. Luego de esto, la señora María Cisternas se larga a reír.
Le pregunto a la señora cómo se puede vivir con un hombre que no siente olores. Ella abre los ojos y, con el rostro ladeado, afirma que su marido usa perfume todos los días y a la vez se echa desodorante. Por consiguiente, el hecho de que no tenga olfato incrementó en el hombre una suerte de culto por su aseo personal.
Digamos, el hombre no rocea con desodorante ambiente el baño después de usted sabe qué.
Para Manuel Alfaro, su mujer no huele a nada. Manuel Alfaro, al que también conocen como “Cantinflas” en las canchas de fútbol, dice que los aromas de su mujer nunca han sido tema para él. Mira a su mujer, le toma la mano y luego, apretando sus hombros, afirma que ella es perfumada; “rica”, dice con una sonrisa coqueta. La señora María lo queda mirando como diciendo “este viejo está loco”.
Parece un matrimonio feliz.

Olor a perro muerto
Manuel nació en Andacollo y, cuando no pasaba los 20 años, se fue a Antofagasta. En Andacollo descubrió que no poseía olfato después de una prueba bastante singular y hasta algo macabra.
Imaginemos a Manuel como un niño de no más de 7 años. El niño Manuel anda por un colina, jugando. Medio hundido en la vegetación, se encuentra de frente con un perro, algo grande, muerto y podrido. La imagen lo asusta, pues ahí nadie caza perros.
Corre rumbo a su casa para avisar a sus familiares sobre el hallazgo. En la casa, un tío lo tranquiliza. El tío le confiesa que ha matado al perro porque cazaba las gallinas y otros animales del corral. Sin embargo, el  tío duda: ¿por qué razón el putrefacto aroma no espantó a su sobrino? Mucha gente le había dicho que enterrara al, perro pues pateaba. El niño Manuel le responde a su tío que no olió nada.
En adelante, la familia de Manuel confirma que el niño no tiene olfato, o sea, carece de un sentido. El problema es que nunca su madre ni padre lo llevaron al médico para tener un diagnóstico acabado de la anomalía.
Lo que el hombre tiene es un trastorno al sistema nervioso: nació sin haber desarrollado el sentido del olfato, lo que en medicina se conoce como anosmia.
Manuel no se hizo dramas tampoco ni exigió una atención médica. Favoreció a Manuel su desinterés por comer. Claro, comía más que nada por alimentarse, pero disfrutar algo le es imposible.
-¿Le gusta el chocolate?
-No sé de eso -responde.

Pata de jamón serrano
La segunda prueba consiste en restregarle una pata de jamón serrano por el rostro.
Estamos en el living de su casa y tenemos de testigos a la señora María Cisternas y a un hijo de ambos. Manuel, con una sonrisa de lado a lado, agarra la pata de jamón serrano como si fuera un trutro y se la refriega por el rostro. Otra vez, nada. Luego corta un trozo de jamón y se lo come. Responde que el jamón le parece salado; esto es clave, pues el señor distingue entre lo dulce y lo salado.
Mientras degustamos el jamón serrano, la señora María dice que a su marido le da hambre en la noche. “¿Cómo?”, le digo sorprendido. “Come de comer”, me aclara la mujer.
Al hombre le importa más la cantidad que la calidad; por esto, se puede            comer dos platos de porotos recalentados con la misma sensación de quien se come un lomito mayo con chucrut.
El dilema, dice la mujer, es que debe ser cuidadosa con la comida. En su refrigerador no puede haber nada vencido pues, como ya dijimos, su marido no distinguirá entre comida fresca o pasada. Y sobre esto, le han pasado varias anécdotas a nuestro protagonista.
Una de ellas le ocurrió cuando trabajaba en la Empresa Eléctrica del Norte (Edelnor). Alfaro, como todos los días, llevó su colación; esta vez se trataba de un pan con huevo que guardó en su casillero para comérselo a la hora del almuerzo. El problema es que lo olvidó.
“Pasaron cuatro días y me acordé de mi colación y como no puedo oler, no supe que estaba podrida”, dijo.
Al momento de sentarse en el comedor de la empresa y darle un mordisco, comprobó que el sándwich estaba incomible.
Según recuerda, sus compañeros y las encargadas de la cocina se dieron cuenta por el olor nauseabundo. “Me dejaron solo, todos se fueron a la playa”, declara entre risas. “Al otro día me echaban tallas y me preguntaban ‘¿cuándo otro pan de huevo?’”, agrega.

Una cervecita
Es raro pero a Cantinflas le gusta la cerveza sin haber sentido nunca el sabor amarguito del brebaje. Bajo la mirada atenta de su mujer, explica que después de cada partido -Manuel ahora es utilero- se toma una cervecita. A veces es más de una, digamos dos o tres. Su mujer dice que a veces “Cantinflas” se porta mal.
-¿Qué es portarse mal, señor Cantinflas?
-Jugar una pichanguita en la mañana y llegar de noche a la casa.
A nuestro protagonista también dice gustarle la carne y el choripán. Ahora, para el dieciocho, espera preparar el chimichurri.
La conclusión del hombre es que Dios le quitó un sentido, pero lo dio otro, dice mirándose el pantalón. A pesar de los años y enfermedades, el “Cantinflas” -le dicen así pues siempre sale con una buena talla- tiene un humor a toda prueba.  

Foto: Seba Rojas.

Las minas del caribe chileno

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La chica viene con un plato caliente de cazuela en la mano y con el trozo de cintura al descubierto. Y dice sonriente: “¡Con mucho gusto!”. No sé que está más rico, me dice el colega que me acompaña; luego observamos el carnudo choclo de la cazuela y el ombligo de la chica donde aflora coqueto un arete. Seguimos con la mirada hasta que se pierde en la cocina del restorán.
El restorán Lucerito, ubicado en el Mercado Central de Antofagasta, está lleno de hombres. Hacen filas. Hay oficinistas, mineros y trabajadores de la construcción; en su mayoría chilenos. Todos miran y comen. El resto de los restoranes tiene la misma demanda.  Lorena, Lucely y Betty no ponen problemas de sacarse fotografías. Entre risas, dicen que son del Valle del Cauca, Cali, Colombia. Sus edades no pasan los 25 años. Todas usan jeans ajustado y una polera amarrada a la cintura. Sus compañeras las apuran. Otra chica a quien le dicen La Modelo no quiere sacarse fotos.
Lorena me dice a la pasada que en propina gana a la hora del almuerzo, algo así como 10 mil pesos, a veces más. Su bolsillo está lleno de monedas. Reconoce que los antofagastinos son muy generosos. Tímidos, pero generosos al fin y al cabo.
Algo sucedió, pero las mejores minas de Chile ahora están en Antofagasta. No sea ingenuo: nos referimos a las minas de carne y hueso; aquellas que de un día para otro le dieron ese aire caribeño, de trópico, que hoy ostenta esta ciudad. Esta inyección de hermosura se complementa con un clima amable, donde la mayor parte del año hay sol. Puede decirse, señores, que esto es un trozo de torta del Caribe o el rincón perfecto para los califas de siempre.

Caribe hot
Ahora, si seguimos un recorrido con un termómetro, hallamos el punto más caliente del caribe  en la calle Condell. A la calle Condell le dicen la pequeña Colombia. A lo largo están diseminadas: shoperías, boliches y topless.
Aquí  las shoperías son algo así como centros sociales por excelencia. El asunto es que las shoperías son atendidas por chicas extranjeras. Hay de todo y el destape de las chicas es proporcional al precio del shop. Hay una delgada línea en que de shoperías se pasa a prostíbulos; entre otras cosas, la diferencia la hace el partido de fútbol o la película pornográfica, usted decide.
Siempre hay clientes, en su mayoría los llamados faeneros (trabajan por turnos en la minas). Existen recovecos que proponen ver el show de una chica desnuda por 3 mil pesos y sexo exprés en una salita con un sofá por algo así como 30 mil pesos. La mayoría de estos lugares son atendidos colombianas, peruanas, paraguayas, ecuatorianas, bolivianas y una que otra dominicana. La mayoría con cuerpos exuberantes. El negocio es sacarte lo máximo de dinero. Te saludan con un beso y el resto se ve después.  
Queda claro que la minería alcanza para todos. El negocio que mezcla el sexo con el alcohol brota como callampa en el centro de Antofagasta. El entra y sale de los locales es constante. Por esto y, como verá usted, deben pagar justas por pecadoras. Los prejuicios hacia las extranjeras o incluso, hacia cualquier mujer que se vista de manera sensual, están a la orden del día. El pensamiento de algunos es claro: si andas sexy con poca ropa eres una prostituta. Se eleva al cuadrado, si eres extranjera, morena y de Colombia.
Sin embargo a las caribeñas no parece molestarle esto, más bien se lo toman con simpatía. Otras son indiferentes.    

El jeans que levanta
Mary, 26 años, es enfermera de profesión. Sin embargo, por burocracia no puede ejercer. Desde hace seis meses Mary con su hermana atienden en una shopería de esas donde se exhiben partidos de fútbol. Mirar las hermanas es otro ejercicio de muchos.  
Mary es delgada pero voluptuosa desde la cintura hacia abajo. Usa jeans colombianos ajustados. La diferencia entre un jeans colombiano y uno de otro origen, explica Mary, es que el primero se ajusta mejor a las nalgas. Las levanta. El resultado está a la vista, señores.
En consecuencia, el trasero de Mary acapara miradas; para ella este fisgoneo no es un problema, más bien una virtud. Aclara que por cultura no toma mal los piropos mientras no sean groseros. Lo más tierno que le dijeron es que quieren casarse con ella.  Lo peor fue un taxista que le preguntó cuánto cobraba. Mary entra a la shopería a las 18.30 horas. Debería quedarse hasta el cierre; tipo 1 de la madrugada. Entremedio: tratar y atender curados. Los mismos que le ofrecen matrimonio a cada rato.
Villa Caribe
Mary vive en el sector alto de la ciudad, en las denominadas villas caribes. Les llaman así, villas caribes, pues son viviendas de subsidio arrendadas por los inmigrantes extranjeros, en su mayoría colombianos.  Los inmigrantes se notan. Pasan fácilmente de la bulla al escándalo; para revisar aquello hay que remitirse a las denuncias en la fiscalía y eso es otro tema. Hay violencia intrafamiliar y  dramas varios. Discordias que Mary denominaría como cuestiones culturales.
Los conductores me miran y otros se voltean. Mary parece inmutable. Los ojos se posan con moscas en el trasero de Mary. Estoy acostumbrada, me dice con una sonrisa. Dice que se vino pues aquí hay trabajo y seguridad. Pretende juntar plata y volver en un par de años a su ciudad, Cali; aunque si le va bien se queda por estos lados. Tal vez se case.  
No parece difícil casarse con una colombiana en Antofagasta. La calle exhibe a voluptuosas mujeres morenas de la mano de varones a quienes de un momento a otro se les arregló la suerte. En algunos casos las mujeres se ven más contundentes que los varones.  A veces, los hijos vienen atrás. A los chicos les llaman los “afroantofagastinos”, una nueve generación que algunos los proyectan como futuros deportivas.  
Un conocido me golpea el hombro; otro conocido me mueve una ceja. Tengo suerte, al parecer. Escucho que el conductor de un auto pequeño, me grite que le preste a mi hermana. Mary sigue invariable. Omite contarme sobre sus amores. Al parecer la confianza no llega para tanto.
Entramos a la shopería. Las miradas la siguen. Ante este panorama, Mary me responde que los chilenos son buenos para mirar y decirte palabras y cuando están borrachos, palabrotas; sin embargo afirma que no son decididos como los colombianos.
Los colombianos son otra cosa, dice.
A otra chica, también colombiana pero morena, le pido una cerveza y en ese paréntesis del ir y venir pienso que las calles de Antofagasta pueden ser las más fértiles de Chile; es raro eso. Por lo menos en esta ciudad el sexo anda flotando en el aire.
La colombiana me trae la cerveza y me dice la frase de siempre con la sonrisa de siempre: ¡Con mucho gusto, señor!. Su pantalón es colombiano.

Foto: Seba Rojas.

