En las ciudades de El Alto y La Paz no pasa desapercibida una nueva arquitectura, a quien la BBC denominó “barroco andino”. La ciudad de El Alto (arriba de La Paz, en una relación de Alto Hospicio con Iquique) crece hacia los lados y hacia arriba, a pesar de las calles de tierra.
Lo extraordinario es que algunas casas parecen palacios de cuentos de hadas, otras viviendas pequeños mall con vidrios polarizados y otras, incluso, caben en la clasificaciones de mansiones. Todas destilan rasgos estéticos originales y hasta estrambóticos. De repente, en medio de dos esquinas del casco antiguo de La Paz, surge una iglesia evangélica que asemeja una nave especial. Es una construcción de líneas pronunciadas. El taxista, entre risas, dice que es la nave que los llevará al cielo; que esa fue la evidente inspiración.
Por estos días “el chiche” de La Paz es un teleférico que una a esa ciudad con El Alto, que concentra las últimas migraciones de población rural. En El Alto viven alrededor de un millón de personas. De buenas a primeras para el visitante resulta una zona inhóspita por el efecto de la altitud (4.070 msnm) y el clima (temperaturas bajo cero en la noche).
Los bolivianos lo califican a los alteños como decididos y unidos al momento de luchar por sus intereses. No obstante también critican la delincuencia que crece en la ciudad.
Quizás El Alto sea la versión más descarnada del país que dirige Evo Morales, y en consecuencia su lectura puede partir de los contrastes remarcados con la arquitectura.
Bolivia es un país de comerciantes y emprendedores. A algunos comerciantes, a simple vista, le ha ido bien en medio del caldo de cultivo antineoliberal que infunde Evo Morales. Sin embargo esta reivindicación de los aymaras puede explicarse en la mejor distribución de riqueza que hoy ostenta Bolivia. Nunca hubo mejores oportunidades para los indígenas que ahora. Muchos inmigrantes mejoraron su condición económica gracias al comercio. La evidencia del éxito son los denominados popularmente como “cholet” (chalet y cholo).
cholet
El ingeniero civil Freddy Mamani, 42 años, es dirección obligada al momento de hablar de los “cholet”. Es el responsable de la mayoría de estas creaciones. Aclara que no le gusta el término cholet.
Luego dice que es extraño que en Chile se interesen por este tipo de construcciones. Piensa un rato, y deduce que nuestra presencia responde a los reportajes que han aparecido últimamente en medios como la BBC.
Le digo que las mansiones sobrepasaron al Alto, en lo que cabe en la reivindicación de los indígenas.
-¿Por qué los indígenas no pueden vivir bien y con lujo?
-Algunos lograron éxito económico en los últimos años y decidieron vivir mejor.
Mamani habla con propiedad de esta tendencia. El hombre comenzó como ayudante de albañil, para luego estudiar y desarrollar la ingeniería. Hoy es dueño de una constructora que da empleo alrededor de 250 personas. Suma algo así como 70 edificios y son varios “cholets” que están en construcción a su cargo.