El que está allí, sí, ese es Andy García ¿El heredero del Padrino? El mismo. El garzón se acerca, sigiloso como gato ante una paloma. Andy; ese hombre le falta al garzón para terminar la serie de actores latinos. Es una noche tranquila en el restorán neoyorquino hasta que llega Andy, el mismo de Los Intocables. Petulante, es poco. El tipo se sienta con la pose de reyezuelo. Se coloca la servilleta en la falda. Cena lento frente a una chica rubia de escote en v. Nunca mira al garzón. Nunca mira a nadie; excepto a la chica que tiene al frente que parece aspirante actriz. En un momento Andy se para al baño y el garzón da dos pasos breves y le pide el favor. No le queda otra. La sonrisa es de alambre. Luego lo acusa. Esa fotografía le cuesta al de la humita una leve repasada del gerente.
Andy es la excepción. Paul Newman aparece sonriente en la foto. Abraza al garzón. El perfil de Julio Iglesias, en otra foto, legitima al garzón. El garzón ahora es un tipo importante, se codea con tiburones. El comediante Billy Cosby tiene la misma cara de la tele en los 80, incluso la misma chaleca y parece cansado. Brian de Palma, el mismo director de Scarcafe, bien abrigado, parece Chewbacca al lado del garzón. El de la foto es Many no Steven Baur; el cuñado de Scarface.
Este garzón porteño como puede leer, tenía el hobby de fotografiarse con celebridades estadounidenses.
Década del 70 y Nueva York es la ciudad eléctrica de Travis, el personaje de Robert de Niro, quien recorre la city en un taxi húmedo. Jorge Andrés Araya, 19 años, es un chico delgado, huesudo, chileno, mirada penetrante que no sabe ni puta idea de inglés. Como la mayoría conoce la gran manzana a través de las películas. Sin embargo ahora está en medio del barrio de Queen, con una maleta en la mano, esperando una oportunidad afuera de un restorán.
El hombre deja Valparaíso por un lío de faldas. Atrás, en el puerto, queda la amenaza de ese cornudo vecino del Cerro Alegre, que le prometió el infierno por encamarse con su mujer e hija, mientras andaba navegando. La madre llamó a un amigo en EE.UU y de esa manera, Andrés se hizo humo.
Cuarenta años más tarde, Andrés desde el segundo piso de su restorán del Cerro Alegre, llamado Norma’s, en honor a su madre y una hermana, observa la casa de aquel vecino y hace una mueca. Frente a él, hay un plato de ensalada, una copa de un vino reserva y el álbum fotográfico bajo sus dedos enrollados con anillos de oro y piedras preciosas. Don Jorge un pisco sour, dice un garzón joven, bien peinado y bien afeitado. Cuando el entrevistado desaparece por unos minutos, el garzón confiesa que es un gran escuela trabajar con el Don.
Un par de gringos viejos con guayaberas comen pescado y mariscos en otra mesa. Ese pedazo del Cerro Alegre no es el mismo de hace cuarenta años. Hoy es una mezcolanza de hostales, restoranes y tiendas de diseño que contrastan con el digno deterioro del puerto.
El álbum fotográfico es la razón de esta entrevista. Jorge Andrés lo abre.
La huella de los más de 40 años en Nueva York y Miami ya puede apreciarse en la escalera del restorán. Jorge, con varios kilos menos, al lado de “Mano” de Piedra Durán. Ambos aparecen sonrientes como si atrás cantara el mismísimo Héctor Lavoe. Que le gustaba la fiesta a ese hombre, dice Jorge ladeando el rostro. Después lo perdió todo, agrega. La edad dorada de los boxeadores, repite tocándose el pelo. Sergio atendió a Sugar Ray, Tommy Hearns y al loco de Macho Camacho (con un dedo en la sien ejecuta el clásico remolino de la locura). Monstruos, afirma con entusiasmo. Mohamed Alí, de cutis lozano y ojos tristes, al lado de nuestro protagonista. Una joya. Alí son palabras mayores. Un día estar al lado de Alí es algo grandioso. Jorge Andrés mira al cielo como buscando un mapa imaginario la ciudad de Kinshasa.
