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El negocio de la magia negra

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Reto al mismo diablo. La frase está escrita en un cartel ubicado sobre la entrada de una estrecha feria. Es casi mediodía de un sábado de febrero y todo indica que por segundo día consecutivo lloverá en Arequipa. Una mujer que vende películas piratas nos dice que el brujo atiende en la oficina de al fondo. Entramos. El breve pasillo está impregnado al aroma de toalla húmeda. Sin embargo el vaho cambia una vez que pisamos la oficina del brujo Alexander, quien también se hace llamar  ángel del amor. Adentro se respira una mezcla de hierbas y tabaco. Naomi, experta en amarres amorosos y en consecuencia bruja, con una fingida mueca de sorpresa nos pregunta qué queremos.
En Perú, los brujos mantienen un status de semidioses. Se pasean entre el bien y el mal como moscas entre la suciedad y la limpieza. Aseguran resolver los problemas recurriendo a Dios o al Diablo; aunque el contacto con este último es quien más les deja dinero. La mayoría confiesa mantener un pacto de por vida con el cachudo; algo así como un sacrificio en ayuda de la gente. En la publicidad de la prensa chicha –diarios sensacionalistas- estos señores aparecen rodeados de cruces invertidas y esqueletos; la caligrafía de grupo de metal complementa el cuadro. El asunto es que por tradición popular muchos compungidos peruanos recurren a estos brujos para que aplasten con magia negra a sus enemigos. No le cobran barato a sus clientes, la mayoría pobres.  
Como dice la publicidad de Don Lino, un brujo que se repite en los diarios chichas de Perú: la brujería diabólica es más fuerte y poderosa que todos los amarres y trabajos imposibles.
Naomi nos mira con incredulidad y luego de carraspear maldice al clima. Afuera garúa. Pide que nos sentemos. Hay un paciente delante de nosotros. Luego la mujer se pierde detrás de una aparatosa cortina que asemeja a una alfombra colgada. Desde el otro lado alguien parece fisgonear; esa sensación la provocan unas intermitentes aberturas en el filo de la cortina. Con mi acompañante concordamos que les debe parecer extraño que dos chilenos aterricen en su oráculo. Ni espías; ni nada. Simples periodistas buscando que nos resuelvan unas dudas existenciales con las hojas de coca; por lo menos eso le explico a Naomi, quien ahora parece entusiasmada con la propuesta.
La mujer de cabello liso y oscuro hasta más allá cintura, detalle que le imprime cierto misterio a su delgada humanidad, nos responde que el brujo nos atenderá por algo así como diez mil pesos chilenos. En media hora, nos contesta Naomi. Luego sale de la oficina y enciende un cigarro.
Rosario de maldiciones
Que pase el señor José, invita una voz masculina que viene detrás de la alfombra. El alicaído José se levanta con ayuda de la mujer que lo acompaña. Es una mujer joven, casi adolescente, delgada y de rasgos indígenas, que debería ser su hija. Al señor le falta un pie. La mujer que parece cansada lo ayuda y ambos se pierden detrás de la cortina.
Naomi nos pregunta de dónde venimos. Le contamos brevemente nuestro origen. Estamos en eso, cuando de la puerta surge un hombre de sombrero tipo vaquero, de estatura media, moreno y bigote delgado. Le hace una mueca con la mano a Naomi y luego se siente al lado de nosotros.
-¿Quién gana el próximo partido entre Chile y Perú? Le pregunto al señor.
Responde que no le gusta el fútbol. Le recuerdo que el cholo Sotil era un crack. El señor nos mira con cara de personaje de la película El Mariachi.
Detrás de la cortina, en el pequeño teatro, el asunto parece bien encaminado para el deprimido José y su acompañante. Se escuchan unas oraciones medias extrañas y otras en alguna lengua indígena; todo esto se intercala con cánticos del brujo Alexander. Es bastante musical el asunto; muy parecido a un ritual hare krishna.
José habla algo en contra de una mujer. Entendemos que lo próximo será algo así como un vudú contra esa desafortunada; quizás la madre de la niña. El brujo, mientras canta cada vez más ronco y quema algo parecido a eucalipto, vierte un rosario de maldiciones sobre la pobrecilla. Es fácil entender que lo de José se trata de una vendetta. Luego se escuchan escupitajos que se intercalan con gruñidos y toz. La pareja aparece.  Pagan el servicio a Naomi y se van.   

