Luis Navarro Vega, destacado fotógrafo (Altazor 2010), pregunta a qué lugar irá a parar esta entrevista por la extensión del diálogo. La explicación lo deja conforme.
Hoy vive el conflicto estudiantil chileno. Siente que encendió las cenizas de su generación. En consecuencia está pendiente de las protestas y le preocupan los límites. Sabe que el terror está al otro lado.
-Nosotros fuimos soñadores. Éramos de la generación que pensaba cambiar las cosas. Allende decía que éramos los porfiados. La pérdida de la democracia fue culpa de cada uno de nosotros. La derecha por su trabajo de socavar y la izquierda cometió muchos errores. El Mir cometió muchos errores. El marxismo tiene un sustento ejemplar, pero cuando llegan los hombres arriba se cometen muchas equivocaciones. Había empresas tan bien hechas como las textiles. Sin embargo ahí igual hubo tomas. Hubo mucho infantilismo revolucionario entre la gente de izquierda. El Partido más serio fue el Partido Comunista. Como estaba la guerra fría, a quién iban a culpar. Por supuesto que a los comunistas. A ellos lo empezaron a perseguir primero. Soy de verdad apegado a la historia y no hago ciencia ficción.
Navarro habita en el tercer piso de un departamento en el barrio Bellavista, Santiago. Todo lo que está en su living, sean cuadros, máscaras (que él confecciona) o repisas, tiene un significado íntimo. Si usted conoce su trayectoria, no hallará en las murallas las fotografías de los hornos de Lonquén. Lo de Lonquén lo explica al final de esta entrevista. Sin embargo está la cámara que cambió la historia: una Practika de bordes helados y que suena como alcancía con una moneda cuando la mueven.
Por lo urgente de la contingencia -no se puede ser de otra forma- se descargó mirando el edificio tipo caja de remedio de la Universidad San Sebastián. Tapa la mitad de su ventana. Lo define como el monumento al lucro en la educación.
Sistema colapsado
-Lo que está pasando ahora es culpa de la Concertación porque no se atrevieron a hacer los cambios. El problema de la educación ya todo lo sabemos. Las familias están hasta la coronilla con los créditos, además de las tarjetas para consumir las cosas diarias. El sistema está colapsado. Hay un desgaste en todo el mundo. Por esta razón mi apoyo es irrestricto a lo que están haciendo estos cabros. Ellos no vivieron la dictadura y en consecuencia no sienten miedo, en cambio nosotros tenemos miedo. Esa es la diferencia y además sus líderes son brillantes. Cómo alguien puede hablar que no hay lucro. Mira los edificios que hacen (apunta a la Universidad San Sebastián). Si eso no es lucro, ¿qué es? Ahora la salud es otro problema. La mejor salud en Chile está en clínicas privadas. Cómo es posible que a estas alturas del partido los mejores hospitales que hay en Chile pertenezcan a las Fuerzas Armadas y la gente común y corriente debe atenderse en los peores hospitales. Me pidieron de Salud hacer un trabajo fotográfico y no lo acepté pues fue terrible ver en los pasillos a la gente operada. Ver tirados a ancianos que han tenido toda una vida de trabajo. El sistema de salud es una injusticia enorme. No pueden hablar que no hay lucro, en Chile hay un lucro descarado. Los bancos son los mayores beneficiados. En Chile mucha gente no quiere hablar de esto. Yo no tengo esperanzas ni las tendré de trabajar en El Mercurio ni en La Tercera, porque nadie me va a llamar de esos lados.
-Todos saben mi trayectoria. Amigos me ofrecen pega. Tengo la comisión Valech y una pequeña jubilación. Estoy viviendo tranquilo aunque tengo que trabajar hasta que me muera.
-No hago clases por principio. No quiero ser cómplice del sistema, aunque puedo dar clases gratis de fotografías si alguien tiene interés. Sin embargo la mayoría de mis colegas está haciendo clases. Cuando fui Presidente de los fotógrafos lo planteé. Hay que tener en cuenta que los regalones de Pinochet son los dueños de las universidades. No es porque yo lo diga, sino que son años de ejercicio de saber quiénes son quienes.
