Las chicas huyeron despavoridas hacia el cerro, al igual que todos en el barrio. Subieron descalzas las empinadas calles oscuras. Los tacos eran sólo adorno. El terror latía en Iquique después del terremoto 8,2. Media ciudad subía. Las chicas se detuvieron en la entrada del cementerio 3; recién ahí pudieron respirar tranquilas y descansar. Michelle, 58 años, travesti, dueña de la casa de remoliendas, llegó detrás. Michelle instaló su carpa iglú y se quedó ahí, esperando triste que el océano se tragara la ciudad.
Las chicas subieron a Alto Hospicio. Todavía no bajan. Eso tiene preocupada a Michelle. Dice que nadie se comunica con ella; no sabe si vendrán de nuevo. Michelle se toma la cabeza.
Recién ayer Michelle bajó de nuevo a la casa. Todo estaba igual. Michelle, es delgada y de facciones finas. Cuesta ubicar algún rasgo varonil. Quizás su tono de voz. Michelle nos recibe en su casa, a la hora de almuerzo. Ve noticias del terremoto en televisión mientras come una cazuela. Se toma la frente cuando se entera por la televisión que falleció un bebé. Concordamos que está la escoba en la ciudad. Dice que los más perjudicados son quienes se ganan la plata trabajando en la calle.
No sólo las prostitutas están perdiendo con el pasar de los días, sino que los comerciantes ambulantes, los músicos y todos quienes se hacen las lucas en la calle. “Entiendo lo que sucedió, pero los días van sumando. Esperemos que pronto vuelva Iquique a la normalidad”, dice la mujer levantando las cejas.
Luego nos comenta que la casa se movió como acordeón. Golpea la muralla, y dice que resistió.
-¿Pero señora, la casa siempre se está moviendo?
Michelle dice que el movimiento del placer es más suave, aunque a veces –abre los ojos- se pone intenso.
Alojada
La casa amarilla está ubicada en Sargento Aldea con 18 de septiembre. Todas las noches, ya sea verano o invierno, un par de chicas se para afuera de la casa. Los fines de semana son más de tres. Michelle les arrienda las habitaciones a las chicas. Son cuartos pequeños, estrechos, algo oscuros y mantienen poster de chicas desnudas tipo la revista erótica de los años 80, Bravo. Michelle dice que es un prostíbulo para obreros. Las chicas no cobran más de 10 mil pesos. Ellas ven quien puede pagar más, si es así, cobran alrededor de 30 mil pesos la atención.
Dice que las chicas trabajan desde mediodía hasta las 21 horas, a más tardar. Luego regresan a sus hogares en Alto Hospicio.
La única alojada en las habitaciones es una chica boliviana. Michelle dice que le dio cobijo a la mujer pues le dio pena verla en la calle, después del terremoto. Temió que le pasara algo a la chica. Puede decirse que es un barrio complicado. Michelle dice que una vez que todo se normalice la boliviana tendrá que irse, pues las habitaciones son para el trabajo de las chicas.
La mayoría de las chicas de Michelle son mujeres y una que otra travesti. Confiesa que en Iquique hay cada vez menos travestis ejerciendo el comercio sexual. “Nos mata más el sida, que los terremotos”, afirma la mujer con la cabeza ladeada.
Michelle sueña con un palacio, un palacio del placer.
foto: Sebastian Rojas Rojo.