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La taberna de Juan Loayza, en Quillagua

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Los parroquianos, cerveza en mano, siguen a los dos hombres medio borrachos que se agarrarán a puñetes. La pelea es en el fondo de la taberna, en la tierra. Después de cinco minutos de combos al aire y algunos arañazos, el señor Juan Loayza detiene la disputa. Nadie gana. Los parroquianos regresan a los sillas y mesas de palo. Ahora los dos contrincantes beben juntos, sin rencores.
La escena es repetida en la taberna de Quillagua, pero en otro tiempo; cuando el pueblo cortado en dos por el río Loa vivía su esplendor. Los hombres ya saben que las peleas se arreglan adentro y que los borrachos odiosos se van por la puerta chica; el que no acata, simplemente no entra nunca más.
La taberna de Juan Loayza en Quillagua o el Club de Vitrola debe bordear  los 100 años, dice el hijo de Juan, Carlos. El hombre de ojos claros, algo robusto,  y que va y viene con cervezas, afirma que decidieron reabrir el bar tras un año de la muerte de su padre, en la fiesta de San Miguel Arcángel, pues es un lugar tradicional. Son casi tres días de jolgorio para la cantina.
Ahora hay alrededor de 20 personas bebiendo. Unos señores provenientes de Huatacondo ocupan un vértice. Repartidos en el bar hay jóvenes; nietos de Juan Loayza y amigos de estos. Un señor de apellido Castro con un sombrero estiloso conversa junto a Dagoberto, el alférez de la fiesta. Ambos ríen de las bromas que la hacen los señores de Huatacondo al pelucón fotógrafo.
Carlos Loayza despeja de trapos la mesa de billar, en un acto casi ceremonial. Dice que la reliquia es de mármol y ocupa la mitad de la taberna. La mesa llegó al lugar desde Alemania, antes que estallara la Segunda Guerra Mundial.  Carlos pasa la mano al paño. Luego dice que es asunto de lanzar las pelotas y a jugar.

camarones gigantes
Ahora es una banda de bronce que entra a refrescarse al bar. Se sientan y beben cerveza. Son las 17 horas y la fusión de sequedad y calor, sólo provoca sed. Los de Huatacondo posan para el fotógrafo.
Los nietos de Loayza nos muestran el esqueleto disecado de los camarones que antes salían en el río. Bichos de 20 centímetros, por lo menos. Hoy el río Loa es un hilillo de agua y carga el peso de la contaminación por Codelco. En consecuencia, los tertulianos sólo hablan del pasado. Recuerdan al tren de pasajeros, El Longino, las vacas pastando y los perdidos camarones.
Los afiches dispuestos en las paredes de la taberna sólo contribuyen a acrecentar la sensación de estar en el pasado. Uno de estos carteles dice: ¿Malestar general? tome Sonrisal.
Debaje del aviso, en los estantes de pino oregón hay una colección de botellas antiguas, una máscara de brujo y una radio a transitores.
Ahora los nietos llegan con recortes de diarios y revistas donde aparece su abuelo. Dicen que por el bar ha pasado  Don Franciso, Ricardo Lagos y Sebastián Piñera, entre otros. Recuerdan que los político varias veces le prometieron a  Juan Loayza, convertido en cacique, proyectos para que Quillagua renaciera; sin embargo a la fecha no pasó nada.
El bar ha salido indemne de dos terremotos. No obstante el paso del tiempo se lee en las grietas y la madera envejecida de la puerta. Ahora la banda de bronce toca.

Fotos: Sebastián Rojas.

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