Antofagastino
Navarro nació en Antofagasta. Pasó su infancia en el sector de la avenida Brasil. Estudió artes plásticas en la Universidad del Norte a principio de los años 70. Por esta razón conserva en una muro (y que queda sobre su cabeza al momento de esta entrevista), un grabado del pintor Jorge Flores Naveas, su amigo.
-Todavía lamento su suicidio.
-Yo me críe en el lugar que le dicen el triángulo de la avenida Brasil: entre Salvador Reyes, Esmeralda y Aconcagua. Todos nuestros juegos lo hacía donde estuvo la Universidad Técnica del Estado (hoy el Jumbo) y en la playa El Molino. A Jorge (por Flores) lo conocía desde que éramos chicos. Jugábamos a la pelota. Con los croatas jugábamos básquetbol. Maximiliano Garafulic debió ser como Alexis Sánchez para el básquetbol. Los primeros murales que se hicieron en Antofagasta lo hicimos nosotros. En el Estadio Municipal recuerdo un trabajo donde participó Jorge y Pedro Quiquincha. Era mediado de los años 60. Tengo muchos recuerdos de ésa época.
-Yo comencé pintado.
-El año 1976 me vine a Santiago porque me iban a agarrar. Apenas cayó la gente presa armamos un equipo solidario. Mandábamos encomiendas a Chacabuco (campo de concentración de la dictadura). En Antofagasta quedó la escoba. Fue muy fuerte la represión. Hasta que me detectaron y me dijeron ándate. Mi único pecado fue ayudar. Fui del Partido Comunista, militante.
Muestra una foto de Rafael Parada, quien era amigo, que se la regalará pronto a su familia. Después exhibe la fotografía de unos gitanos. Podría ser una fotografía actual, pero de los años 70. En Santiago empezó con la fotografía y para aportar, dice, arribó a la Vicaría de Solidaridad. Explica lo de los gitanos.
Conservo muchos amigos gitanos. Mi interés hacia ellos partió cuando leí que fueron perseguidos por Hitler. Imaginaba lo que habían sufrido. Un día en Santiago fotografié a tres mujeres. Ellas se molestaron. Días después le regalé las fotografías. Gracias a esto, ellas confiaron e hicimos amistad. Todavía nos vemos (indica las personas en una foto). Estoy muy agradecido de ellos. Cuando fui perseguido por la dictadura los gitanos me protegieron. Habité con ellos en sus carpas. Viví con ellos. Fui de lugar en lugar. Estuvieron conmigo en ese momento difícil y eso se agradece por siempre. Son grandes personas.
hornos de lonquén
- ¿Le molesta que le pregunten lo mismo sobre sus fotografías sobre los cadáveres al interior del horno de Lonquén?
-Sí (arrastra la voz). Tuve la suerte o la mala suerte de fotografiar cadáveres. No me arrepiento para nada, fue un grano de arena. Pinochet no cayó por los problemas económicos sino que por los Derechos Humanos. Nosotros como Vicaría fuimos la piedra en el zapato que tuvo. Así que eso fue importante y como me voy a arrepentir de eso, además que yo estaba al lado de los buenos. No obstante Pinochet me cobró lo de Lonquén. Entre 1978 y 1981 me amenazaron constantemente. Fue una presión tremenda. Me siguieron en la calle y hasta me tiraron gatos muertos a la casa. Viví una persecución terrible, pero no me quise virar porque soy porfiado. “Mira huevón, a vos te vamos a acusar de matar a la Virgen María. Con lo que te inventemos te vamos a joder igual”.
-Entre medio droga, tortura y amenazas constantes. Así de valiente era el ejército chileno. A estas alturas miedo no tengo. Siempre he dicho la verdad, que Pinochet es un traidor, un cobarde, un ladrón y un asesino. No me tiembla la pera para decir eso, obvio que no lo digo en todas las entrevistas. Lo digo en el contexto en que se comenzaron a saber las barbaries que se cometieron. Fui muy amigo de José Manuel (Parada). Lo que hicieron con él, no tiene nombre. La cobardía. Hablar de honor del ejército ¿Qué honor?
-El trabajo de la Vicaría refundó la fotografía chilena. En Chile no había fotografía. Los retratos de los desaparecidos para acompañar los recursos de amparo partieron como una necesidad jurídica. Se dio inicio a un trabajo histórico.
Foto: John Yévenes