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La niña que llegó con una bala en la cabeza a Chile

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Esta historia comienza en la ciudad de Buenaventura, Colombia, después de unas ráfagas de balas hacia una casa.  El pánico perturba a la familia; son dos adultos y siete niños.  Uno de los proyectiles entra en la cabeza de una niña de cuatro años. Minutos después, la mujer abre con sigilo la puerta de la casa. El riesgo es latente.  A pesar de todo, llevan a la niña al hospital. La niña es atendida de manera precaria. La bala continuará adentro.
Esta vez tuvieron fortuna, sin embargo persiste la amenaza de muerte en su contra. Este acto le confirma a la familia la idea de huir de Colombia.
Parten al sur con poco dinero. Chile les parece un lugar seguro y donde hay trabajo.  Traspasan Ecuador y Perú de manera engorrosa. Llegan a Tacna. En este caso la entrada a Chile, como refugiados, depende del criterio del personal de la PDI en Chacalluta. No entran. La familia busca una alternativa.
En Tacna, contactan a coyotes, personajes que trafican con humanos en la frontera. En condiciones mínimas de seguridad, la familia pasa por Bolivia y cae a Chile por uno de los alrededor de 66 pasos fronterizos ilegales.
Hace casi un año el grupo familiar se encuentra en la ciudad viviendo en limitadas condiciones. Ocupan un lugar donde pronto serán desalojados. Aquí nació la octava hija de la pareja que está en condición de transeúnte; es decir no está inscrita en el registro civil. El problema es que el bebé que ya tiene alrededor de 10 meses de vida no ha recibido ninguna vacuna ni mantiene alguna supervisión de  salud.
Después de gestiones con el ministerio de Educación los niños están yendo al colegio de manera normal.  La niña, que ahora tiene cinco años, continúa viviendo con la bala en la cabeza. El caso de ésta debería ser tratado por médicos una vez que se regule su situación en el país.

atención a refugiados
Los miembros de la familia colombiana integran la lista de 12 personas de Antofagasta solicitantes de refugio en Chile; todos colombianos víctimas de la guerrilla interna que vive ese país, según la oficina del refugiado del Instituto Católico Chileno de Migración (INCAM). La condición de refugiado define a personas en riesgo de vida.
La oficina que depende del Arzobispado de Antofagasta es atendida por la hermana Carmen Abello y el asistente social, Hugo Altamirano; ambos con un fuerte compromiso por su labor.
Hugo Altamirano afirma que el caso de la familia colombiana ejemplifica el drama del refugiado. Aclara que se reserva los nombres con el propósito de protegerlos.
La tramitación de las 12 personas puede extenderse por alrededor de un mes. Si sus casos son aceptados por el ministerio de Relaciones Exteriores, los refugiados tendrán un período de 8 meses de asistencia.
 Luego de ese tiempo deberán trabajar y desarrollar una vida con normalidad. Un obstáculo es que sólo el 20% de las solicitudes en Chile son aceptadas.
Es decir, la familia colombiana mantiene un futuro incierto.
Altamirano dice que el refugiado, en general, es una persona muy dañada y que transporta una fuerte carga emocional. “En algunos casos han sufrido la pérdida de algún miembro familiar o de la familia completa”.
En la oficina, ubicada al interior de la calle Sucre 631, se asesora a estas personas y apoya con el propósito de legalizar su situación. 
La hermana Carmen afirma que se le entrega un acompañamiento espiritual; asunto que califica de fundamental dentro del proceso que experimentan los asilados

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