El perro Snoopy, en todas sus formas, es el actor principal en la habitación de Víctor Mario Bórquez Núñez, 53 años, periodista, escritor, académico de la Universidad de Antofagasta y legendario crítico de cine de El Mercurio de Antofagasta.
Un cojín del perro sobresale en su cama. Desde el techo cae justo al medio un esqueleto de goma color flúor que parece exprimido de la imaginaría del director de cine Tim Burton. Al costado de la alcoba hay un equipo de música y al frente está el mueble donde reposa el televisor de 28 pulgadas. Hay que ser delgado para alcanzar el lecho del escritor pues antes es necesario zigzaguear por un estrecho pasillo con estantes adheridos a la pared, atiborrados de películas. Víctor Mario no sabe el número exacto de las películas, pero dice que son varios millones de pesos. La mayoría son películas importadas; todas en orden. Puede decirse que el señor invierta algo así como la mitad de su sueldo en su pasión que es el cine.
En el costado de los estantes otra vez aparece el perro Snoopy.
Dice que la porfía de Snoopy por ser distinto (duerme arriba de su casa, por ejemplo), es la razón que lo llevó a admirar al amigo de Charlie Brown.
En medio de la entrevista, justo aparece el cartero con un paquete para Víctor. Más películas.
Víctor escribe sobre cine desde los 18 años. Piensa y luego responde que si podrían sumar las horas viendo películas, sería algo así como 20 años de sus 53 años. Donde no hay películas, hay libros. Sobresale una colección de biografías de varios directores de cine; ahí está: Ingmar Bergman, el director sueco que es fetiche del crítico.
Más abajo, aparecen algunos de sus libros publicados.
Por ahí, le saco una película del francés Claude Chabrol. Víctor pide que no desordenemos su colección. Dice que las películas están ordenadas para ser exhibidas en los ciclos que organiza. El orden es una obsesión que puede leerse al ver sus artefactos. Sus varios pares de zapatos, por ejemplo, están lustrados y dispuestos en un mueble zapatero.
-¿Y cómo aguantas en tu faceta de crítico ver películas tan comerciales en el cine?
Víctor con tono de voz seguro, responde que el oficio de crítico es ver de todo. “La mayoría son películas comerciales pues nunca llegan de las otras”, dice.
El ojo de Víctor no parece descansar. El señor dice que pronto se dedicará a ver los filmes que le llegaron. Por ahora no tiene mucho tiempo. Son varias las actividades que le consumirán las horas. Saca cuentas con los dedos. Hay clases, un ciclo de cine, la presentación de su nuevo libro, el décimo, “Mujeres Suspendidas” y un consiguiente homenaje a su obra organizado por Balmaceda Arte Joven.
En ese momento, a Víctor le preocupa el hecho que no podrá vender sus libros en el edificio de la Fundación Escondida (lugar donde se desarrollará el homenaje). Eso lo tiene medio enfadado.
Víctor, el escritor
Feria del Libro de Lima, sábado 3 de agosto. Víctor Bórquez está solo en el estrado de la sala José María Arguedas. Pronto presentará su libro de tapa amarilla, “Mujeres Suspendidas”. A excepción de los chilenos –delegación de la Filzic de Antofagasta- que lo acompañan, nadie lo conoce.
Víctor entiende la situación.
El hombre moreno, delgado y mirada profunda, comienza su presentación. A los minutos queda claro que nadie cree más en su obra literaria que Víctor Bórquez.
Con un discurso sólido, logra que el público se interese por este trabajo literario dedicado a la mujer. Termina firmando libros a los lectores peruanos. Víctor define que lo suyo es la literatura de género.
Retrocedamos al año 1988. Víctor Mario presenta su primer libro, “Primeros Juegos”. Es el primer libro de su trilogía de género gay, que se complementará con “Fiesta de Hombres Solos”, en 2000 y “Función de Trasnoche” en 2005.
Todos son cuentos que resumen vivencias intimistas. La influencia está en el argentino Manuel Puig, en textos como: La traición de Rita Hayworth y The Buenos Aires affair. También lee al peruano Jaime Bayly, a Pablo Simonetti y Pedro Lemebel, quien a su juicio, presenta al gay desde la marginalidad.
Sabe que fue pionero en este género literario en el norte de Chile, una zona que define de tremendamente machista por esa composición de mineros, militares y portuarios. Doble mérito es empezar en 1988, al final de la dictadura de Pinochet. “Mucha gente me preguntaba por qué escribía del tema, existiendo los tópicos como la pampa y el salitre; sin embargo lo mío era la sexualidad y el mundo gay; ese era mi mundo y fui honesto”, afirma.
Reconoce que uno de sus anhelos es publicar los tres libros, en uno.
-¿Abordaste la literatura de género gay en la trilogía, ahora en “Mujeres Suspendidos” cuentos de mujeres y los hombres, cuándo?
-Los hombres son muy fomes y muy básicos para dedicarles un cuento (ríe).
Víctor, el gay
Víctor dice que ser gay no es tema para él y nunca lo ha sido. No se declara activista ni militante. Reconoce que vive con respeto hacia el mismo y eso le da tranquilidad para afrontar el mundo. “Es sabido vivir con dignidad y contención, en todo caso más interesa validarme por mi obra. Me esfuerzo por ser un buen profesional e intelectual con el propósito que me reconozcan por eso, y no por mi condición sexual”, dice el periodista.
Entre risas, dice que ahora está soltero y disponible. Más allá de buscar un rostro bonito, proyecta una pareja con un plus intelectual con el cual pueda dialogar. “No quiero para mi vida alguien hermoso pero vacío. Yo no soy de ir a discos gays; nunca he ido a una en Antofagasta”, afirma.
-¿Y cómo es el nortino, el antofagastino, según tu experiencia?
-El nortino es cartucho y doble estándar. El hombre, en general, se suelta con los tragos. Luego pela a las mujeres y su pareja.
-...El suyo es un juicio bastante tajante-
-En general, en Antofagasta se vive mucho del qué dirán. Hay otro punto, si la gente no te ve mucho tiempo con una mina comentan.
Es raro que este señor no tenga cuenta en el banco, no sepa manejar ni use teléfono celular. Dice que le pagan por cheque; “soy a la antigua”.
El día de Víctor Mario comienza a las 5.30 de la madrugada, de lunes a sábado. Y dice que no para hasta las 23 horas, cuando llega a su casa que comparte con su madre. Luego apoya la cabeza en su cojín de Snoopy y ve alguna película.
foto: Sebastián Rojas Rojo.