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La fe hace milagros en cárcel de Antofagasta

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No es lo mismo convivir con un grupo de reclusos evangélicos, que con el resto de la población penal. La vida puede resultar más tranquila, afable si se quiere; sin embargo es necesario cumplir ciertos requisitos. El más importante recibir a Cristo, y vivir como dicen las escrituras. Si no es así; se notará. El capellán evangélico del Centro de Cumplimiento Penitenciario de Antofagasta (CCPA), Roberto Miranda, 53 años, 8 hijos, dice que él es quien elige con rigurosidad a las personas que están comprometidas con la fe.
Los reclusos saludan a Roberto. El nos indica a un grupo. Detrás de la reja, todos están debidamente uniformados, con vestuario de trabajo. Les gusta la idea de aparecer en el diario. Los internos repiten sus nombres: Francisco Pérez, Abraham Ibarra y Leonel Pérez. Un gendarme observa la escena.
El pastor Roberto que pasa el metro 80, con cuerpo de jugador de rugby, dice que en ese grupo todos son cristianos.
Responden que fueron ladrones. Les pregunto a los reclusos si se van a ir al cielo. Me miran y dicen que sí. Uno dice que un ladrón estuvo al lado de Jesús en la cruz, y éste se lo llevó al cielo. Confían en Dios. A diferencia del resto que sólo observa o baja la cabeza ante la mirada de un periodista, los reclusos cristianos parecen amigables.
De los alrededor de mil reclusos del CCPA, 300 son cristianos. Se supone que ellos tienen una mayor posibilidad de reinsertarse a la sociedad. De esa cantidad, 71 “hermanos” habitan en el módulo 51 de la cárcel nueva. Estos 71 son los comprometidos con la fe.
La rutina de los hermanos se inicia en la mañana  con el repaso de la lista. Siguen con oraciones y lecturas de la biblia. Algunos trabajan. Después del almuerzo, viene el deporte (principalmente el ping pong) y luego a seguir con la biblia y las oraciones. De esa manera los hermanos pasan el día.
El pastor habla con vehemencia sobre la restauración. Jesús recibe a todos los que se arrepienten sea cual sea el pecado.  El trata con violadores, abusadores, asesinos, narcos y ladrones.
Roberto afirma que según sus registros en base a 10 años de trabajo, hay 40 ex reclusos, hoy reinsertados como pastores que con éxito mantienen sus ministerios.
iluminada

En medio de un pasillo que enfrenta a dos patios  debidamente enrejados, pasa un trío de monjas. De inmediato un grupo de internos arremete contra las rejas. Las hermanas saludan y escuchan.
Es evidente la relación de confianza que existe entre ambos mundos.
La hermana María Luz de la congregación de hermanas de Santa Ana, resalta que el nuevo CCPA (ubicado en el nudo Uribe) entrega todas las condiciones para generar un cambio en la vida de los reclusos. “Aquí hay vida; se puede pensar en la resurrección  pues parte por lo dignidad”, afirma la mujer.
Posteriormente la hermana se introduce en un comedor. Es mediodía. Un grupo de reclusos almuerza. Los presos la saludan y la monja los bendice. Luego les habla. Rezan.
Trasciende el respeto por este mujer, que es pequeña, delgada y de halo bondadoso por su condición religiosa.
Después de bendecir a los reclusos, la mujer califica de “linda” su experiencia en la cárcel. Es su tercer año de trabajo.  Algunos de los que almuerzan mantienen cierta desconfianza hacia nosotros.
“Ellos han acogido bien la fe; y les ha ayudado a un cambio de vida, permanecen más tranquilos. Creo que han ido aceptando su realidad sin negar lo que han hecho. Ellos tienen claro que deben pagar su condena, pero también la parte humana es valiosa”, afirma la hermana. Dice que es un gran desafío estar presente como iglesia y a la vez, trabajar con sus familias.
Respecto a la relación con los evangélicos, la hermana dice que existe un vínculo potente. “Tratamos de hacer iglesia ambos. Nosotros tenemos la misa el día viernes, donde asisten alrededor de 100 internos. Hacemos catequesis, bautizos y confirmaciones”.
La hermana María Luz reconoce que, en general, con los evangélicos hay un respeto mutuo y ayuda. “Las necesidades espirituales aquí son muchas; intentamos darle cabida a todos”.
Afirma que los jóvenes son los más necesitados de la palabra de Dios. “Las cárceles se llenan cada día más de jóvenes”.
-¿Y trabajan con los homosexuales?
-Aquí no existe la discriminación. Todos son iguales.

vocaciones
El pastor Roberto  cuenta que su experiencia con Dios partió en 1983, en Santiago. Dice que pasaba por un momento de aflicción. Podría haber entrado a la delincuencia, pero cambió su vida. En adelante comenzó una etapa de crecimiento espiritual. En el año 1996, arribó a Antofagasta con su familia. Afirma que desde los primeros días sintió la necesidad o la imposición de Dios de ir a predicar a la cárcel.
En enero de 1996, por primera vez llega al recinto de calle Prat y comienza una relación cercana que se extiende hasta la actualidad.
En 1998, Miranda se hace cargo de la iglesia interna. En 2002, es nombrado como capellán evangélico voluntario por gendarmería de Chile; hasta que en 2005 es contratado. Hoy trabaja. Dice que está lleno de desafíos.
Por su parte la hermana María Luz, afirma que desde pequeña sintió el llamado.
A medida que crecía se adentró en la posibilidad de llevar una vida de santidad. De esta manera decidió hacerse monja.
Reconoce sentirse plena y apasionada con el servicio.
La hermana se apresura para saludar a una mano que brota de una reja. El cariño  emerge para su frágil figura.

foto: Sebastián Rojas.

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