Un saludo para el diablo
Escucho mi nombre. Naomi abre la sebosa cortina con algo de dificultad y me invita a pasar. La habitación está iluminada por velas. Al fondo hay una suerte de cuadro sinóptico que describe una batalla entre ángeles y diablos; al medio de esto se encuentra dibujado un pentagrama. Bajo el cuadro y sobre la mesa, se expanden entre velas una serie de figuritas que asemejan santos y diablos. Todo está dispuesto para asustar al creyente. La más llamativa de todas es una mosca de metal cuya mitad de su cuerpo se desprende. Al interior de la mosca, que ahora está abierta, hay fotos tamaño carné de diversas personas. La última de estas fotos parece ser de la mujer que atormentaba a mi antecesor.
-¿Por qué esas fotos viven dentro de la mosca?
El brujo Alexander que no representa más de 40 años y parece cansado por los escupitajos, responde de manera arrastrada que la mosca es una suerte de cuarentena para esas almas. Aclara que está resfriado y culpa la humedad de febrero. Luego me pregunta qué busco aquí. Le explico. Al señor no le incomoda la idea. Me cuenta que es un brujo del norte de Perú, y que proviene de una zona de brujos. Habla de un pueblo donde todos son brujos. Dice que desde su niñez ha estado familiarizado con las técnicas del oficio; ahora recorre el país. 
Reconoce que no tiene hojas de coca, pero no hay problema pues a la vuelta, en el mercado, venden. Llama al señor de sombrero y éste va. Me queda claro el oficio del señor de sombrero.
Alexander reconoce que la va bien. Mientras esperamos la coca, me presenta a Noelia, como su esposa. Dice que esto de la brujería es un don y que la ha dado todo lo que tiene.  
-¿Y cómo es desafiar o pelear con diablo?
-Yo no peleo con diablo; sólo que me comunico con él para ayudar a los demás.
-¿O sea el cachudo es bueno?
-No es tan malo; siempre está dispuesto a ayudar a quienes lo convocan.
-¿Y pide a cambio el alma o algo?
-A él le gusta ayudar, pero después cobra. Si el diablo es poderoso, es porque muchos le han pedido ayuda.
-Mándele saludos al diablo del Rayo-.
-En su nombre-.
-Suena malévolo eso que dice en su tarjeta respecto a qué usted hace daño y luego lleva a su cliente a comprobar con sus propios ojos el daño.
-Así es el oficio. Hay gente buena a quienes les hacen daño y recurre a mí para revertir el problema.
Hojas de coca
Estamos en el tarot, cuando el del sombrero llega medio mojado por la lluvia con una bolsita con hojas de coca. El juego de las cartas entrega interpretaciones bastante obvias. No hay mucho por descubrir en el tarot.
Alexander, con voz pausada, dice que no es día para sacar la coca según los rituales. Lo de la coca se hace en un par de días a la semana. Vamos al asunto.
Dice que le gusta el fútbol, pero que ve difícil que Perú le gané a Chile. Lleva a cabo el jueguito con la coca, se concentra, las lanza y recoge una. Luego afirma que será un partido duro; habrá expulsados y que al final se impondrá Perú.
La segunda pregunta y final, es sobre el juicio de La Haya. Nuevamente hace la faramalla con las hojitas verdes, ahora con un cigarro encendido. Carraspea. Luego de un silencio, dice que lee un juicio favorable por bien poco a Perú, asunto que provocará la indignación de Chile.
-¿y esto terminará mal, en algún conflicto?
-No pasará más allá, pero hay muchas fuerzas sobrenaturales que están con Perú y no lo dejarán.
-¿Algo así como las batallas del señor de los anillos?
Alexander dice escueto que ha sido todo. Se despide de manera amistosa y llama a su próxima paciente.
  