La extraña manera de hablar de los tocopillanos

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Una señorita voluptuosa camina cimbreante por alguna callecita encumbrada de Tocopilla, cuando escucha desde una esquina esto: riiiica.
Más arriba, a la misma señorita le dicen: liiiinda. La señorita llega a su casa, luego enciende televisor sin embargo no se puede concentrar pues su hermano le grita al teléfono: ¡Me entendí!
La escena puede suceder hoy en Tocopilla, donde algunos terminan todas las palabras con la “i”. Claro, de inmediato uno recuerda la manera de hablar de Alexis Sánchez y todo calza señores.
Sin embargo esta manera de hablar es antigua. El periodista tocopillano, Luis Piñones, recuerda que hace tres décadas mas o menos los tocopillanos ya terminaban algunas palabras en la letra “i”.
Piñones afirma que esta característica podría tener asidero en que los vecinos se comunicaban, a veces a gritos entre una cuadra y otra cuadra.
En consecuencia, el sonido de la “i” surge como una suerte de eco que extiende las palabras. Por lo menos eso afirma Luis Piñones.
El asunto que hoy los tocopillanos hablan como Alexis. Lo confirma Iván González, de la corporación Patrimonio, quien dice que la moda entre algunos jóvenes es hablar como los futbolistas, en esta caso el máximo referente de la zona, Alexis.
Otro tocopillano, Arturo Castro, afirma que la tendencia es a reducir las palabras pues en Tocopilla se habla muy rápido.
El profesor e historiador tocopillano, Damir Galaz-Mandakovic, por su parte, afirma que es evidente que existan códigos locales para referirse de manera burlesca a autoridades o la ciudad misma. "Flojopilla", "drogopilla", "fomepilla" o "pobrepilla", son formas de auto identificación sobre realidades que son parte del imaginario local pero que a la postre no es más que realidad, dura por lo demás, asumida irónicamente.
Otras denominaciones parafrasean, dice el profesor, parafrasean a personajes popular o pintorescos, como "torcuata", que vendría siendo una persona "cachurera" o recolectora de desperdicios o bien, alguien que anda con muchas bolsas. O el "efecto Casimiro" que vendría siendo la devolución de dinero asignado para algún ítem y que se ocupa. Tal como practicaba cierto alcalde de la década del 80.

Efecto Kramer

Galaz-Mandakovic dice fue la imitación de Kramer sobre Sánchez, cuando se popularizaron las frases "mintindi", "cabro chico Tocopilla" y "Playteichon". "Fraceses que cuando cualquier tocopillano sale de la ciudad se las recuerdan a cada moimento, antecediendo las preguntas sobre la biografía de Sánchez. "Son frases que ya eran pronunciadas por muchos niños, quizás, se refleja una realidad de dicción deficitaria en la comuna por efecto de imitación que he palpado como profe".
El profesor de lenguaje del colegio San Luis, Víctor Escobar se reconoce ferviente del fútbol, pero no cree que en este caso, un futbolista sea “el” modelo a seguir.
“Sin embargo, los medios tienen harto que decir al respecto. Son los que crean estereotipos de éxito. Sé famoso o muere, esa parece ser la consigna. En este caso hay se copia la manera de hablar y ser de Alexis, más aún en su tierra natal”.
En tanto, Sergio Gaytán, profesor de lenguaje afirma que lo de Tocopilla no responde a ningún fenómeno. “Son malas copias de un hablante que habla mal (en este caso Alexis) y que los jóvenes desgraciadamente toman como modelo”, precisó.    

San Miguel, el santo milagroso que por tres días revive a Quillagua

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Foto: taberna del señor Juan Loayza.


Una mujer aborda un avión en Perth, Australia, y viaja alrededor de tres días para agradecer al santo de Quillagua. Un hombre algo robusto ataviado con un peludo y sofocante traje de oso suda hasta el mareo mientras brinca  ante el virulento  sol, en un desfile de bailes religiosos. Otro señor, el alférez, le quita tiempo  a su empresa de transportes durante varios meses para desarrollar la fiesta patronal en el pueblo donde nació.
 Todas las anteriores son historias de devoción hacia San Miguel de Quillagua, el santo al que le lanzan calugas y challa durante la procesión.
El último fin de semana de septiembre, el santo  le inocula alrededor de mil personas a un pueblo donde en el año no habitan más de 80; en su mayoría ancianos. La escuela mantiene a 7 niños.  Quienes arriban por la Panamericana son los hijos y nietos de los abuelos que escogieron  respirar hasta el final, el aire seco.
El declive y posterior éxodo de este oasis se produjo, en parte, por la contaminación de Codelco sobre el río Loa, entre otras contrariedades.
En consecuencia, la fiesta de San Miguel reencuentra a las antiguas y nuevas generaciones, en una fiesta que se extiende por alrededor de tres días.
 De esta manera, bajo el sol sin filtro todas las miradas convergen en el santo, los animados bailes y las bandas de bronce; la excepción la propone la taberna del recordado señor Juan Loayza, donde se acopian las latas de pilsener y las bromas.
A mediodía la temperatura puede alcanzar con facilidad los 30 grados. Por la noche, en cambio, se baila al ritmo de un orquesta de cumbia y se bebe. La oscilación térmica del desierto desencadena un brusco descenso de la temperatura. A las 5 de la madrugada cuando el jolgorio sigue en la plaza, los termómetros marcan  alrededor de 7 grados.
Al despuntar el sol, una hora más tarde, los bailes regresan al ruedo. Los más jóvenes se acuestan y aparecen los ancianos, los niños y los abstemios.

La Procesión

El señor Dagoberto Hoyos (52), bien encorbatado, nos recibe en la plaza. Dagoberto, a quien le llaman Dago -y Zalo Reyes en el taberna-, es el alferez, es decir el encargado de la organización. Dice que la fiesta cuesta alrededor de 12 millones de pesos, dinero que  al fin y al cabo se consigue. Agradece a la municipalidad de María Elena por el apoyo (Quillagua es parte de esa comuna).  
Mientras cruzamos por la plaza, Dago afirma orgulloso que en estos momentos hay seis bailes religiosos esperando que San Miguel escape de la iglesia.
Uno de los bailes, la diablada de San Miguel, está integrado en su mayoría por parientes de Hoyos.   En este baile hallamos el señor oso, que luego cargará la cruz durante la procesión.
A las 17.30 horas el sagrado aparece e incita la algarabía. La imagen es cargada por el señor Carlos Fernández y familiares de éste.
Ahora los devotos bañan de calugas, caramelos y challas al santo en un vértice de la plaza. Los niños de inmediato corren a recoger los dulces.  Los más viejos se persignan. Dago explica que el señor Carlos Fernández, a quien le llama cacique, una vez pasó por Quillagua en tren, bajó y se quedó en el pueblo. Hoy el señor Fernández y sus familiares  deberán por alrededor de dos horas, con algunos paréntesis, soportar el peso del santo durante el recorrido que hace una vez al año por las calles.
 Caminamos junto a Dago entre la procesión. En algunas casas hay dispuestos altares para recibir al venerable. El santo se queda unos minutos y el señor Fernández descansa. La puerta de la taberna se cierra cuando por el frente pasa San Miguel; minutos después se abre. En medio del desfile llegamos a la casa de Ximena.

curó el cáncer

La familia de Ximena es de Quillagua. Sin embargo su parentela emigró como la mayoría. Hoy mantienen una casa de esquina que se atesta durante los días de fiesta.
Pasamos. Ximena se muestra sorprendida. Dago nos presenta.
Ximena desde hace dos años que viene a Quillagua. El obstáculo es que no vive en Antofagata ni en Iquique o Huatacondo, como la mayoría de quienes dejaron el pueblo. Ximena pasa sus días junto a su marido en la tranquila ciudad de Perth, al oeste de Australia. Razones de trabajo de su esposo, permitieron a Ximena vivir en África y ahora en Australia.
Empero es esta festividad la que motiva a  la mujer a reencontrarse con su historia; lo otro: es agradecer al santo el milagro que concedió a su hermana. Dice que a través de una manda su hermana se repuso de un cáncer.
El viaje comienza en Perth, luego vuela cuatro horas a Sidney. Continúa otras 14 horas a Santiago. Después otro trayecto en avión entre Santiago y Antofagasta; que es algo más breve a las casi tres horas por la Panamericana entre Antofagasta y Quillagua. Con las esperas en los aeropuertos y los descansos, Ximena  suma alrededor de tres días en llegar desde Perth al pueblo más seco del mundo. Los pasajes, en tanto, se traducen en alrededor de dos millones de pesos.

traje sauna

Rolando, el oso, bebe cada 30 minutos medio litro de agua para hidratarse. Dago le trae la botellita de plástico. En ese momento los basureros de la plaza están abarrotados de botellitas de plástico.
El traje de Rolando es peludo y de un café oscuro, casi negro; contrasta con el celeste y blanco; los tonos del  divino.  Un colorado Roberto dice que la  sensación es como andar en el verano con tres parkas. Rolando dice que su piel dentro del vestuario debe aguantar algo así como 50 grados. El sacrificio lo hace por San Miguel, pues asegura que el santo le cumple. Hay una manda en juego que no quiere revelar.
La banda de bronce continúa y el oso baila.
Todo movimiento lo hace sudar. Ahora el oso  salta aparatosamente. Rolando suda. Así la pelea es contra la humedad.
Cuando se detiene, medio en broma dice que en un momento más deberá  untarse los pliegues con Hipoglós.   Rolando trabaja de soldador en Antofagata, sin embargo se siente ligado al pueblo y a San Miguel por su familia; dice que la fiesta es una tradición que debe continuar. Cuando no baila, el oso carga la cruz que ahora recorre Quillagua en la procesión. A las 20 horas San Miguel regresa al templo y comienza la otra fiesta.

Ufólogo Jaime Rodríguez revela la relación de Pinochet con los extraterrestres

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La historia comienza cuando la Dina interroga al cabo Valdés, después de ser abducido por extraterrestres en un valle al interior de Arica. Pinochet, como era la costumbre, mientras toma desayuno escucha al Mamo Contreras. Esta vez el dictador y su secuaz le dedican las tostadas con mermelada al soldadito de Arica y al marciano.
El señor ecuatoriano gurú de la ufología, Jaime Rodríguez, dice que Pinochet era una hombre esotérico.  Luego, soltando un suspiro de sabio, afirma que en dos ocasiones anteriores Pinochet había visto ovnis y extraterrestres.
Ahora, en cambio, Pinochet se entera de todas las cosas que le dicen esos seres verdes al cabo Valdés (en la foto).
-¿Quizás estaban preocupados por la tortura y lo que pasaba en Chile?
-Ellos estaban interesados en lo macro. Piensan en el universo.
-¿Y qué tiene que ver un país tan insignificante como Chile para el universo?
Ante la pregunta el gurú de Cuenca, Ecuador, levanta un brazo y responde esto: ellos visitan todos los paises, se juntan con diplomáticos y hablan del futuro de la humanidad.
  -¿Y qué querían comunicarle los extraterrestres a Pinochet?
-Algo que no le gusta. Si a Pinochet le decían que hiciera máquinas para agricultura no lo iba a hacer. La estructura cerebral de un militar es tan difícil y compleja. Tuve la oportunidad de trabajar dos años con militares, incluso los famosos inteligentes y la CIA. Ellos están kilométricamente opuestos al humanismo. Se piensa en todo, menos en el ser humano.
-¿O sea los extraterrestres amenazan a Pinochet, o algo así?
-Supongo.
-¿Cómo usted llega a saber de esto?
-Tengo mis fuentes para decir que al hombre le interesaba todo lo oculto.
Luego el perseguidor de alienígenas afirma que hubo una conexión fuerte de Pinochet con los Ovnis, después del cabo Valdés, sin embargo esa información se la entregaron al escritor español J.J. Benítez que era amigo de la dictadura.
¿Pero a dónde apunta J.J. Benítez?
-Aquí hay un caso de codicia. A raíz que hice programas de televisión en Chile logré entrevistar al cabo Valdés. El cabo aprovechó, bien aterrizado y dentro del sistema, de promocionar su libro que estaba escribiendo en secreto. Con toda la información que le dio Pinochet a Benítez, éste también haría un libro, sin embargo hasta ahora no lo ha publicado.
  Valdés, no obstante, le manda una carta a Benítez aclarando la situación y ahí queda todo hasta ahora.

