Danielonko o Daniel Montaño, 39, periodista, poeta y músico, dice que su próximo libro, el que tengo en las manos, es impublicable. Su primer libro (poemario) es de 2011, se llama “Señales de humo”, editorial Palimpsesto de Alto Hospicio, y lo presentó en el marco de la Filzic.
Kanatrán Padilla, músico, malabarista, iquiqueño y quien con Danielonko conforman el multifacético dúo el “Imperio del dragón”, califica a la poesía de éste último como subversiva. Puede decirse que Kanatrán, que tiene mil historias por efecto de muchos viajes circenses por la panamericana, es quien regula el desvarío juguetón de Montaño, cuando ambos se presentan en la calle o algún escenario.
A Danielonko le gusta provocar.
Respecto al libro impublicable e insultante que lleva por nombre “Feliz día del p…”, Danielonko dice que está buscando un manera legal de sacarlo. En el sugerente poemario, el señor no deja títere iquiqueño con cabeza. Despotrica contra apellidos célebres de esa ciudad y el establishment (medios de comunicación, entre otros). Le preocupa alguna demanda; en consecuencia pretende consultar a un abogado amigo antes de arrojar el asunto.
Danielonko nació en Antofagasta, pero ha vivido toda su vida en Iquique. Estudió periodismo en la Universidad Católica del Norte durante los años 90; en ese tiempo se destacó como un excéntrico cantautor. Se le recuerda también por sus excesos.
Kanatrán dice que Danielonko, que usa una pluma sobre un gorro parecido al de un aviador de la Primera Guerra Mundial y una nariz de payaso, hoy experimenta un vértigo creativo.
Ambos se complementan y expelen un trabajo con buenos dividendos. Más allá de sus vestimentas, concitan atención por lo música y poesía. “Hay que aprovechar el momento creativo de Danielonko; hoy él hombre está lúcido y bien”, afirma Kanatrán, con voz silenciosa, desde la mesa de una café, en la Filzic.
Hace más de un año el protagonista de esta crónica suspendió un período oscuro, abisal.
Las drogas químicas mantuvieron a Danielonko en el borde. El poeta recuerda hasta quitadas de droga y actos delictuales. Historias sobran de ese período, pero no son el quid de ésta crónica.
a la selva peruana
El asunto es que Montaño llega a la selva peruana medio engañado por familiares y amigos.
Es otro ambiente; otro aire.
Le cambia la vida una vez dentro de Takiwasi ( http://www.takiwasi.com/) un centro de rehabilitación de toxicómanos ubicado en la periferia de la ciudad de Tarapoto, en la alta amazonía peruana. En ese lugar experimenta purgas vomitivas con plantas. Hasta contra el dengue luego de ser infectado por un mosquito, pero vamos por parte.
Dice que en el período de un año y medio, bebe 37 vasos de ayahuasca que son parte del tratamiento. Dice que medio vaso del ayahuasca pura que bebió, es una cantidad suficiente.
De inmediato, Danielonko aclara que “los payasos de la secta que mataron una guagua”, hacían un uso irresponsable del ayahuasca.
Dice que en general, en Chile no se conoce bien el efecto ni la manera de administrar esta infusión de plantas a la que no considera como una droga pues no hay chamanes; más bien se usa con fines de esparcimiento y de manera irresponsable por gurúes chantas.
Reconoce que por lo anterior ha rechazado invitaciones a beber el brebaje en Iquique, donde se puede conseguir en polvo, dice. “Algunos creen que yo soy un chamán y por eso me invitan. No soy nada de eso”, dice Montaño, mientras una mujer recita en el escenario de la Filzic.
El poeta explica que el ayahuasca es una infusión de cortezas y lianas de la selva. Hay un curandero, guía o chamán quien orienta el viaje; también hay un sicólogo. Las visiones comienzan al cabo de unos minutos. Luego vienen alrededor de cinco horas de efecto. El objetivo es ir al espíritu de la planta, alcanzarlo. En medio de esto, hay vómitos.
Una vez hecho el viaje expresamos lo que vimos, a través de dibujos o lenguaje.
espíritu de la planta
Danielonko dice que la reacción de la ayahuasca es distinta en cada persona. En su caso, la infusión le ayudó a reconocer el problema y luego enfrentarlo. Hay mucha soledad, en esto, dice.
Montaño cuenta eso como si el ayahuasca fuera una persona, con la cual se puede dialogar. La lucha con el espíritu de la planta fue gigante, extrema, dice. Al final me ayudó.
Entretanto, Danielonko fue picado en la selva por un mosquito con dengue. Dice que de un millón de mosquitos, uno porta el mal. La enfermedad se le evidenció con fiebres altas e imposibilidad para caminar. Fueron 10 días. Afirma que la picadura pudo ser mortal.
Sin embargo, reconoce que una nueva picadura puede ser mortal.
Danielonko debe regresar a la selva, para continuar una segunda etapa del tratamiento. Admite que la idea le complica por la actividad artística que está llevando a cabo.
Kanatrán cuenta que en Iquique su amigo se las arregla con lo que gana en la calle cantando o recitando, para ayudar a vagabundos que viven en la playa. Es una actividad solidaria que desarrollan con lo que ganan, pues ambos, dicen, no les interesa el dinero.
“Podemos sobrevivir con lo justo, dice Kanatrán, pues ambos tenemos calle”.