Las historias de Luis Toledo Vilca

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El radio patrulla se detiene frente a la casa. Luis Toledo Vilca, de 25 años en octubre de 1973, periodista y subdirector del  cerrado diario de izquierda “El popular”, piensa que no regresará.  El hombre que baja del vehículo policial, en vez de apresarlo lo saluda. El señor se presenta como el padre Zenteno, capellán de Carabineros. El cura le hace un gesto a los uniformados, como diciendo que éste no es el buscado.  Al otro año, cuando la cacería es considerable, Toledo, parte a Perú.
La vida de este reconocido académico de ciencias de la comunicación y sociales, politólogo, nacido en María Elena cuenta con varios hechos fortuitos en contextos de crisis. Puede decirse que Toledo ha sobrevivido a dos golpes de estado y a la ciudad más peligrosa del mundo: Pinochet en Chile en 1973; Morales Bermúdez en Perú en 1975 y el conflicto entre contras y sandinistas en Nicaragua a mediados de los años ochenta, y que salpicó a  San Pedro Sula, Honduras, donde él vivía.
Luis Toledo, con 67 años que no se le perciben  por efecto, dice, a su vida sana (es semi vegetariano), separado y dos hijos que viven en Suiza, pretende a mediano plazo embarcarse primero a Santiago y después a Argentina, para estudiar un doctorado. Este hombre moreno que mantiene una foto del Che Guevara junto a Allende, adherida a la pared de su oficina, reconoce que desea investigar sobre la nueva postura de los mapuches dentro de la sociedad.   El plan de Toledo es por efecto del cese de la Universidad del Mar, donde queda poco por hacer.
“u” casi muerta
 La imagen que proyecta la ventana de la estrecha oficina de este académico  es triste: no hay ningún alumno en los pasillos. La universidad parece muerta sino fuera por el sonido de alguna radio encendida de los funcionarios.
Hoy el profesor conocido como “messie” u “omar sharif” por sus alumnos (sonríe cuando nombro los apodos), además de leer a pensadores políticos, está enfrascado en el conflicto de la universidad. Toledo es presidente del sindicato. Resume que la tragedia de la casa de estudios les ha traído desprestigio académico y sufrimiento moral.
El académico reconoce que ha sido testigo de que el lucro mata dos veces.  No se trata de la famosa serie del Agente 007 con licencia para matar, “Sólo se vive dos veces”, aclara, sino de la vida universitaria de Antofagasta.  Aquí, el afán de lucro asesinó  a dos universidades en tan sólo 10 años.
Dice que el afán de lucro, destruyó carreras académicas y un proyecto universitario que había iniciado el camino de construirse como la Universidad de las Ciencias Sociales del Norte Grande chileno: la Universidad José Santos Ossa (UJSO) comprada en 2003 por Sergio Vera, uno de los cuatro “dueños” de la Universidad del Mar por la suma de $800 millones pagados al contado, en partes iguales a los dos controladores de la UJSO, los hermanos Eduardo y Jaime Valenzuela Acuña.
“Hoy, 10 años después, el lucro vuelve a matar, esta vez, a la propia Universidad del Mar de Antofagasta”.
sorpresas  da la vida
A pesar del desconcertante presente en la U del Mar, la vida de Toledo desde 1973 en adelante tiene ribetes de película.
 La salvada que le hizo el capellán de Carabineros inició esta crónica. El padre  jesuita Zenteno, que después ha sido cuestionado por su actuar en la época, dice que por lo menos a él lo ayudó. Recuerda que los padres jesuitas siempre estuvieron conectados con los jóvenes intelectuales. Toledo nombra a varios padres.
Antes del 11 de septiembre, Toledo, militante comunista,  había terminado sus estudios de periodismo en la ex Universidad del Norte y era subdirector del diario “El Popular”. Tras el golpe, al diario se le prohíbe funcionar. Dice, con una mueca, que el Mercurio local tildó de “guarida de extremistas”  a “El Popular”, tras el allanamiento por organismos de seguridad. Tras esto, Toledo vive casi en la clandestinidad entre Santiago y Antofagasta. Luego sale con un pase de periodista de la revista Ercilla a Tacna, Perú, donde se lleva a su familia, su mujer, sus hijas y su suegra.
En Perú, logra trabajar como académico y también estudia. El golpe de estado que destituye a Velasco, proclive a la izquierda, coincide con una fortuita visa para vivir en Suiza como refugiado político. Parte con la familia a ese país precaviendo una persecución.   En Suiza llega a una casa donde conviven refugiados de todo el mundo como rusos que odian a los comunistas. Luego de esta singular experiencia, Toledo decide estudiar en Lausana, becado, donde logra un magister. Tras esto, parte a perfeccionarse a París. En el período de Francia, se separa de su esposa.
Después viaja a Honduras, aunque su intención era Nicaragua, para apoyar la lucha sandinista. Honduras no es lo mismo que Suiza, pero Toledo al fin y al cabo se acostumbra. Vive en la ciudad de San Pedro Sula, donde hay muertos y mutilados por machete todos los días. Toledo desarrolla actividades académicas, a veces a policías. Algunos policías lo conocen y eso lo ayuda. Bordea los 50 años cuando recrudece el conflicto en Honduras y Nicaragua. Aterriza en Chile a principio de los años 90, tiempo en que se consolida  en la recordada UJSO y luego en la U. del Mar.