Valdés ahora está recluido como hermanito evangélico en Temuco.

roswell antofagastino

Sabía usted  que haciendo la invertida un par de minutos, todos los días, podría lograr contactarse con los Ovnis. Jaime Rodríguez, explica que si usted se pone patas para arriba se  activa la glándula hipófisis y logra cierta percepción extrasensorial
-¿O sea, poniéndome de cabeza podría tener contacto con ellos?
-Si señor, podría llegar a saber de dónde venimos y otras cosas más.
 El reputado analista de naves cósmicas dice que hay cosas tan extraordinarias que se mezclan con la fantasía y luego cita el caso  Roswell de Antofagasta.
-¿Cómo es eso señor?
En Antofagasta se captó lo que puede ser para mi la mejor evidencia en Latinoamérica. Roswell lo supera, pero es la mejor evidencia.
-¿Pero Roswell, el oficial, todavía no es oficial?
Roswell ya es oficial se hizo el 12 de abril de 2011. Siendo top, lo desclasificaron 64 años más tarde.
-¿Cómo es lo de Antofagasta?
Esto nace cuando hice amistad con el señor Gustavo Rodríguez que era experto en radares. En 1992, luego de años de investigación fue liberado un documento captado por el satélite estacionario climático Goes 8.  El satélite hace un barrido cada 10 segundos de todo el área o las costas de Chile. El satélite manda información a Cerro Moreno y capta la imagen de un ovni de 450 kilómetros de aquí a Iquique.
-Increíble señor.
Luego el satélite se da la vuelta, y capta el mismo objeto en la costa de Brasil. La imagen fue ocultada por la gente de la Nasa.  Tengo testimonios de pilotos que vieron cosas gigantescas iluminadas en la noche, aquí, frente al mar. Ellos se meten al agua y se quedan. Esa fotografía no la tiene nadie. He podido ver algo internet, pero la que está me genera dudas.
Rodríguez nos cuenta esto en el piso 13 de un edifico. Detrás de su cabeza se ve el mar. Dice que hay cosas que suceden y nos las alcanzamos a ver. Vuelan gaviotas. Cita algunos animalitos, como las águilas, con una capacidad de visión mil veces más potente que nosotros. Los terrícolas, por el contrario, estamos preocupados de los partidos de fútbol, y lo que es peor, de hacer dinero.
-¿Cuándo perdimos el rumbo señor?
Aquí la debacle comienza cuando llegan los españoles. Europa vivía un total oscurantismo. Encuentran acá las matemáticas, astronomía y medicina más desarrolladas, sin embargo destruyen todo.
-Quizás los antiguos americanos estaban acostumbrado a visitas más amables
Claro, es una cuestión de conciencia. Los indios hopi entendían que ellos pertenecían a la tierra y no que la tierra les pertenecía, como la idea de los invasores. El tema del Ovni se explica por esto: un hombre pensante en este sistema se vuelve peligroso. En Ecuador el presidente Correa echó a la CIA. La CIA marca las directrices para América Latina. Los militares se pasan la vida pensando el ascenso y es claro, que los militares en América Latina tienen financiamiento y apoyo de la CIA, salvo contadas excepciones. Por esto los militares ocultan información sobre fenómenos anormales (OVNI).

El comandante Banyú

Luego el experto en apariciones recuerda los casos de un platillo volador que se le cruza al transbordador Atlantis y dice  que los testimonios indican que hay muchos personas conexas entre los gobiernos y los extraterrestres.
-¿Por qué señor los extrarrestres no solucionan la hambruna, en vez de estar jugando a la escondida?
-Hay miles de clases de los extraterrestres. Los extraterrestre saben la lógica del ser humano. Los extraterrestres no ven una ciudad, un país ni un planeta, sino velan por la galaxia y el entorno cósmico.
-Parece que estos tipos no quieren que se produzca una hecatombe, como se habla de 2012
-Vaya y revise. Ponga en Youtube: Larry King misiles. Gente de alto rango militar donde están los misiles de Estados Unidos, y con videos hacen sus pruebas atómicas. Cogen y tiran los misiles, y se ve como un Ovni le tira un rayo de luz y desarma la cabeza atómica. El mensaje es claro.
¿O sea, los marcianos nos protegen?
-Una vez se presunto uno con aspecto nórdico en la embajada de Ecuador, en Perú. El tipo era un talismán. El hombre quiso hablar con el embajador. Se presentó como el comandante Banyú. Soy comandante de esta nave; ahí estaba el plato sobre la embajada a 200 metros balanceándose. Con esa carta de presentación, hasta donde llega la lógica. Nadie quiere ver a un extraterrestre, sin embargo Banyú dio tranquilidad y entregó un mensaje de lo que sucedería en Ecuador en los 20 años.
-Perdone señor... ¿Pero de dónde venimos los humanos?
-La única raza originaria de este planeta son los negros; los demás somos semillas sembradas por los extraterrestres.

La taberna de Juan Loayza, en Quillagua

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Los parroquianos, cerveza en mano, siguen a los dos hombres medio borrachos que se agarrarán a puñetes. La pelea es en el fondo de la taberna, en la tierra. Después de cinco minutos de combos al aire y algunos arañazos, el señor Juan Loayza detiene la disputa. Nadie gana. Los parroquianos regresan a los sillas y mesas de palo. Ahora los dos contrincantes beben juntos, sin rencores.
La escena es repetida en la taberna de Quillagua, pero en otro tiempo; cuando el pueblo cortado en dos por el río Loa vivía su esplendor. Los hombres ya saben que las peleas se arreglan adentro y que los borrachos odiosos se van por la puerta chica; el que no acata, simplemente no entra nunca más.
La taberna de Juan Loayza en Quillagua o el Club de Vitrola debe bordear  los 100 años, dice el hijo de Juan, Carlos. El hombre de ojos claros, algo robusto,  y que va y viene con cervezas, afirma que decidieron reabrir el bar tras un año de la muerte de su padre, en la fiesta de San Miguel Arcángel, pues es un lugar tradicional. Son casi tres días de jolgorio para la cantina.
Ahora hay alrededor de 20 personas bebiendo. Unos señores provenientes de Huatacondo ocupan un vértice. Repartidos en el bar hay jóvenes; nietos de Juan Loayza y amigos de estos. Un señor de apellido Castro con un sombrero estiloso conversa junto a Dagoberto, el alférez de la fiesta. Ambos ríen de las bromas que la hacen los señores de Huatacondo al pelucón fotógrafo.
Carlos Loayza despeja de trapos la mesa de billar, en un acto casi ceremonial. Dice que la reliquia es de mármol y ocupa la mitad de la taberna. La mesa llegó al lugar desde Alemania, antes que estallara la Segunda Guerra Mundial.  Carlos pasa la mano al paño. Luego dice que es asunto de lanzar las pelotas y a jugar.

camarones gigantes
Ahora es una banda de bronce que entra a refrescarse al bar. Se sientan y beben cerveza. Son las 17 horas y la fusión de sequedad y calor, sólo provoca sed. Los de Huatacondo posan para el fotógrafo.
Los nietos de Loayza nos muestran el esqueleto disecado de los camarones que antes salían en el río. Bichos de 20 centímetros, por lo menos. Hoy el río Loa es un hilillo de agua y carga el peso de la contaminación por Codelco. En consecuencia, los tertulianos sólo hablan del pasado. Recuerdan al tren de pasajeros, El Longino, las vacas pastando y los perdidos camarones.
Los afiches dispuestos en las paredes de la taberna sólo contribuyen a acrecentar la sensación de estar en el pasado. Uno de estos carteles dice: ¿Malestar general? tome Sonrisal.
Debaje del aviso, en los estantes de pino oregón hay una colección de botellas antiguas, una máscara de brujo y una radio a transitores.
Ahora los nietos llegan con recortes de diarios y revistas donde aparece su abuelo. Dicen que por el bar ha pasado  Don Franciso, Ricardo Lagos y Sebastián Piñera, entre otros. Recuerdan que los político varias veces le prometieron a  Juan Loayza, convertido en cacique, proyectos para que Quillagua renaciera; sin embargo a la fecha no pasó nada.
El bar ha salido indemne de dos terremotos. No obstante el paso del tiempo se lee en las grietas y la madera envejecida de la puerta. Ahora la banda de bronce toca.

Fotos: Sebastián Rojas.

Razones para no votar en las municipales

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Con el voto voluntario las posibilidades de esparcimiento para un día de votación son variadas. Si bien usted decide, la primera posibilidad si arrastró una semana agotadora es dormir durante toda la mañana y hacer del desayuno un perfecto almuerzo. La otra posibilidad es disfrutar con sus hijos, en el parque. Si el sol nos favorece también podemos escaparnos a la playa; Juan López es una buena alternativa. Más al sur, Taltal nos espera con su tranquilidad y buena mesa.
Si usted es de costumbres, un almuerzo familia es una buena alternativa. Puede resultar un buen asadito, o un quizás un caldillo de congrio.
Otras apuestas para el día de votación es una lectura o quizás aprovechar el día para estudiar. Buenas maneras de quemar calorías son: andar en bicicleta por la costanera o salir a trotar.  Una caminata favorece la buena circulación. Si es religioso, la iglesia siempre lo espera.
La otra posibilidad es invertir tiempo, neuronas y calorías en las propuestas anodinas de los señores(as) glotones de poder. Por lo menos en las municipales no es mucho lo que se elige. Las grandes propuestas siempre van de la mano de la voluntad de otro sector, que es el gobierno de turno. No se deje engañar; ni los candidatos a conocen saben sus reales alcances.
Imagínese el tiempo perdido en leer los nombres de los casi 80 candidatos a concejales; terrible.
La pasión es entendible cuando, por ejemplo, si usted deja de votar por tal candidato perderá su empleo; si el postulante es un familiar o su amante, o si tal candidato le prometió una patente de botillería; si es así, es entendible su urgencia y pasión. Puede decirse que una de las vigas que soporta este deformado sistema es: no dar puntada sin hilo.
Hay que ser medio iluso para creer todo lo que se dice.  Al final, la ciudad nunca estará bien organizada. 
Aunque más allá de los candidatos de turno, el acto de votar puede pasar por un deber cívico y un ejemplo para los niñitos; condición que de alguna modo entrega nobleza al acto de sufragar. Después le puedo explicar al niñito por qué voté nulo.  
La única votación que la vale la pena es la presidencial, donde por lo menos se vota un cambio de maquillaje. El problema de la presidencial es que también te pasan un parásito papel para elegir un convidado de piedra: el parlamentario.
El domingo de las votaciones, por lo menos yo, regaré las plantas entre otras cosas. 

