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Channel: En la frontera
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Las actrices porno también se enamoran

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En este momento, Camila debe estar en la mira de un camarógrafo mexicano. Es el debut de esta mujer en el cine pornográfico, un hecho trascendental en su vida, confiesa.
El martes viajó a México, desde Santiago, con exámenes que acreditan que no padece Sida ni ninguna enfermedad venérea. Los exámenes le costaron alrededor de 200 mil pesos, los mismos que logra en una atención en su calidad de escort vip. Camila está sana. La película donde participa es sin preservativos. Un día antes de irse, esta mujer de 30 años, morena, ojos claros, de estómago curtido por las abdominales, dice que después de varios intentos fallidos en Chile, por fin protagonizará una película para adultos. Esta vez la pegaron los pasajes y le dieron un adelanto de dinero. Son empresarios serios, afirma convencida. Camila viajó confiada. Sueña con una carrera en la industria del cine para adultos. Se reconoce como una Milf, una clasificación en género pornográfico para mujeres que ya son madres.

odioso primer amor
Hace 20 años, Camila era una niña tímida. Vivía en Buenos Aires.  Era  de observar, antes de emitir alguna opinión. Muchas veces pasaba desapercibida. De esa manera vivió la adolescencia.   Su primer novio lo tuvo a los 18 años. Era un chico de su misma edad el cual conoció en un instituto donde terminó sus estudios de ingeniería en informática. Este pololeo se extendió sólo por 6 meses, debido a que él le fue infiel. La cambió por otra chica con quien se casó.
Sin embargo, al cabo de diez años, se reencontró con este novio en un gimnasio. El tipo estaba más gordo, pelado y con 5 hijos de diferentes mujeres, a lo cual Camila se dijo: “de la que me salvé”. Lo que sorprendió a Camila, es que el señor no se aguantó las ganas y le pidió por favor un “remember”.
 Otro novio marcó su presente y  futuro. Se trata de un profesor de gimnasia de quien se enamoró profundamente. Dice que él la orientó en muchas cosas y a la vez, compartió con ella sus trivialidades como: andar en moto, practicar kárate y tener ambición de vida. “No es la ambición por acumular cosas -aclara- sino por estudiar, por mejorar como persona y como ser humano”, dice.
El señor le lleva  23 años de diferencia, lo cual es bastante, dice Camila.  Con cierta resignación aclara: es un hombre simpático y le gusta el ejercicio. “Es ágil y tiene todo lo que un chico de mi edad no tenía como la experiencia de vida. En el aspecto sexual admito que le  enseñé mucho más de lo que él a mpi. Fue una relación simpática, interesante y educativa de hecho con él conocí mi primer motel”, afirma.
A la larga, la edad limitó demasiado al amante. Él se cansaba y no tenía ganas de hacer el amor. No eran compatibles pues para Camila, el sexo era trascendental en la relación. Ella le fue infiel tras conocer una página web para encuentros.  La gota que rebasó el vaso fue cuando él descubrió que Camila trabajaba como escort.
 Quedó la grande, dice con vehemencia. Así concluyeron cinco años de relación.
Al final, él lo aceptó y eso lo valoró mucho Camila. “En una entrevista que di en un canal chileno todo el mundo se enteró de lo que hacía, en lo que trabajaba y fue a conciencia; bueno, mi mamá ya sabía. A ella siempre le confié mis cosas, pero mis primas y mi familia más cercana en Buenos Aires no tenían ni idea. “Ahí supe realmente quiénes eran los que estaban conmigo y quiénes no; de hecho, el tatuaje que tengo en la pelvis, en el lado derecho, me lo hice en son de  remembranza a dicho momento, con el propósito que no se me olvide quiénes están en las buenas y en las malas conmigo. Este novio mayor estuvo siempre conmigo”, dice.

Amor porno
Después conoció al papá de su hijo, quien trabajaba en el club donde ella bailaba en ese momento. 
Se conocieron en el casting de una película porno que se iba filmar en Chile, que se llamaba: “La mina se comió a los 33”. Eso fue en diciembre de 2010. Me embaracé en febrero y marzo del 2011. Quedé fuera de la película.
Con el papá de su hijo fue una relación intensa, a tal punto que decidieron convivir. “Fue algo mágico, pero muy rápido.  No resultó por diferencias de pensamientos y de carácter”.
Se separaron. Camila quedó sola, embarazada y literalmente viviendo de casa en casa, como una gitana. Aprendió -dice- que lo que fácil llega, fácil se va.
Empezó a valorar la amistad sincera. Cambió en 180 grados. Aprendió a ser un poquito más desconfiada con los extraños y clientes. En ese lapso Camila dio a luz. “Yo miraba a mi pequeñito; miraba a las otras mamitas con sus padres,  con su familia y yo sola en el hospital. Miraba a mi hijo con lágrimas en mis ojos y le decía: vamos a salir adelante. Son cosas que no se olvidan porque yo puedo ser muy prostituta, muy perra, muy loquilla, pero tengo un lado humano y lamentablemente no lo olvido”.
Camila reconoce que tiene un carácter muy  fuerte. Se define orgullosa cuando la dañan, a tal punto, que le puso otro apellido  a su hijo. “El fue planificado por ambos pues estábamos conscientes de ser padres; cuando el padre de tu hijo te dice: ‘yo no lo siento como mi hijo’, para mí desde ese mismo instante ese hombre deja de existir en mi vida. En consecuencia lo liberé de todo, absolutamente de todo, lo que tenga que ver con mi hijo y le puse otro apellido”.
Dice que si el padre quiere algo con su hijo, se lo tiene qu  ganar no tan sólo de palabra, sino que por actos.
  Con el último novio duró 4 meses. Le presentó a su familia y a su  hijo, pero vio que nunca hubo onda. “Los interesados deben saber que la Barbie Morocha, además de venir con caño incluido, viene con un hijo y dos perritos. El interesado se tiene que ganar a mi hijo porque yo soy más madre qué mujer. Por eso sigo soltera pues el hombre sólo quiere pasarla bien pero yo, a esta altura, a mis 30 años, busco alguien como para envejecer juntos. Ya no estoy para vivir una vida de teeneger;  ya viví mucho eso para tener relaciones esporádicas, ademas mis clientes me pagan por eso, para cojer esporádicamente sin que signifique una relación”, afirma.

Dice que la única opción para seducirla es conocerla fuera de horario de trabajo.  En la calle ando piola, deportiva y sin maquillaje. Lo que menos quiero es que me jotean.             

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