Toledo recuerda que no tuvo una buena relación por asuntos políticos con el ex director del Mercurio y ex decano de humanidades de la UCN, Mario Cortés Flores.  Recuerda que Cortés le impidió el ingreso como académico a la UCN, a principio de la década del 90. Lo anterior por rencillas dentro del gobierno de la UP, cuando Toledo era subdirector del comunista “Popular” y Cortés del Mercurio.  Toledo evoca  que Cortés nunca estudió periodismo. Dice que Cortés quiso estudiar periodismo ya anciano en la ex UJSO.  Como directivo académico, Toledo se opuso a recibirlo por la posibilidad de que el señor tuviera un accidente en el campus, “él tenía que acreditar seguros”, afirma.  

loco de cordillera

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La viscosa criadilla se escurre por las manos de la señora Flor.  Con un sonrisa, la mujer, peruana,  que atiende en una carnicería del mercado de Arequipa, Perú, dice que las criadillas de cordero mantienen una aceptable demanda.
Bajo la sombra del volcán Misti, el consumo de los testículos u otras menudencias es habitual por su bajo precio en comparación a la carne.  Luego la entusiasta mujer explica que la elaboración más habitual de la criadilla es en agua caliente bajo cocción con algún condimento. El sabor es similar al del estómago del vacuno o lo que conocemos por estas pampas como “guatitas” .
Las criadillas de cordero y de burro, y la verga de ambos animales denominada como “loco de cordillera” en el norte de Chile, integran el recetario andino. Ambas partes de los mencionados animales se engullen tanto en Perú, Bolivia, norte de Argentina y en los pueblos precordilleranos del norte chileno.



