Cuatro cuchillos de distintos tamaños clavados en un palo que sirve de viga para la frágil habitación. Al lado de los cuchillos, la estampita de un santo con una oración. A medio metro de los cuchillos está la televisión que chisporrotea imágenes del matinal de turno. Hay olor a madera húmeda por efecto de la garúa nocturna. Son las 11 horas y el cielo está nublado sobre el campamento Eulogio Gordo.
La señora se llama Sinforosa Contreras y sufre diabetes, hipertensión y problemas a las piernas que le impiden caminar con normalidad. La señora representa más de 60 años y camina apoyada de unas muletas. Su caminar es lento, sin embargo no sabe de dónde sacó fuerza para lanzarse sobre unos ladrones que le quisieron arrebatar el televisor. Eso fue hace unos meses.
Es un privilegio contar con un televisor en el campamento. El suyo es de pantalla plana, doble privilegio. A la mujer la conocen por el televisor y porque es una de las fundadoras del campamento.
La visibilidad del campamento llega hasta la droga. La señora dice que nadie se ha hecho cargo del problema. Las miradas sin brillo de jóvenes se adhieren al recorrer la calle de tierra. La historia es la de existencias truncadas por la pasta base de cocaína y la violencia. En medio de ese mundo están los adultos mayores y niños. Es asunto de preguntar para hallar bajo las techumbres casos de abuelos enfermos con cáncer terminal. Hay situaciones de hacinamiento donde una persona enferma convive con hijos y nietos. El agua llega dos veces al mes y en consecuencias hay que recurrir a los grifos. La electricidad se consigue conectándose a los cables del alumbrado público. Miseria en su estado puro.
La señora Sinforosa le da pudor hablar de cómo hace sus necesidades. Indica unos tarros.
La mujer vive con una pensión que no supera los 100 mil pesos. Se reconoce como “solita”. No quiere hablar de su descendencia. Tan sola está la señora que mantiene una cercanía irreal con los personajes de la televisión. Reconoce que lloró mucho cuando se fue Felipe Camiroaga. La televisión está encendida 20 horas del día, por lo menos.
Sinforosa observa los cuchillos y dice que están ahí para defender su televisor. Confiesa que el miedo no es a utilizar los cuchillos y a defenderse, sino a desconocer a qué se enfrentará. Sinforosa mas bien ve televisor y espera.
La vez que se le metieron fue en la noche. Estaba acostada. Sintió el ruido en techo. Sintió un salto y se encontró de frente con un joven. Éste la lanzó hacia la cama y bajo amenazas, agarró el televisor. Sinforosa pudo levantarse a pesar de sus dolencias y salió detrás de él. En la puerta de la casa había un auto. Entre gritos, la mujer agarró al joven y éste, al parecer alterado por el escándalo que había armado Sinforsa, se subió al auto sin el botín. Fue un triunfo para la mujer a pesar que nadie la ayudó.
En adelante Sinforosa decidió armarse con cuchillos. Espera.
Foto: Sebastián Rojas Rojo.