-¿Foreman no fue? No imagino a Alí sin la pelea de Foreman.
-No. Fue Tyson.
Tyson, el rey de la Paella
Mike Tyson de cuello grueso como neumático de camión llegó acompañado de dos chicas, ambas morenas, bellas. Se sentó con la cara de pocos amigos y pidió champaña, de la más cara, de la francesa. Cristal sería, dice nuestro protagonista levantando un ceja. Hay otras champañas, más caras. Cristal entonces es como un término medio. Tyson, el verdadero pitbull del ring, ni lo mira. A estas alturas nadie mira a los garzones. El púgil revisa la carta y elige paella. Paella doble, anota Jorge con calma, grabando cada detalle de la memorable escena. Tyson tiene hambre. Pide una tercera. Tyson tiene sed. Pide más champaña. Tyson sigue con hambre y sed.
Los 100 kilos de músculo y grasa se levantan. Es la oportunidad. Jorge se abalanza y le entrega la cámara fotográfica a una de las chicas. Click. En la foto: Tyson con sobretodo y nuestro garzón con treinta y tantos con el rostro alegre.
Era una cámara pequeño, tipo pocket; de esas que se pueden meter al bolsillo y desparecer.
Un día de finales de los años ’70, cuando ya estaba consolidado como garzón se le ocurrió llevar una cámara fotográfica al trabajo. Ya integraba el selecto grupo de garzones del Victor’s Café, un célebre restorán de comida cubana ubicado la quinta avenida. Por la cercanía de Broadway, era habitual que famosos pasaran a cenar ahí. Principalmente el local era frecuentado por el público latino, sin embargo llegaban también peces gordos del narcotráfico, colombianos, cubanos y panameños. No recuerda los rostros, pero a todos les gustaba el lujo y la champaña de 5 mil dólares; tipos despilfarradores. Recuerda que un día el FBI, cayó en el local por culpa de estos muchachones. Aparecieron en el diario.
De Niro
El camaleón Robert de Niro, aparece en las fotos con bigote, delgado, con el estilo de Travis, algo así como a principios de los 80, dice. No recuerda que comió. Raquel Welsch, pedazo de mujer –afirma-, fue simpática, no tuvo problema de aparecer con él. Pedazo de mujer, repite olftateándose un anillo. Edward James Olmos, el Teniente Castillo de la serie Miami Vice, es como en la serie, un tipo enigmático, afirma mientras pasa de página. La mayoría no dejaba propina de manera directa. Pagaban los productores. La propina siempre era buena, tanto que nuestro garzón logró tener alrededor de tres autos, casa y una cuenta generosa.
Y sigue: Gloria Trevi, Don Francisco y Glorias Benavides, iban seguido y se sentaban en lo oscurito; Chayanne despunta en las fotos en el tiempo de fiesta en américa, los insípidos Locomía y Omar Shariff, el mismísimo Doctor Zhivago, entre otros.
El joven garzón llena la copa de vino de Jorge Andrés, mientras éste contesta el teléfono. Ordena unos menús para unos trabajadores. Hoy, el hombre ocupa su tiempo en el negocio familiar, el restorán y el minimarket (ubicado bajo el restorán). Dice que se vino para emprender, sin embargo reconoce que quiere descansar; deshacerse de los negocios. Muchos años de trabajo. Muchas rabias. Gol de Wanderers en el televisor. Uno de sus hermanos lo celebra. Él, en cambio, permanece inmóvil. El fútbol no lo motiva, a diferencia de la gastronomía.
Reconoce que uno de sus hobbies es recorrer restoranes de la región. Nombra a un par. Le gusta disfrutar de la comida, el buen vino y la atención. La última vez que estuvo en EE.UU. reservó una mesa en un exclusivo restorán francés que exige traje para cenar. Se dio el gusto de la vida. Aclara que no quiere regresar a Estados Unidos, por ahora. Fueron muchos años. Hoy quiere descansar.