El señor Jorge González, estudioso de la identidad nortina, recuerda que en la localidad de Socaire, a 86 kilómetros de San Pedro de Atacama, las criadillas de burro se comen al pil pil. La  preparación con ajo le da un sabor inconfundible; muy bueno, dice este señor.  Agrega que el loco de cordillera, si se sabe preparar, también logra un sabor rotundo.
 El experto en cocina andina, el chef Ricardo Pacheco, hoy radicado en Vicuña y que antes trabajó en San Pedro de Atacama y Pica, alardea con la historia y afirma que el denominado loco de cordillera se habría popularizado con ese nombre a través de los arrieros de la precordillera.
Dice que al faenar los animales hallaron que la verga mantenía una textura muy parecida a la del molusco; a su vez la carne es blanca y firme, si se sabe preparar. El resultado puede ser agradable para el paladar.
Pacheco, con varios libros en el cuerpo sobre gastronomía nortina, explica que el falo del burro se cuece como si fuera una ubre. “Es necesario darle aromatización a la cocción, asunto que se logra con cebolla, zanahoria, ajo y otros mejunjes. La idea es perfumar el caldo que acompañe a la presa. Todo está en respetar el proceso de cocción, más aún si se considera que el loco de cordillera no es una carne dura en su estructura, algo similar a la lengua de vacuno”.
Dijo que en general, tanto la criadilla como el loco de cordillera son menudencias que generan una serie de prejuicios; sin embargo son alternativas saludables. “La comparación obligada es con el poroto negro en Brasil. Primero el poroto se utilizó como alimento de esclavos, asunto que provocó prejuicios. Sin embargo con el tiempo, el poroto negro conquistó mesas más exigentes hasta transformarse en gourmet. Con la verga de burro podría suceder algo similar; hay que darle la oportunidad en la cocina chilena”.
Un valor  agregado de este tipo de carnes si provienen del burro y euquenidos, dice el chef, es su bajo colesterol y grasas. Afirma que en general los animales cordilleranos se alimentan de hierba y a la vez, beben pocas cantidades de agua; características que generan un tipo de carne bajo en grasas, afirma el chef.
Pacheco afirma que en Copiapó, al loco de cordillera se le denomina suspiro de monja.

Dice que en esa ciudad con la verga de burro se prepara una chorizo que es bastante largo. “No es algo muy común, pero si usted pregunta en las carnicería, seguro que algún carnicero le dirá con  una sonrisa donde comprar”, afirma.



Una noche en las Cucardas, el prostíbulo de los chilenos en Perú

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El joven que no sobrepasa los 30 años camina por los pasillos grises  en busca de una chica que le guste.  Quiere continuar vaciando su despecho.  Conversa con una mina morena semidesnuda que asoma por una puerta, y luego prosigue su recorrido.  Son las 20 horas de un sábado de febrero, y adentro  del anochecido galpón  se respira una atmósfera húmeda que hace sudar.
El joven  había llegado a Arica el día anterior proveniente de España, por lo menos eso cuenta mientras camina.  En Madrid quedó su ex polola y  ahora en compañía de amigos supera las penas de amor en Tacna. Los chicos, que a ratos parecen locos de patio, dan vueltas por el laberinto de Las Cucardas, el más grande prostíbulo del sur peruano.
A finales de los años 90, la ciudad de Tacna organizó su zona roja, en vista de la creciente demanda de turistas chilenos.
De esta manera los prostíbulos fueron trasladados a una zona periférica, el sector conocido como Alto Chorrillo, a casi 20 minutos en taxi del centro. Las Cucardas surge en esa época bajo el mandato de un personaje conocido como “Cholo” Meza, un señor que da material para escribir un libro, pero aquella es otra historia.
  Puede decirse que Las Cucardas  son una suerte de galpón del sexo. Su interior es  rústico; por ejemplo hay dos detalles bastante chocantes en cuanto a higiene: hay grasientos urinarios comunes a la vista de todos y las habitaciones no cuentan con baño. El agua potable parece escasa. La hediondez se antepone al entrar a los retretes.  En los retretes hay múltiples rayados anti chilenos como: “echa agua no dejas a un chileno flotando”.
Sorprende que en los pasillos se puedan hallar vendedores ambulantes. El agua mineral se hace necesaria en verano.
Los pasillos perforados de habitaciones confluyen en un escenario central donde hay una show continuado con bailarinas desnudas. A un costado sobresale un bar  sobrio. En verano ante todo se bebe cerveza. La mayoría de los que circulan por los pasillos andan en grupo; casi nadie llega solo. Hay un temor permanente a ser asaltado; en algo como Pacman arrancando en los laberintos de los fantasmas. El acento chileno hace sentir acompañado, dice el joven que busca olvidar a la española.
La sabiduría de taxista  pregona que uno en otro país es casi un niño. Hay taxis piratas.  Es común leer historias en los diarios locales de chilenos que fueron asaltados por  taxistas, en complicidad con delincuentes, en el trayecto hacia sus hoteles . Queda claro que el riesgo aumenta yendo solo y se redobla emborrachándose.
Adjuntos a Las Cucardas hay dos prostíbulos de similares características.  Sólo en las “Cucas”, como le denominan los peruanos al prostíbulo mayor, hay alrededor de 70 a 100 prostitutas. Fácilmente el sector puede agrupar a alrededor de 200 prostitutas o más en los fines de semana o festivos. En todos está prohibido sacar fotografías; es más si sorprenden a alguien le quitan la cámara o el celular.  El grupo de guardias, en todo caso, siempre está concentrado en las puertas.
El dilema es que más de la mitad de los clientes son chilenos. El estudiante de periodismo  Edgar Lara, ariqueño, quien me acompañó en esta aventura, explica que la gran motivación  es la calidad en función del precio; asunto que se reafirma en vivo.
En el lugar se pueden escoger entre morenas, serranas y de la selva amazónica, la mayoría bellas peruanas, por valores que van desde 3 mil pesos hasta los 7 mil pesos. Todo depende del acuerdo que se logre en la puerta. Las chicas también son amables, siempre y cuando enganchen con el cliente. Algunos no tienen problema de hacer fila.

