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Channel: En la frontera
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Post porno (relato)

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Cuando otra vez lo invadió el desánimo como una conclusión de un momento plano en su vida amorosa, donde no cabía esforzarse por ninguna relación aunque alguna de sus amigas valiera la pena, Fernando decidió no tener sexo por tiempo indefinido y concentrarse en la pornografía, ignorando los alcances que tendría tal decisión.
Fernando de 41 años, venía de su segunda separación que le dejó un hijo de 5 años. Tenía una hija de 8 años de una relación anterior. A sus dos hijos les dedicaba parte de su tiempo, tras los tiras y aflojas con sus ex parejas, especialmente con la última con quien la ruptura estaba fresca, y que a la larga se le habían transformado en un tormento sicológico y peor aún, económico.  De igual modo se las arreglaba para estar siempre presente, a pesar de las resacas y el cansancio acumulado como dirigente sindical de la exigente empresa donde trabajaba. Desde que se separó, Fernando vivía solo en la casa que compró a medias con su ex pareja. 
La casa contaba con cuatro habitaciones, dos de ellas decoradas con diseños infantiles y colecciones de juguetes –en la colección de StarWars, Fernando había invertido casi 20 años y bastante dinero- en las cuales alojaba a sus hijos, cuando se quedaban a dormir con él y eso, al menos, era dos veces por semana.  Fernando sostenía extraños fanatismos por ciertos personajes. En su habitación había fotografías de películas del expresionismo alemán como Nosferatu  y el Gabinete del Doctor Caligari y una foto ampliada, quizás la más extraña de todas, del escritor Jorge Baradit, vestido con un traje de cuero sadomasoquista y apuntando a todos con una ametralladora tipo Thompson.  Quedaba claro que Fernando era cercano a Baradit. En un rincón había uno foto del Jesús ensangrentado y fumando de Mel Gibson, que al mirarla funcionaba como su memoria culposa pues Fernando se había criado en un colegio jesuita.
El perro de Fernando se llamaba Ronaldo, y se ganó un lugar cuando de cachorro lo siguió una vez que caminó borracho hacia su casa. Desde que se separó cultivaba marihuana en el garaje que le otorgaba dinero extra, aunque se ponía neurótico cuando intentaba venderla pues temía que sus vecinos –que conocían de sus escandalosas peleas con su ex y borracheras- lo denunciaran a la policía. Habitualmente Fernando era visitado por sus amigos, quienes lo admiraban por su posición contraria al sistema, por sus desquiciadas historias de bares –que escribía en primera persona, en una columna que aparecía en un periódico cultural- y porque se asumía como un bebedor más bien social. Nombrar un bar en sus columnas, era ganarse un espacio en estos bares.  No era belicoso con el alcohol y eso lo hacía distinto en la bohemia de una ciudad donde la mayoría de las veces el alcohol sonsacaba demonios. Lo que en el último tiempo colmaba la paciencia de Fernando, eran las discusiones con sus ex parejas, especialmente con la última, quien trabajaba en un banco. En el trabajo sabían cuando ella lo llamaba. Fernando se paraba con actitud nerviosa del asiento y se iba a hablar a otro lado, sin embargo desde la oficina igualmente se escuchaban sus gritos e insultos. Luego regresaba con el rostro enrojecido, se ponía los audífonos y no hablaba con nadie por varios minutos.

Un hecho, que puede calificarse de importante, y que aceleró la decisión de Fernando de no tener más sexo, fue el siguiente: 
Fernando tuvo una relación con una chica que conoció en un pub y que con quien tenían mucho en común, especialmente el embeleso por el alcohol, relaciones frustradas, hijos y dimes y diretes con los padres de sus hijos. La chica, que era cinco años menor que Fernando, al ver la casa de Fernando y el espacio vacío que tenía ésta, le propuso compartir la casa con su par de hijos, dos mocosos, uno de 4 años y otro de 2 años. Fernando, imaginándose el embrollo entre los mocosos de ella y los suyos, la miró y no le respondió a la primera. La segunda vez que ella le preguntó, él contestó con tono silente, casi susurrándole, que lo pensaría y en la tercera ocasión, Fernando le aclaró a la chica que no estaba en sus planes formar una nueva y abundante familia –con una gesticulación como si tuviera peso en las manos y les costara mover éstas por esos pesos imaginarios- y que ya tenía bastante con su pasado. Le dijo que ella decidiera mantener la situación de ese modo o largarse. La chica, tras la discusión que se había transformado en indescifrable por los insultos, se fue con la rabia de haberse sentido utilizada. Antes de irse le rompió un vidrio de la entrada de la casa, cuestión que alarmó a los vecinos, quienes otra vez llamaron a la policía.
Nuevamente Fernando, medio borracho, tuvo que salir a dar explicaciones.
Fernando pensó que todas las potenciales parejas que tuviera querrían formalizar y a la larga él se envolvería en otra relación que finalmente explotaría pues no cambiaría su manera de vivir y menos a su edad, donde los años comenzaban funcionarle como cuerdas al cuello que lo iban estrangulando. Fernando no era a esas alturas un hombre físicamente atractivo. Lo fue en su juventud, pero ahora acarreaba una incipiente panza por alcohol y falta de movimiento; su poco pelo estaba entrecano y eso le sumaba su baja estatura pues no pasaba el metro 70. Sin embargo en Valparaíso había bastantes chicas que preferían a los tipos bohemios con un discurso entre político y cultural.  A sus 42 años le iban bien con las chicas y podría continuar igual, pero ese temor a enfrascarse en una relación que lo confirmaba en los hechos, le complicaba la existencia.