Antofagastinos que combatieron en la Primera Guerra Mundial

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Los señores que protagonizaron esta crónica, pueden considerarse como locos. No cualquier persona en sus cabales abandona todo de un día para otro, para embarcarse en una guerra; tal vez imaginaron una guerra de pasteles o avioncitos de papel.
La denominada Primera Guerra Mundial (1914-1918), también conocida como la Gran Guerra, se caracterizó por ser una guerra de experimentación química, entre otros horrores. Al final, fallecieron alrededor de 10 millones de personas.
Los protagonistas de esta historia en su mayoría eran ingleses, domiciliados en Antofagasta por motivos de trabajo.  Puede decirse que los ingleses eran un gueto asentado sobre las faldas del ferrocarril, pero con gran influencia en la ciudad.   Estos señores que superaban el millar pueden considerarse como antofagastinos, bajo la idea de que la ciudad es un hotel de inmigrantes. La moda de ir a la guerra también contagió a  naturales o descendientes de alemanes, franceses, belgas y hasta chilenos. En el Club Inglés que estaba en la calle Bolívar, por ejemplo, se leía que  más 300 chilenos partieron de este puerto a incorporarse a las filas aliadas.
En una página de Internet del FCAB se habla de cien los ingleses que partieron desde esa empresa y que 34 murieron; en el museo de la firma se hallan los nombres de esos voluntarios.
La mayoría de los señores nunca regresó a Antofagasta y quizás ni los extrañaron; los sobrevivientes se quedaron en Europa. A la mayoría se les perdió el rastro.
Por ejemplo, el sábado 2 de febrero de 1918, en el Mercurio de Antofagasta aparecía el siguiente extracto: Ayer falleció repentinamente, a bordo del crucero inglés “Lancaster”, fondeado en la bahía, el fogonero 1o. irlandés R. Burns (católico). En la mañana de ayer sufrió un síncope cardiaco. Los funerales se efectuarán hoy a las 9 a.m. Asistirán los miembros de la tripulación, además de la banda de músicos. Presidirá el acto el comodoro Mr. P.H. Colomb, Jefe de la División Naval Inglesa del Pacífico, que iza su insignia en el “Lancaster”.
La Gran Guerra, aunque usted no lo crea, también se peleó en Antofagasta.  De  la Casa Gibbs, por ejemplo, se ha escrito un par de veces que allí “penan”, sobre todo en el sótano donde habrían sido depositados los cadáveres de algunos soldados ingleses de la Primera Guerra Mundial. Se trata de militares que quedaron en custodia hasta su retiro y traslado a la madre patria en otra nave.
fútbol inglés
Sin embargo es el fútbol una instancia que de forma sombrosa rehace parte de  la aventura de los ingleses. Para tal efecto, indagamos en los archivos del señor José “Pepe” Ledezma, reconocido periodista deportivo de la ciudad.
De esta manera el señor Ledezma, dice que la historia de los primeros clubes está marcada por los ingleses y el éxodo de estos a la guerra.  
Revisemos:
En 1910 el club Britania se corona campeón del primer campeonato de fútbol federado en la ciudad. Competencia, a juicio de Ledezma, bien organizada, con diez equipos a dos ruedas. Al término de la primera, el Santiago Wanderers, con nueve derrotas, se retira de la justa. No eran los favoritos, pero los albicelestes, con un equipo cohesionado y de mucho espíritu de lucha, se hicieron del trofeo superando a Unión Coquimbo, en cerrada lucha. También se lleva el premio al equipo más disciplinado. Su alineación titular forma con: Eleodoro Rodríguez; Francisco Gallardo y Julio Meneses; Luis Esquivel, Segundo Varas y L. Nichols; Enrique Salazar, Domingo Díaz, Carlos Morales (capitán), Julio Martínez y Vicente Valdés. Reservas, O. Cañete, R. Ledezma, A. Morales y A. Gaete.
 Ledezma afirma que Britania fue fundado el 7 de marzo de 1907 por el personal criollo del FCAB. Las reuniones se realizaban en la casa de su presidente en Riquelme 537. Su radio de acción era de Riquelme a Bolívar, por Latorre y hasta Matta y por Iquique hasta Zenteno. Sus mejores valores eran Gallardo y Salazar, seleccionados en 1910 y Varas, Salazar y Morales entre 1912 y 1913, en que vistieron la casaca blanca y celeste, adoptada por la Liga como homenaje a su primer monarca.
el Antofagasta United
  Los súbditos ingleses tenían, desde 1907 aproximadamente, un club que se llamaba Maestranza y cambió el nombre a Ferrocarril para competir en la Liga.  Otro “en que se hablaba en inglés” fue el Antofagasta United, con personal de las agencias aduaneras, comercio y otras entidades con personal foráneo. Algunas alineaciones tipo fueron: Maestranza. Sinclair; Weetman y Jack; Bates, Sawyer y Hudson; Tustain, Brambley, Cherry, Ward y Hood. Suplentes, Inch, J.R. Ratta y Elliot. A. United. V. Christie: Rickets y Lawson. Bird, Brent y Newbury; Griffith, Burke, Clarke, Lomax y Duncan. Otros, Thompson y Murdin. Entre los árbitros figuraban Carlisle, Brent, Brown, John, Clarke, Burke, Cavagnola y otros.
 La influencia inglesa se mantuvo hasta 1914. El inicio de la Gran Guerra se llevó a  los extranjeros de naciones europeas al Viejo Continente. El Ferrocarril solo aportó más de un centenar. Sin contar los nortinos que se enrolaron en buques mercantes que llegaban a nuestros puertos. Y muchos de ellos dejaron sus huesos en los campos de lucha, como el multifacético Sidney Burke y el joven Samuel Ratta, integrantes del equipo de la AFA, campeón nacional amateur en 1913.
En 1918, tras un breve receso, se refunda el Ferrocarril F.C., incorporando a todo su personal, llevándose a mucha gente del Britania, como un joven Sebastián Sandoval como dirigente, que muchos años después sería pilar en el reingreso del Britania a la Asociación. Muchos de sus jugadores se fueron a otros clubes, sobre todo a los nuevos que surgían, lo que obligó  a su receso en 1936. En 1947 postulan a la AFA pero no son aceptados. En 1962 lo consiguen, con un Sandoval ya entrado en años y se mantienen entre diez a doce temporadas en la organización antes de desaparecer definitivamente del fútbol federado.
 “Un club que quiso ser grande, pero no pudo por la contingencia, pero que siempre destacó por la corrección y, por supuesto, su logro de primer campeón perdurará para siempre. Eso no se podrá olvidar”, afirma Ledezma.        

La anciana que se vistió de soldado y peleó en la Guerra del Pacífico

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Los cronistas del desierto no han sido muy generosos con las mujeres en la histórica gesta del norte, más bien las han omitido. Otros señores machistas de las letras ubican a las damas como simples acompañantes o las arrinconan, para bien o mal, en el reparto de picarescas meretrices.
Para pagar un mínimo de la deuda, retrocedamos en el tiempo para hallar la historia de dos mujeres extraordinarias.
La primera de ellas es Carmela Pastenes, una doña para escribir una de esas novelas históricas u obras de teatro que tanto gustan por estos lados.
 La doña falleció en Chuquicamata a la edad de 132 años, un antecedente que la puede ubicar entre las chilenas más perdurables.
La otra doña es Eloísa Zurita, destacada cronista de diarios como el ABC, La Vanguardia o El Mercurio de Antofagasta, además de benefactora y hasta considerada como “socióloga”. Eloísa fue una de las primeras en luchar por los derechos de las mujeres.

carmelo en la guerra

Ochenta años tenía doña Camela Pastenes cuando su hijo murió en la Guerra del Pacífico. Deseosa de vengarlo, la señora se enroló como soldado en el Regimiento Coquimbo, usando el nombre de Carmelo. Herida en un combate cerca de Huara, al norte de Iquique,  se descubrió en la ambulancia su verdadero sexo; Carmelo era una mujer, una anciana.
Todos quedaron sorprendido.
Terminó la campaña como cantinera en el ejército y después viajó por Europa como niñera de los hijos de don Enrique Sloman; el mismo señor alemán que construyó el célebre tranque a pocos kilómetros de Quillagua.
La doña terminó sus días en el mineral de Chuquicamata, donde por su “experiencia en la vida” servía como “médica y compositora”.
Un periodista del diario “El Abecé”, escribe esto sobre la señora, a modo de obituario (el registro es conservado por el periodista José “Pepe” Ledezma).
 Carmela Pastenes viuda de Opazo murió a las tres de la madrugada del 19 de marzo, rindiéndole honores Carabineros y pronunciando discursos en el cementerio un profesor primario, escolares y deportistas.
Nació en Arauco el 16 de julio de 1800. Así constó en su deceso según el Registro de Defunción de Chuqui.
Casada, tuvo un hijo que se enroló como corneta en el Ejército de 1879, murió en la batalla de Dolores. Cuando lo supo (ella), con 80 años, decidió vengarse. Vigorosa, como mujer criada en las selvas sureñas, adoptó el traje masculino y se enroló en el Batallón Coquimbo, sin que nadie imaginara que ese ardoroso soldado era en realidad una mujer y sólo vivía pensando en la venganza. Participó, con suerte, en varias acciones hasta caer herida en una escaramuza que se produjo en el puente “El Lagarto”, en las cercanías del pequeño pueblo de Huara.
Con la pierna perforada por una bala, se resistía a ser atendida, hasta que los estupefactos cirujanos descubrieron su condición femenina.
 Luego de numerosas reuniones, el propio general Baquedano la autorizó para que continuara adscrita al Ejército como cantinera. Después pasó al cuartel general. Entró con las tropas a Lima, luego de varias acciones y luego fue licenciada.
Terminada la guerra se radicó en Tocopilla. Viuda, pues su marido había fallecido en el pueblo coquimbano de La Higuera. Entró al servicio del industrial salitrero Enrique Sloman quien, incluso, la llevó a Europa como niñera de sus hijos. En 1917 se radicó en Chuquicamata y sus historias fueron ratificadas por muchos vecinos que la conocieron.

Primera feminista
Eloísa Zurita nació en Cobija. Si bien hay dudas en la fecha su nacimiento, el investigador y ensayista Sergio Gaytán calcula que fue en 1875.
Afirma que Eloísa está considerada como la primera feminista del Norte de Chile. “La suya es una vida muy interesante pues es transversal a hechos y visitas en Antofagasta. En 1906 ella atraviesa la masacre del martes 6 de febrero -conocida como de la Plaza Colón-, pues defiende el punto de vista de los obreros”.
Por esas cosas del destino tres días después de la revuelta su marido, Adolfo Vergara Quinteros, es asesinado. Respecto a esto, Gaytán afirma que el señor   fue asesinado por muerte selectiva, pues la ciudad mantenía toque de queda.
Paralelamente Eloísa Zurita organizó desfiles para los Veteranos del 79 (Guerra del Pacífico), como también fundó la primera sociedad de socorros mutuos y logró construir en el Cementerio, un mausoleo para que sus socias fueran dignamente enterradas. En ese momento la ciudad tenía una sola carroza, no obstante el empeño de Eloísa logró adquirir un carro mortuorio, asunto que provocó toda una polémica de parte de la sociedad de la época
“También realizó una campaña para que la torre de la iglesia San Francisco tuviera un reloj”.
En 1909, Eloísa ya formaba parte de la Logia Teosófica “Destellos” -Gabriela Mistral habla de este logia, pero con el nombre “Destelles”-.
“Con estos antecedentes se construye una imagen enorme, sin embargo los hechos trágicos la persiguieron. A la muerte de su marido, se le sumó el fallecimiento de su hija Lindaura, violinista, a los 17 años”, afirma Gaytán.

escritoras
En tanto, otras mujeres con los méritos suficientes para sumarse a las destacadas de principio del siglo XX, son las damiselas:  Zoila Esmeralda Marina Zenteno -hija del primer gobernador de Antofagasta, Nicanor Zenteno- Urízar, quien literariamente usó el seudónimo de “Vera Zouroff”.
Ella nació en 1880 y publicó su primer libro en 1916. Vera Zouroff puede considerarse la primera escritora nortina.
Dinka Ilic, por su parte, nació en Antofagasta en 1889. Ella desarrolló su primera etapa en Chuquicamata, donde publicó un libro.
Luego se introdujo en la novela y la dramaturgia. “Indistintamente en su obra, muestra paisajes nortinos y de la costa, por ejemplo, tiene un canto al amor”, afirma el profesor Gaytán.
Los testimonios de mujeres destacadas o líderes en una región particularmente machista (por efecto de la minería), aparecen a la vuelta de la esquina; es asunto de investigar.
En tanto basta revisar la historia reciente para darse cuenta el liderazgo que hoy mantienen las mujeres; por ejemplo: de una alcaldesa se pasó a otra.  

Houellebecq gris

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Una chica con la que mantenía un chat decía que los libros de Houellebecq le parecían muy grises. Volví a observar “Las partículas elementales”  desde arriba, de lado, con un ojo cerrado y el otro semiabierto y por lo menos de aspecto, el libro no me pareció gris; más bien conservaba el color de un amarillento de billete usado. Hice lo mismo con “Plataforma”  y luego con “El Mapa y el Territorio”. A estas alturas usted puede deducir: 1) que me estoy jactando de leer a Houllebecq, un tipo que en Chile, por lo menos, sólo sería editado por editoriales independientes; un escritor para escritores; algo rebuscado; alguien para locos 2) que el señor representa mi manera de pensar y por efecto, soy un tipo de cabello gris que bordea los 40 años; no podría decir que tengo el alma gris pues no creo que los seres humanos posean alma y el alma sabemos que es otra manera de dominio pues, como dice la inquisición, el alma es del diablo o dios 3) que a través del chat y hablar sobre Houellebecq estaba tanteando en la chica la posibilidad de sostener como mínimo una americana en la próxima media hora.
 Esto le digo en el chat:

R: Da en el clavo con los cuarentones, a mi quedan dos, pero a ratos pienso como cuarentón, jajaja

M: wuajjaja sí, en hombre atraviesa por una crsis de los 40, en cierto modo es parecido a plataforma

R:mmm sip, plataforma es mas brusco, es como el viaje que uno quiere hacer y que nunca

hizo, para hacer en el fondo lo que nunca hizo, y asi quemar todos los deseos
me gusta mucho houellebecq; igual también la sociedad francesa nos lleva años luz a los chilenos
cuando uno lo lee, uno dice chucha porque nací aca


https://s-static.ak.facebook.com/rsrc.php/v2/y4/r/-PAXP-deijE.gifM:claro, aunque posiblemente para allá vayamos con este exceso de occidentalización al que

hemos sido sometidos
me gusta el autor, aunque a ratos me parezca muy gris

Minutos después deduje que M es muy luminosa, obviamente positiva. 