bacinica de Bastiana




La habitación de Bastiana está iluminada con una luz que tiñe todo rojizo. Ajusta la puerta con un picaporte. Bastiana es una chica de 23 años, cabello castaño y que dice venir de Iquitos, al norte peruano, selva amazónica. Su habitación está en el pasillo donde están las chicas de 7 mil pesos. Su cama es una circunferencia y parece cómoda. Nos sentamos.
Aclara que no tiene nada contra los chilenos, pero la mayoría no le ha dado un trato amable. “En general no confío en ningún cliente; menos quienes vienen de otro país”, clarifica de entrada. Le aclaro que soy periodista y armo una crónica. Al principio no le gusta la idea y después accede.  Me da permiso para fotografiar las paredes y la llave de la pieza.
La chica, algo indiferente,  afirma que como la mayoría llegó a trabajar por razones económicas. Tiene familia en el norte; no especifica si tiene hijos. “No es tema lo que yo sea allá”, dice un poco alterada. Le pido calma.
Le pregunto por los carteles. La habitación está llena de avisos como: “no machar las paredes”. Dentro de todas las prohibiciones,  hay una  personal, confiesa Bastiana, que exige  no  hablar de la vida personal con los clientes.  Luego de un silencio, replica: con los clientes se practica sexo y nada más. “Ellos pagan al principio y tienen derecho a desarrollar tres posiciones sexuales; todas con preservativo”.
-¿Ellos deciden qué hacer o tú?-
-Las posiciones las decido yo, calculando los tiempos. La visita es de media hora.
Hay varios sobres de preservativos en una mesa que cumple funciones de velador.  Levanta sus hombros cuando le pregunto si los preservativos han sido ocupados en más de una ocasión.
Ella, con la vista fija en el picaporte, dice que es muy exigente con la limpieza y que no introduce a cualquiera; yo selecciono. “Usamos jabón líquido y un desinfectante (lo apunta); el problema es que adentro de las habitaciones no hay lavamanos y si lo hay, está seco”.
Hay un lavatorio de lata  al lado de una bacinica. La mujer admite que ocupa la bacinica para orinar; el lavatorio es para lavarse sus partes íntimas.
Bastiana confiesa que no está del todo conforme con el trabajo; dice que deberían ganar más  por el sacrificio de estar en ese lugar atendiendo a quién llega.
Cada una hora por los pasillos pasa un señor de la administración, algo así como un guardia, controlando el trabajo de las chicas. A ese personaje se le deben rendir las cuentas, declara Bastiana.
Otra chica que entrevistamos para esta crónica, dice que algunas alojan. A otras las van a buscar y otras llegan; siempre hay favoritas que se llevan a la mayoría de los clientes; son las top, sonríe.  Al costado de la puerta, hay una sala, algo así como un casino o comedor, donde las mujeres toman café, cerveza o descansan en sus momentos libres.
Martina, quien parece más locuaz que nuestra primera entrevistada, dice que no puede afirmar si la higiene es peor o mejor que en Chile pues no conoce. Afirma que las Cucardas es uno de los lugares de ese tipo más concurridos en el país, en consecuencia lo hace atractivo para trabajar a pesar de todo. “Aquí se paga una cuota, pero como siempre los dueños se quedan con la mayor cantidad de dinero. Esto es como una industria de vulvas”, dice la mujer en la puerta de su habitación.  Pronto Martina hace un cambio de luces con el joven despechado. Luego se encierran. Es la tercera chica del joven en casi tres horas de estadía.  

