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Crítica a prólogo de Norte Poesía, por Daniela Rojas

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Apenas accedí a la antología salté inmediatamente hasta la página donde estaba yo. Me encontré con una sensación inefable, bastante linda y emotiva. Para una novata en las letras, ver su nombre por primera vez impreso al lado de tres poemas propios es una gran hazaña. Lamentablemente, me di cuenta de que mis poemas fueron sometidos a una minúscula edición que no deja de ser molesta, en especial porque te esfuerzas por poner signos de puntuación con una clara intencionalidad, pero que al final, al parecer la intención no fue tan clara y pasó desapercibida. No importa, me dije, ¡salgo en la antología!
El proceso de selección lo desconozco, mas uno se encuentra con mucha página curiosa sólo con ojear Norte Poesía. Hallamos fanatismos con figuras, con dramas amorosos, metáforas sexuales, excursiones filosóficas, desquites con el sistema, entre otros. Sin embargo, lo más curioso de toda la antología es, lejos, su prólogo de fatales errores sintácticos y que consta de cinco planas incapaces de situarse en el siglo XXI. Y eso no lo es todo. Cuando uno lo lee con verdadero detenimiento, se entiende que es algo de severa gravedad.
En el prólogo de Norte Poesía hay párrafos muy notables. Algunos -la mayoría- son de referencias arcaicas; hay uno de lástima hacia los “retrasados” provincianos, pobres seres alejados del centro; una página entera hablando sobre el rol de la mujer en la poesía nortina, para concluir que el sexo no es un dato significativo; el párrafo de cortesía que alude pobremente a los fondos utilizados para la antología, etc. ¿Lo realmente interesante? No menciona en ningún momento a la antología de la que, se supone, estuvo escribiendo.
A rasgos generales hay una importante separación entre los párrafos que, llegado a cierto punto, da a pensar que en realidad son varios textos en uno. La bizarra mezcla de referentes y el desorden en la composición dejan bastante que desear. El punto de mayor unidad en redacción lo encontramos cuando cita al rol femenino en la poesía, pero es a la vez el punto más alejado a la temática ideal del prólogo. El resto es vagamente un montón de párrafos dispuestos bajo un patrón desconocido.
Primeramente nos encontramos con el título: Palabras iniciales. La creatividad utilizada en esta frase no tiene precedentes. Un encabezado de gran atractivo, significación, de estética envidiable. Inmediatamente después nos topamos con el texto, que parte con una nueva, nueva poética; que es parte, parte de nuestras letras; de poetas con su propio celo, con su propio amor, por sus propios textos. La concatenación aquí es imperceptible.
En el siguiente, sorpresivamente habla sobre la antología, aunque sólo son cuatro líneas copadas de nombres obligatorios y descompuestos, un dato estadístico escrito con número, y a la redundante doble mención de los poetas-participantes-invitados al principio y al final del párrafo.
Más tarde, menciona a los cánones disímiles casi como un estornudo, a los “consagrados”, que, al parecer, son un sinónimo de “los más publicados”, finalizando con un hipérbaton grotesco, de mal gusto, y la “reaparición” de la temática sobre Juan López, también conocido como “el infaltable”.
Un poco más abajo, aparece una frase llamativa: “antologías anteriores” (¿no era esta la primera?), junto a la escasísima participación femenina en ellas. Aquí, Sabella, “el infaltable 2”, hace su aparición. Siempre enfatizando la poca participación de la mujer, salta de la cita sabeliana (1929) a la antología de Bahamonde (1966) para aclarar que aquí participaron diez mujeres, y que eran de varias partes del norte. Y, después de un párrafo sólo de nombres, en donde volvió Raquel (¿a dónde te habías ido, Raquel, que nunca te vi?), Sergio Gaytán hace su aparición como un personaje de importancia, hablando en tercera persona y con extremada modestia de su Selección de Autores y Temas de la II Región, utilizando los nombres que aparecieron en el párrafo anterior para rellenar un poco, y terminando con el consejo de “mantenerse en el tiempo” dedicado a los participantes en esa cosa a la que le estaba escribiendo.
Después de ese punto aparte se va por la rama étnica, cuyo mundo aún está por descubrir e incorporar, que merece ser narrado, y que, por supuesto, tiene ofrecida la palabra.
El párrafo más divertido es el que viene ahora. Luego de hablar una página entera, y quizás un poco más, sobre el rol femenino, de antologías antiquísimas, y llenar media página con solamente nombres de mujeres poetas, aparece lo siguiente: “El rango etéreo también es disímil, dado que la participación no tenía restricciones, el verdadero poeta no tiene edad ni sexo, son sólo categorías para la estadística y puede que sean o no, datos significativos”. Una volátil página, de cinco, que puede o no ser significativa.
El párrafo siguiente también merece un juicio riguroso:“Vemos, desgraciadamente, que los más alejados de un determinado centro, continúan en un distinto estadio de evolución […] Pese a los atractivos que pueda deparar Internet, respecto del conocimiento intelectual, algunos permanecen en los márgenes. Aún no se puede determinar si es mejor o peor aquello…” Y, para rematar, concluye con que “la vida a cada ser humano le otorga opciones distintas”. ¿Un retraso poético, limitado conocimiento intelectual? ¿Cómo se mide eso? ¿Hay bases estadísticas, siquiera? Me parece una falacia muy grave, una generalización peligrosa y llena de prejuicios. Además, ese “desgraciadamente” usado al principio apesta a lástima, a pena, y también discriminación.
Para relajar el ambiente lastimero del párrafo anterior, propone nuevamente una introducción que muy bien pudiera haber ido entre las primeras líneas y que termina con la repentina iluminación de “ya estamos en otro siglo”. Después, continúa con sus referencias arcaicas sobre el salitre (el infaltable 3), el cobre (el infaltable 4), el litio, y el…  ¿azufre?
Finalmente, alude a que el lector siempre tiene la última palabra. Que felicitaciones, que estas iniciativas deben continuar, y que ojala estas palabras no se las lleve el viento.
Ojala se las llevase el viento.
En resumen, son cinco páginas que muy bien puede arrancar de la antología, archivarlas a algún diario o revista, y llevarlas al baño para reírse un rato. Pero no con la preciosa antología que tendrá en sus manos al leer por primera vez el prólogo, por favor. Norte Poesía y su prólogo son cosas distintas, muy distintas. 


Norte poesía es una antología de poesía financiada por el CORE. 

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