Cuando la tortura casi silencia al grupo Illapu

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El hombre, con la vista vendada, penetra nervioso en la sala. Sabe lo que vendrá y en consecuencia intenta anestesiarse con alguna imagen.  Una mujer lo insulta. Entre insultos y golpes, la torturadora le reprocha su condición de músico. Luego un señor, menos alterado,  reclama que le entregue la información sobre el vínculo de Illapu con el Mir y los Tupamaros uruguayos.
El protagonista de esta historia levanta los hombros y tartamudea que no tiene idea de ese nexo. La mujer entonces le golpea los dedos con un objeto contundente. La víctima se enrosca por el dolor. Después la mujer le insiste que si no entrega la información, nunca más podrá tocar la guitarra.
El música no sabe qué decir, pues ese vínculo con el Mir y los uruguayos era más falso que abrazo de político en campaña.
Osvaldo Torres, músico y fundador de Illapu, fue torturado por la Sicar de Carabineros en junio de 1976 a un costado del convento Providencia, en Antofagasta.  El vendado Torres tiene certeza de que se trata del convento pues cuando niño le robó higos y tunas a las monjas.
Como resultado de la tortura su dedo anular de la mano izquierda le queda deforme.
El hecho se produce una vez que el grupo está instalado en Antofagasta y mantiene una presencia cultural vaporosa por efecto de la represión vigente.
Meses antes, Illapu desarrolló una temeraria gira por Argentina bajo la dictadura de Videla. Puede decirse que durante el periplo al grupo de los hermanos Márquez los acompañó la suerte; por ejemplo: después de regresar a Chile,  la guerra sucia de Videla, quemó la Peña Latinoamericana de Buenos Aires, el escenario tipo circo donde habían alojado y actuado. Los artistas sobrevivientes, todos con ideas de izquierda, fueron torturados y algunos terminaron desaparecidos.
Luego el conjunto esquiva la caza de brujas de la Operación Cóndor, en el terminal de buses de Mendoza. Después de una breve escala en Santiago,  llegan a Antofagasta con cierta incertidumbre. Aquí la agrupación participa en el Tambo Atacameño.

candombe para José

De esa experiencia en Argentina, la agrupación rescata una idea que luego les llevará alcanzar notoriedad en Chile y el resto del continente.  En pañales  viene la canción candombé para José, que  se transformaría en algo así como el himno de los prisioneros políticos; por lo menos, es lo que dice Torres, desde la mesa de un céntrico café antofagastino.
Torres, radicado en Francia, está desde hace un par de semanas en Chile, como integrante del equipo de producción de una película que trasladará a la pantalla grande la obra de Hernán Rivera Letelier, “Fatamorgana, con banda de música”. El asunto de la película, en todo caso, es otro cuento.
Regresemos a Illapu. Luego de la traumática experiencia como detenido, Torres es dejado en libertad. Su hermano, de 16 años, corre peor suerte y tras un par de años de detención logra salir. Su hermano parte exiliado a Estados Unidos.
Torres retorna al conjunto, sin embargo su vida sutilmente toma otro rumbo.  A través del vínculo de amistad con Susana González, Torres se hace productor del programa de televisión de TVN, que conduce Enrique Maluenda, Dingo Londango.  El show televisivo es la oportunidad para Illapu. El grupo logra en televisión imponer “candombé de para  José” y pronto la canción se pone de moda. La canción se hace popular en todo Chile.
Torres, en tanto, se casa con una francesa en Santiago y parte a vivir a Francia. En Francia desarrolla una destacada carrera como músico y compositor. Por su parte con Illapu, siempre conservó un vínculo de amistad.

Inicios de Illapu

Varios se acercan a saludar a Torres en el café. Reconoce que le faltan días en Antofagasta para abrazar a todos.
Seguimos con Illapu. El músico reconoce que fue quien orientó a los hermanos Márquez hacia la música andina y latinoamericana. Antes, dice, los Márquez desarrollaban un tipo de música de moda en la época. Todo esto fue a principios de 1971, verano, en plena Unidad Popular. El grupo comienza a participar en festivales y de inmediato destaca.
Torres señala el compromiso de los músicos por desarrollar un trabajo de excelencia y en especial, la calidad de los integrantes. Por esos días y además de los integrantes originales, el conjunto recibió los aportes de los músicos Fernando Chepo Sepúlveda y Raúl Mavraki. Todo esto se amalgamó y generó el grupo antofagastino más trascendente en la música chilena de los últimos años.
Animaron tambos y peñas en Antofagasta, hasta que los compositores decidieron radicarse en Santiago. En la capital, ya con un disco bajo el brazo, participan en festivales, hasta llegar, en 1973, al Festival de Viña del Mar.
 De esa época, Torres destaca la humilidad y afirma que no había orgullos. “Nos iba bien; nos escuchaban siempre. Nuestra audiencia crecía...”
Tras el golpe el conjunto sigue tocando con  cierta regularidad a pesar de todo. Luego Torres encamina su relato hasta la gira por Argentina, bajo Videla. Recuerda que tocan en Salta y Jujuy, en lugares inhóspitos a varios metros de altura; en minas; en comunas pequeñas. Por lo menos, en el norte argentino, dice Torres, su éxito no levanta sospechas.
El asunto se complica en Buenos Aires. El conjunto se instala a vivir en la Peña Latinoamericana, lugar donde pasan pellejerías, pero mantienen el aplomo.
La situación es complicada y deciden salir. El resto de la historia ya es conocida. J

Los Pincheiras

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Pasadas las 19.00 horas, cuando el sol comienza a huir del desierto, las puertas y las ventanas del pueblo se cierran de improviso. El silbido del viento se torna cada vez más entusiasta e imprime tensión, incertidumbre al asunto. En ese momento, la imagen es similar a esos pueblos de los western, donde dos guarros bandidos se batirán a duelo. De un momento otro, el viento es tajeado por el ladrido de los perros. Los habitantes de Sierra Gorda, ubicada en la mitad del camino entre Calama y Antofagasta, saben lo que viene; en consecuencia, ni se asoman, pues nadie quiere terminar con la carne mordisqueada ni con ese fastidioso tratamiento de inyecciones antirrábicas.
El horror está aún fresco: el 19 de octubre, cuando amanecía en el desierto, el pequeño gitano Isaac Nicolich, de 1 año y 11 meses, fue tironeado hasta la muerte por los ahora famosos perros salvajes.  
Una vez que la brisa espanta el calor, las desoladas calles de gravilla y asfalto que atraviesan el poblado se llenan de canes. Ahora  los perros son los dueños y señores de este pueblo carcomido por el sol.  Son jaurías de diversos tamaños y colores; sin embargo, hay una que parece dominar al resto. A esta manada, los vecinos le denominan “Los Pincheiras”, pues le atribuyen un arrojo salvaje y un aspecto especial.  
El dueño de un almacén ubicado frente a la plaza reconoce a “Los Pincheiras” por ciertos privilegios para hurgar los basureros de la plaza. Son los primeros y los que comen más.

El gitanito Isaac

Al saber nuestro interés por ir a la animita del pequeño gitano, Ana Ramírez, morena de rasgos finos, advierte que tengamos cuidado con los perros. Pueden aparecer en cualquier momento. La señora es la presidenta de una de las juntas de vecinos y frente a su casa se halla el sitio eriazo donde ocurrió la tragedia.
Mientras caminamos,unos perros amarillentos y debiluchos nos observan. Se ubican a cuatro metros de nosotros y no parecen agresivos. Justo cuando arribamos, la señora Ana divisa a la señora Rosa y la llama. La señora Rosa camina lento sobre la arena. A mediodía, el sol anestesia. La señora Rosa es quien sabe mejor la historia del gitanito, pues presenció, desde la ventana, cuando la madre halló a su hijo.
En ese momento de espera, la señora Ana confirma que en Sierra Gorda hay más perros que humanos y, lo peor, que tienen más poder.
El pueblo, con la población flotante producto de la minería, no supera los mil habitantes. La señora Ana respira y luego afirma que los perros son lanzados a la zona por gente “mala” que transita entre Calama y Antofagasta. “Tirar un perro es como lanzar un pequeño demonio”, comenta.
También dice que es necesario sumar a los perros abandonados por faenas mineras cercanas o empresas que hacen trabajos temporales.
Reconoce que de tanto fue el cántaro al agua, ahora es partidaria de la eliminación de todos los canes, al igual que varios habitantes del lugar; seguidamente gesticula y dice que están atados de manos, pues en el país “los perros tienen más derechos que las personas”.
La señora Ana  nos pregunta de dónde somos; luego, la otra señora, Rosa, hace un movimiento de cejas, y después cuenta.
En la animita hay una cruz donde cabe una campanita hecha con pita. En una lámina de cobre está grabado el nombre del niño. La animita fue hecha por la gente del pueblo; pues los gitanos huyeron una vez que sucedió la tragedia.
Lo que más impresionó a la señora Ana fue la imagen de los perros lanzando al aire el cuerpo del niño; parecía un muñeco, dice. Aclara que no alcanzó a hacer nada.
El niño, que estaba recién caminando, no sobrevivió a las heridas.
La mujer de ojos pequeños recuerda a un perro en particular que llevaba la batuta. Dice que es el can al que temen humanos y perros.
-Era el macho alfa -complementa la señora Ana.
A las señoras les consulto dónde ubicar a “Los Pincheiras”. Una de ellas indica arriba, en el basural o el cementerio. Miro hacia arriba y veo puro desierto. Por el calor, los perros deben estar durmiendo. Insisten que tenga cuidado.

“Los Pincheiras”
Subimos por un camino de tierra a 20 kilómetros por hora. La ruta se pone sinuosa y espesa. Nos proyectamos enterrados ahí, al alcance de “Los Pincheiras”. A esas alturas elucubramos a la jauría como perros deslavados, flacos, similares al can que vimos hace minutos atrás. Es difícil imaginar lo que viene.
No vemos ningún perro en la ruta.  Seguimos al basural. Nos subimos sobre una loma y comenzamos a silbar y a decir frases como “perrito, perrito, venga, perrito”; no encontramos respuesta. “¿Y si son perros imaginarios?”, se pregunta el conductor.  Es claro que es un pueblo insolado.
Nos reinsertamos a la ruta y continuamos hacia el cementerio. Un señor que va en su vehículo a botar basura nos dice que una parte de “Los Pincheiras” anda cerca del cementerio y nos insiste sobre el peligro. Nos sonríe el rostro cuando divisamos que esos bultos sobre la arena son canes.
Recostados baja la sombra que proyecta una muralla de adobe, reconocemos a quienes llaman “Los Pincheiras”. No parecen quiltros. Hay unos diez perros anestesiados repartidos en el sector y semejan pastores alemanes, algunos más peludos que otros y la mayoría de pelaje oscuro. Son perros grandes, fuertes. Están bien alimentados, como si tuvieran dueño. Calculamos que dos de esos te pueden dejar a mal traer.
Nos estacionamos a unos diez metros de los animales. Caminamos hacia ellos, hasta que uno se levanta y nos sale a recibir. El perro que debe ser el alfa del que hablan todos hace un gesto como si olfateara el aire. Llegamos a un punto límite. Estamos entre medio de los perros y el auto.
Luego sucede algo inesperado. El que parece líder de “Los Pincheiras” se echa atrás y camina. Lo sigue un par de perros. Otro animal, el más lanudo y grande, se queda observando la escena junto a otro grupo de perros. El conductor me dice que quizás éste sea el alfa y no el otro; éste parece más grande y nada amigable. Me acerco dos pasos y el can se para y me mira fijo, sin musitar nada. Calculo lo distancia entre auto y perros y prefiero retroceder. Una vez que echamos andar  el auto, todos los perros se mueven a paso lento.
El señor del auto, que ahora viene de regreso, se detiene frente a nosotros y dice que este grupo de perros es el más feroz. Afirma que nadie camina solo por ahí y que ahora, después de lo del niño -dice el hombre abriendo los ojos-, estos perros están cebados con la carne humana. La tesis del señor es que fueron abandonados por alguna faena minera y lograron sobrevivir en el desierto, pues si hay algo que hoy tiene el desierto, además de cobre, es basura; demasiado alimento en descomposición que botan las faenas.
Al bajar nos reencontramos con la señora Ana.
-¿Y qué tal “Los Pincheiras”? -nos dice.
Medio en broma, medio en serio, le avisamos que aún estamos enteros.