Por eso no fue extraño que de un día para otro Fernando optara por las pajas.

Una vez que tomó la decisión, su rutina partió de esta manera: después del trabajo arribaba a la casa con la idea prepararse algo de comida, beber una sopa Maruchan y luego, estimulado por una porno, se hacía una buena paja. De a poco aprendió a buscar sitios pornográficos de calidad superior, en portales como Redtube, Pornotube  u otros de la extensa familia tube.  Así llegó a los sitios de porno HD, con sus agudos detalles a los que sólo les faltaba el tufillo a sexo y transpiración.

La actriz porno que lo deslumbró fue Remy Lacroix. Le resultaba inexplicable lo que hacía Remy en los videos. Su cuerpo frágil, de no más de un metro 65, era hurgueteado por seis tipos de extravagantes pijas con aire de motociclistas que la torturaban. Le resultaba chocante, pero igual eso lo excitaba. Otras veces un negro con un pene gigante acorralaba a la pobre de Remy. En otras aparecía Remy, con un cinturón que tenía un pene y se lo introducía a un hombre y así, con ese rostro tierno, pero retorcido a la vez, se vengaba de todo lo malo, pensaba Fernando a esas alturas, que le habían hecho los seis tipos depravados. Ya odiaba a esos seis canallas. El mundo porno de Remy le generaba conclusiones maniqueas.  Fernando leyó en Google la historia de Remy y la razón de por qué entró a la industria pornográfica. La chica partió como danzarina del hulahula y de repente, decía la biografía y eso de repente era ambiguo como inclasificable y le provocaba un vacío a Fernando, cayó en la industria del porno bondage en esa película de los seis tipos. No había nada que hacer, Remy, con sus pequeños senos, rostro angelical y culo gigante, se transformó con un par de películas en uno de los estandartes de los pajeros del mundo. Sin sufrir demasiado logró ser la mejor actriz revelación del año 2013, pero de pronto abandonó la industria, desapareció y dejó una cantidad inclasificable de viudos.
Fernando la comenzó a seguir en las redes sociales.
De pronto, Remy lo adhirió a Twitter. Lo mismo le sucedió con Keisha Grey, de quien le gustaban sus breves gemidos agudos, su cuerpo medio grueso parecido al de las chicas que veía en la calle, sus senos grandes y galopantes cuando se sentaba en las rodillas de algún turboman y con la morena August Ames, con quien de tanto ver sus videos, ya había logrado cierto acople entre el fingido orgasmo de ella y su eyaculación. Después de pajearse varias veces por éstas y otras chicas; y sentir un placer controlado que sólo era superado sólo por el de Remy, investigó sus vidas en las redes sociales y en especial, por qué razón llegaron al mundo de la pornografía, habiendo otras posibilidades de menor exposición. Podrían haber sido modelo o haber tenido una vida normal, y ¿Qué crestas era para Fernando, la vida normal de una chica?: ¿Una mujer independiente capaz de sostenerse ella y con sus hijos, y es ahí, donde aparecían los flashback de sus ex parejas atosigándolo como lo contrario de esa perfección, que más bien eran la imágenes de sus malas decisiones, de sus fracasos?
La respuesta era fácil.
Las chicas exhibían una vida de lujo; lo mismo Keisha y August. Comerse penes gigantes no era un gran sacrificio, pensó. Podían trabajar una vez a la semana, o una vez al mes. La recompensa era abundante. Fama y fiestas, venían de la mano. Y no había más que dinero detrás, aparentemente. Ellas no parecían portadoras de ningún mensaje salvo sus monótonas perfomance sexuales,  pero en el caso de Remy esa idea no conformaba a Fernando. 
Irremediablemente quería saber qué sentía y pensaban ella, y la única opción que avizoraba era contactarse y preguntarle directamente. Buscó. De esa manera podía pasar horas, buscando. Partía a las 22 horas con el ritual de los videos y terminaba a las 2 de la madrugada leyendo todo lo que había en la red sobre ella. Así, por un tiempo, había dejado de ser un problema para sus vecinos.  Gracias al porno ya comenzaba a saludar a sus vecinos y hasta quizás podría transformarse en un vecino modelo. Sus amigos deducían que estaba leyendo o preocupado de algún proyecto cultural. Casi cinco horas a diario dedicadas a investigar el porno después del trabajo. Se hacía tres pajas por noche, a veces más.
Remy en Twitter se mostraba en las fotos fumando marihuana con enormes y anudadas pipas de cristal. Subía fotos de humo; formas de humo y sombras de humo. Nada de sexo. 
Esa versión de Remy era más convincente para Fernando y contrastaba con sus películas anteriores, que las veía con obsesión; su vida de actriz porno le parecía un breve descalabro en la que ahora consideraba una mujer de virtudes y belleza. Ya estaba convencido que la marihuana la había purificado. Fernando pensaba en Remy mientras fumaba marihuana en una pipa de agua, similar a la que utilizaba Remy, en su garaje al que había llenado de pipas de agua de distintas formas.  
Llevaba tres meses investigando el significado de la vida de Remy, sus motivaciones, y ya estaba convencido que Remy era distinta, cuando Remy, la exquisita Remy, le contestó los muchos mensajes y fotos de formas de humo, algunas de corazones, que le envió por Twitter, con esto:

-John 3:16 -.

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