El nuevo Jesucristo era chileno, según peruanos

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Un tocopillano casi desconocido por estos lados, es considerado por su grupo de adoradores en Perú y Argentina como el último profeta enviado por Dios a la Tierra. Alfa y Omega, según sus discípulos, es comparable a Jesús, Buda o Mahoma.
Nuestro protagonista,  al parecer,  logró línea directa con el cielo; incluso publicó los planos, tipo mecánica popular, sobre cómo hacer un platillo volador. Basta decir que el señor Luis Antonio Soto Romero, (en el canal de televisión Nat Geo lo dan como nacido en Antofagasta), vivió entre 1931 a 1978 y  escribió alrededor de 10 mil manuscritos; es decir, una especie de nueva Biblia.
 Hoy,  Alfa y Omega, quien al parecer todavía influye en alguna galaxia muy lejana, mantiene en Perú una iglesia que es liderada por el hermano Eudelio Martínez, un gurú comparable al apóstol Mateo de Jesús.  Fue el hermano Eudelio quien desde Lince, Perú, nos contestó. “Las respuestas a vuestras preguntas, las hago desde un punto de vista cristiano, filosófico, cultural y espiritual; porque el Alfa y la Omega es Dios y Dios es el Alfa y la Omega”, dice el hermano Eudelio, convencido.
-¿Cómo se puede definir al maestro, señor, cómo un enviado de Dios, o un enviado de alguna civilización extraterrestre?
-Cuando se estudia, se analiza, se profundiza y se escudriña el contenido filosófico de la divina revelación Alfa y Omega, con inteligencia y a conciencia, se llega a la conclusión de que el hermano Luis Antonio Soto Romero, es un divino enviado de Dios. Él nos trajo la nueva luz intelectual en el conocimiento de las cosas conocidas y desconocidas en el conocimiento humano en constante evolución expansiva y espiritual.

a la altura de Jesús
-¿Luis Soto Romero está a la altura de Jesús, señor?
Así como en el pasado terrestre; al Divino Jesús lo llamaban de diferentes formas: el galileo, el nazareno, el hijo del carpintero, el gran rabí y la gente del mundo antiguo no se daba cuenta que estaban frente del mismo hijo de Dios, el Alfa y la Omega; ahora la historia se repite para asombro y sorpresa de la actual generación; el hermano Luis Antonio, es el mismo divino Jesucristo en retorno glorioso y triunfal; tal como él mismo lo prometió en el pasado terrestre cuando ascendió a los cielos; él vuelve a la tierra para concluir su grandiosa y trascendental obra revolucionaria de paz, amor, verdad y justicia divina para toda la humanidad terrestre.
-¿Y cómo regresa; imagino una estrella de pop?
 -Él viene esta vez como un divino juez de jerarquía solar; con poderes inauditos tales como mandar a los elementos vivientes de la naturaleza; para llevar a cabo un divino juicio moral a toda la humanidad; para juzgar a razas y naciones; para juzgar a los vivos y a los muertos.
-Siga...
 -Para restituir el orden de  todas las cosa mal hechas por los hombres pecadores y mortales en prueba de vida planetaria y para dar inicio a una nueva y portentosa era que será conocida: como la era del milenio de paz o la era de los cielos abiertos; la era y locura de los viajes intergalácticos en las deslumbrantes naves plateadas, que la humanidad terrestre a dado en llamar: los ovnis o platillos voladores.

Plano de Ovnis
-¿Señor, es cierto que hay un manuscrito sobre cómo armar un ovni?
-Sobre el origen, la construcción y la misión de las deslumbrantes naves plateadas que la humanidad terrestre ha dado en llamar: los Ovnis o Platillos Voladores; quiero decirle que dentro de los 4 mil divinos planos telepáticos, dejados por el divino maestro Luis, en mi hogar, hay 300 planos en donde el divino creador, en su  infinita Sabiduría y Perfección, revela y explica, que las naves plateadas (Ovnis) se construyen en Ciencia Solar.
 Los constructores de estas deslumbrantes naves plateadas, son los hijos mayores de Dios; conocidos también como los padres solares o ingenieros galácticos; ellos con su divino verbo solar construyen estas divinas naves por toda eternidad.
-¿Qué es el divino verbo solar?
-El divino verbo solar es el don o poder, o capacidad mental de hacer las cosas  más colosales en la unidad más microscópica de tiempo; es decir, que los padres solares, piensan y materializan la idea; lo que el hombre terrestre conoce por magia, milagro o ilusión óptica; en el pasado terrestre; el divino Jesús demostró su divino verbo solar: transformando el agua en vino, devolviendo la vista a los ciegos, haciendo caminar a los cojos, resucitando a los muertos y multiplicando los panes.
-¿Ahora, qué dice el maestro Soto del fin del mundo, es a fin de año cómo lo pronostican o tiene otra fecha?
-El fin del mundo anunciado y profetizado en todas la Biblias del mundo, no es el fin ni la destrucción física de nuestra morada terrenal; porque Dios, el divino creador no destruye su obra, ni permite que otros se la destruyan; el fin del mundo correctamente interpretado, se refiera al fin del mundo materialista.
-¿Cómo señor, explíquese bien?
-El fin del mundo que fue creado en base a las leyes del oro, fin de un mundo ilusionado, ambicioso y acaparador; fin de un mundo que se rige por las leyes del oro; fin del sistema de vida capitalista; fin de un mundo que no tomó en cuenta para nada, las divinas leyes y mandatos del único Dios viviente que da y quita la vida; así como cayeron los imperios faraónico y romano, así esta vez caerá el sanguinario imperio norteamericano; y luego viene la unificación de 108 países o naciones llamadas subdesarrolladas; para dar inicio al nacimiento y la formación de la más grande potencia jamás vista en este mundo.
 Luego, el señor Alfa y Omega, explica que este  mundo será conocido y reconocido por la generación del futuro como el mundo de la trinidad o el glorioso tercer mundo; cuya doctrina la envía el padre eterno, y la presente generación ya le está conociendo y reconociendo como la divina revelación Alfa y Omega; que es en realidad una doctrina ciencia, que lo revela todo, lo explica todo y lo juzga todo.          

El arca de Palomino

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Una vez que el predicador le dice que los gringos lanzaron en Japón la más terrible bomba que el mundo imagine y que ahora mismo hay que arrancar hacia los cerros pues en las próximas horas se vendrá el diluvio que transformará el desierto en un mar de pura agua bendita del señor; Palomino, quien ya imaginó ese momento y en consecuencia reparó la vieja y roída embarcación de palo estacionada sobre el ripio de la oficina Santa Luisa, hasta transformarla en una suerte de arca para preservar las especies, comienza de manera nerviosa a subir los animales y bichos que fondeó en su patio, casas abandonadas y cajitas de lata.
Palomino juega a ser Noé en medio de la nada.
Justo antes de que comience a garuar, el hombre viendo perderse detrás de los cerros a quizás la última familia del pueblo y con un persistente dolor en un costado de la cara por una sinusitis mal cuidada, piensa en comenzar una nueva vida; lejos, con otro personajes quizás, sin dolor y con otra historia.
Palomino quiere desaparecer por un rato de su mundo.
Y luego regresar quizás al mismo campo del sur, donde corrió descalzo cuando niño.
Lo otra posibilidad es no sobrevivir.
A la 6 de la tarde el frío aprieta las carnes hasta casi la inmovilidad. La garúa da paso a la llovizna. La camanchaca cae espesa sobre los cerros y se filtra por los extremos del caserío como algodón desvencijado. El cielo permanece tapado por una madeja de nubes grises. Puede decirse que lo más extraño es el ruido que emiten las aves al volar de mar a cerro; son graznidos medios desesperados, agudos.  La pareja de asnos que había reunido Palomino desde que dibujó el apocalíptico escenario golpean sus cuerpos entre ellos o contra las latas.

El hombre inicia el embarque con los perros.

La semana anterior, abajo, en la caleta de Paposo se había producido varazones de jibias y de unos raros peces plomizos, no tan grandes y  forma de boomerang, conocidos a lo largo de estas costas como kalules. Fue un tal Alcides, chango de Paposo, quien por primera vez le habla a Palomino  sobre el mito del kalule.
La historia del kalule no es muy conocida. Sin embargo, quienes saben de ésta, la mayoría pescadores ancianos o gente ligada a Paposo, temen que alguna corriente o cualquier otra marea regrese al pez. La última vez que varios de estos peces, de carne blanca y espinas blanduzcas, cayeron en las redes de los pescadores fue meses antes de concluir la Primera Guerra Mundial, justo cuando los alemanes inventaron el execrable salitre sintético que de un día para otro, desnutrió a toda la pampa.
Podría decirse que los kalules estaban casi botados en Paposo. Palomino cargó su carreta con pescados y subió por el empinado camino en zigzag. Una vez, arriba, en la quebrada y bajo el enjambre infinito de estrellas, Palomino se siente afortunado de haber conseguido la comida suficiente para alimentar a sus animales en caso que se produzca el final. Para el chango Alcides el cargamento de kalules es similar a uno de dinamita. Esa noche había luna llena y el mar parecía iluminado. Luego de darle de beber al exhausto caballo, Palomino comió algo de charqui y observó el océano con la intención de divisar algún submarino alemán.  Durmió un rato y por la madrugada, cuando amanecía, siguió hacia Santa Luisa.
La llovizna se hace intensa.
Ahora los charcos se transforman en pozas. Palomino sube al vigésimo segundo perro y deja para al final a Mussolini, el lanudo quiltro negro de tamaño mediano, algo rechoncho y patas breves.
El imperturbable Musso, con el pelaje brilloso por la lluvia, sigue a su amo que ahora va a desamarrar al trío de jotes, a los que Palomino llama los SS por su pelaje plomo.
Gracias a la Segunda Guerra Mundial, la actividad en la salitrera Santa Luisa había revivido un poco. Antes que Chile declarara la guerra al Eje, todos los países en conflicto importaban salitre para fabricar pólvora; después, en cambio,  la producción sólo iba para los británicos a quienes casi se les regalaba el salitre. Así, había que trabajar gratis para ellos o irse a la punta de cerro y esto, sumado a los maltratos añejos de los británicos hacia sus obreros en las salitreras de principios de siglos,  provocó que la mayoría de los obreros del cantón de Taltal simpatizara con los Nazis de Hitler.  Sin embargo tras el cese de las hostilidades en Europa, las importaciones de salitre se atenuaron y la gente, que ya sabía de éxodos y penurias, de inmediato agarró sus cachivaches y se largó hacia las salitreras ubicadas al norte de Antofagasta o hacia Taltal, para embarcarse al sur con la incertidumbre de no tener claro que iba a pasar con el mundo.
En un lapso de dos semanas había más perros que personas en Santa Luisa.
Al final quedaron: el predicador que iba y venía de Taltal, una familia cuyo hijo menor estaba enfermo y por esto no podía irse y  Palomino, nuestro protagonista de una edad superior a los 50 años, de estatura media, cuadrado, y de quien se sabía que alguna vez tuvo una familia. El mito decía que ahora Palomino se follaba a las ovejas y las chanchas. Palomino por casi 20 años había trabajando en la chanchería de Santa Luisa, a veces como matarife; quizás esta razón, de convivir con los cerdos, generó rechazo social en un pueblo chico, donde todos se conocían las historias pues no había más entretención que la vida ajena.
A esas alturas, el predicador era quien le iba narrando los avatares de la guerra, en consecuencia para Palomino era trascendental conversar con éste. En los buenos tiempos el predicador iba una vez a la semana a Santa Luisa desde Taltal, con el propósito de ver a su grupo de seguidores. Después las visitas se fueron reduciendo hasta una vez al mes.
El problema era que el predicador, también forofo nazi, interpretaba la historia a su modo. El hombre hacía una mezcolanza absurda pero creíble para gente aislada como Palomino; así los nazis venían a ser el pueblo elegido por Dios, y con su derrota a manos de los comunistas ateos y los capitalistas que vendían hasta su madre, provocarían mi hermanito, así le decía a Palomino, la ira de Dios y con esto un diluvio, el mismísimo apocalipsis ¿Me entiende? Palomino lo miraba con atención con sus ojos color marrón pero fríos como el hielo y pensaba en tener pronto reparada el arca; su arca para salvarse con sus animalitos.

El golpeteo de las gotas del cielo sobre las calaminas oxidadas, extiende esa contradictoria musicalidad que puede resultar bella al oído, como también reflejar el achaque de algunos que en un  momento, cuando en Santa Luisa los niños jugaban a ser marinos en el barco de madera,  vieron empaparse sus enceres hasta la inutilidad.  Por esto en Santa Luisa,  a ese tac, tac,  le llamaban la música triste; la música de los aluviones.
Palomino agarra los dos jotes medios famélicos, los SS, y los lanza en el compartimiento para las aves, que está frente al de los gatos.
Ahora Palomino va por las gallinas.
El último aluvión en la salitrera había dejado siete muertos y una veintena de desaparecidos. Calaminas, catres y en enceres fueron a dar a Paposo, cuyas callejuelas se inflamaron con ese barro infame que finalmente escurrió hasta el mar y lo tiñó de café, como la mierda. Lo peor fueron las piedras gigantes que arrastró el barro desde los cerros y que a su paso destruyeron casas.
Eso había ocurrido hace quince años y ahora parecía repetirse la historia.
A las 8 de la noche, en las lagunitas ya flotan unos juguetes de lata. Las 30 gallinas y un par de gallos, que Palomino les llama el ejército francés, quedan al lado de los jotes y frente al gato Franco.  Palomino tiene muy claro que las gallinas le darán de comer.
Queda el asno Stalin, una chancha preñada que le llama  la señora Churchill, una pareja de lechuzas que denomina las Stuka, una zorra que también parece preñada a quien le dice la Reina Isabel, unos ratones en una caja que denomina la Línea Maginot, el guanaco Roosvelt, el caballo Gobbels y una serpiente albina que nadie sabe porque apareció en la quebrada de Paposo, pues nunca nadie vio serpientes, a la que denomina como la serpiente Hiroito.
El resto son insectos en cajitas de lata.
Es poco lo que puede ver, así que enciende una lámpara.
Cuando no las espera, Palomino escucha las voces.  A Palomino, con los talones metidos en el barro, se le dibuja una sonrisa.  Musso ladra. El hombre observa sin que lo puedan ver y comprueba que es posible acercarse, o mejor dicho, que ese hombre joven empapado de pelo claro  y su mujer  más bien una adolescente muy delgada, deberían ser los protagonistas del arca. Y todo comienza a calzar.
Antes que se produzca el encuentro, Palomino piensa en su abuela y su madre a las que dejó en el sur hacía más de 30 años y en ese hombre de familia que nunca logro ser, a pesar que tuvo una mujer y tres hijas que se fueron mucho antes que comenzara la guerra. Palomino no quiere entender la razón del abandonado, pero en parte sabe que él no funcionó por una grieta en su existencia.
A veces Palomino siente miedo del Palomino matarife y por eso se deja llevar por la perorata del predicador.
A ratos duda que el arca más que una salvación sea una excusa para matar el tiempo o un juego. Quizás el juego no le entregue una segunda oportunidad y lo que es peor, termine matándolos a todos.
Es una pareja que viaja buscando cosas por las salitreras abandonadas. Son Julio y Sofía y están empapados.


Palomino los invita a alojarse en el arca.  Julio y Sofía no cuestionan nada por cansancio y entran con un expresión rígida,  casi como estatuas. Chocan con algunas cosas por la falta de luz y por lo reducido del espacio. Palomino les enciende una lámpara, les entrega una frazada para abrigarse  y les indica un lugar; luego baja  a su casa para calentar agua en un fogón.
-¿Le tienes miedo?- dice Julio a Sofía- ¡Estás asustada del viejo!
-¡Calla mejor! No sé dónde estamos, pero el viejo nos está ayudando y eso es bueno- responde Sofía mientras se desprende de la vestimenta húmeda.
-¡Te dije que no nos viniéramos a la costa!- le reprocha Sofía a Julio.
-Mañana, después que pase esta lluvia, deberíamos seguir a Taltal- responde Julio quien ahora está acomodado sobre unos sacos, al lado de Sofía que a ratos tirita.
Sienten que Palomino sube y aparece ahora con dos tazas con té caliente y un plato con pescado ahumado.
Ambos beben y comen en silencio.
-¿Qué los trae por acá?- les pregunta Palomino oyendo un leve gotear en el pasillo.
-Es culpa de él. Responde Sofía y mira a Julio, y esa voz tenue, tímida, le hace olvidar a Palomino el ruido de las gotas al caer, y piensa con la cabeza gacha que sería bueno que no estuviera el joven. –Nos habíamos perdidos y llegamos acá,  venimos de la oficina Alemania y queremos ir a Taltal-, responde Julio.
-Escuchen, pasaremos la noche acá y mañana les explico cómo llegar- les dice Palomino, para tranquilizarlos. Nota a ella nerviosa pues no dejaba de mover un pie y no sabe si era por efecto del frio o los nervios. Permanecen callados por un rato y luego empiezan a hablar de nuevo. Palomino les pregunta por la guerra y Julio le dice que han ganado los aliados y que los nazis son la peor especie. Palomino lo mira y frunce el ceño; luego exclama: aquí todos somos nazis. Luego se produce un silencio entre ellos que contrasta con el ladrido de los perros. A Julio no le cabe duda sobre la afirmación del hombre pues al entrar vio al costado del barco una suástica dibujada con carbón.
-Acomódense sobre la paja y que pasen una buena noche, adiós-  dice Palomino a los jóvenes.
Una vez que Palomino sale, Julio le dice a Sofía: -creo que me habría preferido morir congelado que tener que tratar con este viejo loco que se cree Noé-
Sofía, en cambio, piensa en la posibilidad de ser violada y eso le genera terror.
Musso entra al arca y Palomino cierra la puerta. Palomino que había entregado su habitación a la pareja, se sienta en el pasillo y abre una botella de agua ardiente. Debajo de él, se instala Musso. Al tercer vaso, Palomino se pone de pie, camina y se instala a observar a  Adán y Eva.  Julio parece dormido, mientras  Sofía sigue tiesa y no hace ruido. Luego revisa a los animales. Saca a Hiroito de donde los perros y estos se calman. Se sirve el cuarto vaso de agua ardiente y piensa en algo para golpear al hombre.  Es medianoche y la nave se zarandea suavemente. El movimiento genera ruidos en el ejército francés. Palomino tiene la botella en la mano y en la otra un fierro.
El hombre bebe un sorbo y lanza una carcajada.  Es pasada la medianoche y la mujer espera. Sofía tiene las manos apretadas y hasta ha perdido el frío. Julio duerme.
Las maderas crujen. De la nada, el barco comienza a moverse. En un par de minutos el barco avanza, como deslizándose. Sofía no se percata del meneo ni le toma atención al ruido que emite la fricción de la navecilla con la tierra mojada, pues sigue con la mente estacionada.
Palomino se ubica junto a Musso en una zona donde todavía hay maderas secas, y se afirma. El arca, que parece una caja de zapatos, se mueve con más velocidad. Sabe que por delante viene lo peor. No tiene muy claro si la embarcación resistirá el embate del océano. Al ver las filtraciones, duda de todo. Imagina a Paposo cubierto por el mar y eso lo deja más tranquilo. Siente que el arca golpea algo, como un cerro o algo así;  se detiene y  luego pasa. Tiene fe.  Dios lo ayudará; porque Dios protege a los nazis como él. Palomino imagina que en unos minutos más el mar subirá hasta su posición y el arca flotará tranquila, y él mirando el horizonte podrá formar una familia con ese regalo que le envió Dios a  la mismísima arca; piensa en eso, cuando siente el estruendo. Como puede se para y  ve la roca sobre el asno Stalin, que está casi muerto si no fuera por el movimiento de uno de sus ojos; el ejército francés revolotea, mientras Musso salta por el forado que dejó la roca. Otros animales que no distingue alcanzan a escapar,  sólo ve que un perro tiene a una desplumada gallina en el hocico. No alcanza a buscar alguna solución, pues luego siente otro estruendo detrás de él, como si la roca le hubiera rozado el espinazo. Esta vez otra roca gigante da en un costado de la nave y levanta como balancín la otra mitad. Palomino, mientras va quedando patas para arriba, escucha el grito de la muchacha y alcanza a ver su mano pequeña intentando aferrarse de la madera. Palomino ve que el caballo Gobbels se le viene, se cubre el rostro y la oscuridad se le vuelve espesa.

el alma al diablo

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Para los cristianos, el diablo existe y engaña con cosas como éstas:   yo te daré esto, pero quiero tu alma a cambio ¿Me entiendes pequeño y diminuto aspiracional? Puede aparecerle el diablo cuando usted solicita un préstamo. Usted logra unas lucas, a cambio señor: hipoteca su futuro; ahora será un hijo del diablo ¿Entiende? Con ciertos países de Europa sucede lo mismo. Europa se declaró recesión por efecto de los problemas económicos de Grecia, España e Italia. El tren que parecía perfecto de la Comunidad Económica Europa (CEE) se desbarrancó hace rato (ver en Youtube el documental “Catastroika”). Hoy, las máquinas que transportan la carga son Alemania y Francia, los dos grandes; así, por lo menos, parece desde lejos. Es decir, las decisiones de Atenas, Madrid o Milan, se toman en Berlín o París.
Sin embargo quienes están detrás de Berlín y París, son banqueros o instituciones financieras con quizás que origen. Por esta razón, las medidas para salvar la crisis, son verdaderas bombillas que lo absorben hasta la pelusita minúscula. Al final un par de señores, se adueñan de los sueños de los varios millones de habitantes de los tres países. Sin embargo los griegos, españoles e italianos no son burros ni asumirán así como así ser  los marginales del feudo; a pesar del destino.
Bien sabemos de este tipo de capitalismo dictatorial en Chile; impuesto de todos modos por la fuerza de la coyuntura histórica (leer La Doctrina del Shock de Naomi Klein). Es decir, Chile asumió un tipo de capitalismo por obligación al costo que fuese. Pasó mucha agua bajo el puente tras la década del 70 en nuestro país, no obstante ahora podemos decir y en esto hay consenso que la distribución de la riqueza es escandalosa; que las isapres hicieron el negocio del siglo con la salud; que los bancos echan a volar luces para que caigamos en sus trampas usureras; que las AFPs juegan con nuestros ahorros. Sin embargo no todo es tan malo, dicen los señores políticos. Y de paso, parte de los políticos de nuestro país estancan las reformas económicas pues deben responderles al infierno.
Señores españoles, griegos e italianos, la recomendación es a estudiar bien a Chile para buscar una solución a sus dramas; de lo contrario terminaron amarrados como nosotros, los esforzados y buenos chilenos.


El carrete de Nelly con los dinosaurios del punk

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Esta historia podría estar a dedicada al viaje de amor por Inglaterra entre una antofagastina y un estadounidense; sin embargo sucedieron hechos que le inyectaron un matiz distinto al asunto. Puede decirse que la pareja, ambos fanáticos del rock alternativo, estuvieron en el lugar preciso y en el momento preciso.
Nelly Segura (22), estudiante de pedagogía en inglés en la Universidad del Mar de Antofagasta, poeta, fans de Sex Pistols y Joy Division, juntó durante un 800 mil pesos para encontrarse con su amor gringo que conoció en internet, en Inglaterra.
Jeffrey (27), periodista, oriundo de un perdido pueblo de Arkansas, en Estados Unidos, fans de Sex Pistols, entre otras bandas, se embarcó a Londres para conocer a la chica que le enviaba canciones de Morrisey.
Ella le dijo que iba a ir a Inglaterra y el respondió, que la acompañaría. Ahí comenzó todo.
Nelly arribó a Madrid, donde el ambiente estaba pesado. Los españoles la miraron de abajo para arriba, antes de timbrarle el pasaporte. Después apareció el senador Guido Girardi, con su familia, a quien Nelly le gritó: ¡Y tú de vacaciones, mientras está la cagada con la educación en Chile!
En Inglaterra, vino el relajo. Con Jeffrey se encontraron en Manchester, donde estuvieron casi una semana sin dormir, además de ver un vivo un concierto de Morrisey. Luego vino el puerto rancio de Liverpool con sus gaviotas sucias y los lugares donde comenzaron los Beatles. Siguieron pueblitos al norte de Inglaterra, hasta arribar a Londres.

London calling
En Londres, sucedió lo inexplicable. La pareja estaba buscando un lugar donde tomarse una cerveza y pasar el rato; hasta que halló unos carteles, tipo flyer, adheridos a una pared que invitaban al estreno de un documental sobre los forjadores del punk. El asunto era con invitación; pero igual el negro tipo rasta de la puerta los dejó entrar.
El lugar era un cine viejo, algo húmedo, parecido a lo que era el ex cine Gran Vía.
Sin quererlo, el gringo con la antofagastina se metieron en el lugar preciso. Al primero que vieron en la sala, que más bien estaba adaptada como pub, fue a Mick Jones, guitarrista y leyenda de The Clash. Nelly lo describe como flaco, pelado y algo, curco. Mick les sonrió.  Más allá estaba sacando fotos la hija de Ian Curtis, por lo menos es lo dijo Don Letts. Dentro de los presentes estaban las señoras The Slits y el bajista de Siouxsie.
Don Letts, el mismo DJ involucrado en el surgimiento del punk, le ofreció marihuana a la pareja.
Luego de esto, comenzó a rodar la película, que trataba sobre los inicios de The Clash.
La pareja se sentó.
-Sí, es el mismo le respondió el a ella-
A Nelly le vino como una corriente que la traspaso de la punta del pelo a la uña de los pies. La sorpresa es que al lado de ambos estaba el sir rubio Paul Cook, baterista de Sex Pistols. -Hola, le dijeron. El tipo le sonrió. La pareja había cumplido su sueño.

El Che Guevara de la chatarra

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Este Che Guevara, oscurecido por la sombra de una gastada calamina, reconoce que está triste. En los últimos días le anunciaron la suerte que correrá el territorio que lo ha cobijado por ya casi 30 años. Apoya su cuerpo en un desguazado jeep celeste, y con la voz quebradiza indica que por allá, en un lugar donde las latas entrecortan los cerros mustios, comenzarán a edificar la nueva población, pues la ciudad crece. Ese proyecto inmobiliario le significará algo parecido a una patada en el traste y esto, tiene a nuestro Che desgastado y melancólico.
Le digo que se relaje y desahogue; que esta visita le servirá como una terapia. Me mira como lo haría un simio descubriendo un rostro humano. Al parecer, le agrada la idea. Caminamos hacia el interior de las latas, por un sendero que parece campo minado. Hay diminutos bichos que se escabullen por uno que otro tubo huacho.  
El pasillo de tierra es extenso y las barreras suman; a veces hay que saltar como sapo en un charco. De una lavadora tipo cilindro, surge un perro pequeño. En medio de una madeja de alambres gruesos hay otro perro. Cada tanto aparecen perros y gatos; esa es la norma. Ambas especies parecen convivir en paz. Más allá, hay un esqueleto de pelícano; pudo ser comida para los perros y gatos.  El mar está a varios metros de ahí, yendo hacia abajo.
Nos detenemos. El hombre ahora con la vista puesta en un cáctus San Pedro que supera con largueza el metro 80 de altura, dice, seguro, que dará la pelea para quedarse en su territorio, pues de algún modo, debe hacerle caso a la terquedad de su apodo. Ríe, luego acaricia la cabeza de otro can de hocico corto y risueño que nos sale a recibir. Ahora este Che, renovado, dice que dará la pelea especialmente para resguardar a sus animalitos. Imagino que se refiere a otros perros, más grandes “Vamos a ver a mis animalitos”, me invita.
 -¿Y cuántos años tiene el cáctus?
-Por lo menos diez, responde sonriente.  

Hugo León, 65 años, tres hijos, separado, cambió Limache por el norte por un asunto de oportunidades. En la década del 70, Mejillones era una playa; una especie de caserío sobre la arena, con uno que otro campamento gitano al estilo de la teleserie Romané; nada que ver con la actual e industrializada ciudad.
Pronto el señor León descubrió en las latas su lugar en el mundo. Así, nuestro protagonista juntó latita tras latita por los recovecos del pueblo y se hizo su plata, hasta que comenzó a engordar y se compró un auto.
En la camioneta tipo Padre Hurtado, la empresa se lo hizo más fácil y ganó comodidad para trasladar la morralla. El asunto ahora era dónde dejar los cachivaches. El señor entonces fue depositando la chatarra en un terreno ubicado varios kilómetros afuera de la ciudad, en pleno desierto. Imaginó, equivocándose, que nunca la ciudad iba a llegar hasta allá.
Hoy, sin embargo, el Che acepta que  la ciudad terminó por darle alcance.
Con el tiempo, el negocio del limachino prosperó y rápido consiguió el amor. Así, el señor armó con calamina y chatarra su casita. Nacieron los hijos; mientras la chatarra se fue acumulando como enredadera por los costados del hogar. En el jardín, en vez de plantas había alambres; y, en vez de hojas, había pernos. A veces, no era necesario ir a buscar fierros a la ciudad; estos le iban llegando solos.
El hombre compraba y vendía. Sus hijos crecieron. Un día se separó de su mujer, y ese momento, reconoce, fue el origen de sus dramas. Los últimos años los ha pasado solo, con sus animalitos, y con una depresión que se va hinchando como globo de helio. A veces, reconoce, le gustaría reventar; más aún cuando los señores le dieron un breve plazo para desalojar el terreno.

La moto del Che

La caminata por la selva chatarrera continúa. En este cementerio de metales, un colchón desvencijado descansa sobre un Fiat 600 del año 60; unos gatos observan desde un depósito de lavadoras; unos tubos de metal oxidados parecen chimeneas de barcos  y la carrocería de un auto al revés permanece equilibrada sobre lo que pareció ser un bus de pasajeros. Son 24 autos, algunos de pura lata y otros a medio tejer; junto a ellos conviven un par de buses. Una antigua motocicleta sobresale de la maraña.
 -¿Lambretta o Vespa?
 -Lambretta, responde el señor arreglándose la boina. Elucubra que la moto debió andar hasta los años 80, pero puede rescatarse todavía. Con el “todavía”, pone cara de duda. Aquí todos los autos pueden rescatarse, responde, y le pregunto si ha visto el History Channel, donde compran y venden antigüedades.
No ve mucha tele, aclara.
Le consulto si es la moto del  Che. León, hace como si dudara, reconoce que con esa Lambretta el revolucionario, no habría llegado ni a la vuelta de la esquina; ¿pero nueva?, dice que quizás podría haber andado en la ciudad, y luego se toca la barbilla como filósofo buscando el sentido de la vida.
Miro alrededor, y no parece haber solución para nada. Los tipos de History Channel podrían ofrecerle algunos dólares por la moto. La Vespa año 55, parece en mejores condiciones. Con ésa, dice el Che podría dar la vuelta a la esquina, pero continuaría a pie dice. Aclara que no son motos de largas distancia.
Una gaviota que sobrevuela nuestras cabezas parece reírse con los chistes del Che. A unos metros de allí, ya se puede apreciar el blanco y negro de un grupo de vacas.
A corta distancia, los animales parecen algo estropeados, pero conservan su buen humor. Casi como todos nosotros, casi como la vida misma, casi como el Che.
 En el corral sobre la tierra convive un toro flacuchento con tres vacas; más allá hay un par de cabras y una que otra oveja. Una vaca se acerca, la matriarca, dice el Che, y el hombre le acariña la cabeza. El animal se vuelca hacia este periodista, y desenfunda su lengua larga sobre la libreta donde escribo esto; quizás le dio hambre la libreta.
El señor me corrige, eso quiere decir que la vaca me está dando la bienvenida.

vacas cartoneras
El Che mira a sus animales, y dice que los tendrá que arriar hacia un terreno, más arriba, que le concedió el gobierno. Miro por el lado y se ve un insufrible desierto.  Dice, apegando la pera al pecho, que en estos momentos sus vacas son lo único que le importan. Recalca que la chatarra no le interesa, sino que las vacas.
-¿Y al torito flaco no le puso Fidel? El Che me mira y se ríe.
Agarra un trozo de cartón y se lo da a una vaca.
-¿Cartón?
-Sí señor, son vacas cartoneras- contesta, y luego afirma, sonriente, que dan leche en caja tetra brick. Entiendo: son las vacas tetra brick. El hombre asiente con la cabeza.  Luego aclara que todas mantienen su control sanitario.
Unos metros más allá, el Che abre un depósito, algo así como un contenedor de basura y me invita a que mire. Adentro hay pan podrido y moscas. El aroma no es el mejor. Es el alimento de los animales, repite. Es decir, las vacas comen pan podrido y cartón.
-¿Y por qué tiene a las vacas, señor?
-Porque soy del sur, de Limache, y siempre me gustó tener animalitos. Yo no las tengo para comerlas ni para que me den leche, sino para quererlas aunque me cuestan su mantención.
Ahora el Che, parece taciturno; como preso de un mal recuerdo. El hecho de separarse de las vacas, de cambiarlas de lugar, le provoca la mala onda.
Mientras me cuenta que un gringo hace poco le ofreció un precio de huevo por un jeep,  el Che de Mejillones se para en el medio de la chatarra y se toma el rostro. Un lagarto se cruza por el horizonte.
Le pregunto si tiene algún problema. Dice que el gobierno le dio de plazo un par de semanas para deshacerse de toda la chatarra. El rostro se le retuerce cuando piensa en la posibilidad de perder sus 20 toneladas de chatarra que acumuló en los últimos 30 años ¿Y los perros?, se pregunta ¿Qué sucederá con los perritos? El Che me toma el brazo y me invita a caminar hacia las puertas de su propiedad. Dice que esta visita ha sido como una terapia, pues nadie quiere escuchar sus dramas. Sólo mis animales saben como estoy sufriendo, dice.
Luego de estrecharme su mano áspera, el Che queda cabizbajo, sombrío, al parecer entregado al inexorable destino que le espera.                                     J

El profesor jirafales fumándose un pito

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El joven surfista concluye que el intenso aroma a marihuana viene desde arriba e indica con la mano. La breve playa “El Cuadro”, de mar enérgico, está cortada por un carcomido muro de piedra que se encarama hasta un mirador. Los jóvenes suben a ver si pueden comprar algo y de esa manera, continuar esa tarde perfecta entre humo y olas.
A pesar de haberlo visto casi todo en los carretes, la imagen  perturba a los chicos que llevan piel de goma. Al hombre que está ahí lo conocen; peor, lo han visto por la tele con un ramo de flores en la mano haciendo un gesto idiota a Doña Florinda o haciéndole clases a exaltados mocosos Godinez. 
Lo observan y no lo pueden creer. Primero entienden que un pito  de marihuana mancilla la imagen del respetable señor profesor; sin embargo de inmediato reculan y ahora el Profesor Jirafales les parece tan real como ellos y por eso se acercan.  Luego se ríen, nerviosos.
La historia es vieja, sin embargo el señor Jorge Carlos conocido como “Rambo”, surfista en esa época, años 90 -cuando la rubia con Sida se paseaba en convertible por la costanera-, la recuerda por un posteo en Facebook.
 Una chica contó que fumó un pito en un viaje a Londres con el baterista de la rancia banda punk Sex Pistols; es ahí cuando nuestro protagonista afirma que tiene una historia mejor; una que de seguro sacará chispas.  “Encontré al profesor Jirafales fumándose un pito en el paseo del Mar”, lanza el señor. Silencio. Luego, “Rambo”, desenrolla este  papiro, a ratos medio surrealista pero real.
 El incidente del querido  e ingenuo docente no tiene día exacto, sin embargo nuestro testigo lo sitúa en  julio  del año 93, cuando  el actor Rubén Aguirre, circulaba por el país en un circo; algo así como el Circo del Profesor Jirafales.
De esa manera el señor arribó a Antofagasta. La hora del hecho, sí la tiene clara el señor Rambo: eran las 18 horas, momento en que el sol adelgazaba y aparecía un detestable vientecillo de invierno.
Como ratones siguiendo el tufo de un trozo de queso, los chicos se encaraman con sus bodyboard hasta ver al docente más galán de la televisión mexicana.
  “Rambo” dice que “el olor de esos caños era pero bien, bien fuerte; tiene que  haber sido un cogollazo de los lindos”.

Ta, ta, ta, ta
Al principio, Jirafales no  atina a nada ante la consulta si tiene “lillos” o papelillos y un poco de la planta para compartir. El señor que ametrallaba todo el tiempo con un: ta, ta, ta, ta; esta vez queda mudo, congelado. 
 El famoso comediante después lanza el pito al suelo, lo pisa y se asusta ante las miradas de los seis muchachos que lo observan con la boca abierta, casi babeando. Los chicos le hace un par de bromas y el profesor sigue marcando ocupado.
 Rambo recuerda que el señor mexicano vestía con botas estilo texano con detalles brillosos; es lo que más le llama la atención en ese momento. No recuerda la otra ropa. Lo describe como un tipo alto, como en la tele; pero en ese momento más viejo.
Jirafales se voltea, camina rápido y sube por la calle donde hoy está la mutual de seguridad. Luego se pierde. Rambo disfruta contando esta anécdota de hace casi 20 años.
De los seis surfistas que fueron testigos, dice el señor, tres de ellos están presos por diversas razones que no vale la pena contar y uno está preso por la droga; es decir, al final, quedan dos testigos de esta anécdota con el Profesor Jirafales y su perfecto ramo de cannabis.      
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