El hombre y el rottweiler que esperan el tsunami

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 Hace 8 años que Manuel conocido como el rubio habita entre las rocas, bajo el paseo del mar. Un día le llegó compañía. Ana Gabriel, una perra rottweiler maltratada y taciturna, apareció y se sumó al señor; hoy, ambos conforman algo así como una familia.

El rubio de ojos y párpados rojos por una enfermedad que habría agarrado por efecto del reflejo del sol en el agua en su época de tripulante, dice sonriente con la pequeña sabiduría de las noches sin techo, que uno puede comunicarse con los animales a través del afecto. El señor de brazos tatuados con líquido de pila dice que la comunicación la ha ocupado con las escurridizas lagartijas que le vienen a pedir arroz, o los ratones que se extravían con pan entre las piedras.

El dilema es que la perrita hizo visible nuevamente al rubio, quien había decidido mantenerse fuera de alcance. El hombre con la voz áspera dice que nunca ha necesitado de protección, a pesar de algún asalto por caminar ebrio, y que nunca proyectó a la perra como defensa; las deducciones las pueden hacer otros que pasan, miran a la perra y se alejan. Ana Gabriel impresiona. Sin embargo los movimientos de la perra reflejan pereza y hasta cansancio.


A la perra le pegaban



Manuel afirma que Ana Gabriel llegó media maltratada, con marcas en el pelaje; se aprieta el lóbulo de la oreja y concluye que a la perra le pegaban. Ahora está tranquila, dice adhiriendo su nariz a la nariz helada del animal. Manuel la alimentó. No les falta la comida. Manuel no mendiga, sino que limpia autos en la costanera. Gana algo de dinero que invierte en comida y cerveza. Lo conocen todos en el lugar, incluso los vecinos del frente, de los edificios, a veces le llevan algo para comer. El rubio dice que Carabineros no lo molesta; hay buena onda especialmente con los de la bicicleta.

El hombre reconoce que no se droga y que a veces bebe más de la cuenta; así queda en evidencia con una colección de latas de cervezas que brilla con el reflejo del sol, y un muñeco gordo que asemeja un viejo pascuero adornado con un envase de vino en botella y una caja tetrabrik. Más abajo descansa un oxidado carro de supermercado.

El señor de ojos enfermos, de 46 años, que cursó hasta 4 básico se declara analfabeto y que por eso lo jodieron en el pasado. Reconoce que se siente tranquilo en ese lugar, pero no completamente feliz. La suerte le ha sido esquiva,

Una riña cerca de ahí llevó al "rubio" a pasar la última Navidad en la cárcel. El hombre recuerda que se defendió con una pala. Dice que en la cárcel se mantuvo sereno pues esa es la regla. Salió después de unos días y regresó a las rocas. Ana Gabriel lo esperaba, más flaca y aletargada.

-¿Y qué harán si viene un tsunami?

El señor mira al océano, a un par de metros, luego al brazo gris del puerto, y con una expresión de suficiencia recuerda que ya estuvo esperando el de Japón ahí mismo, pero bajo una puerta vieja. No sucedió nada, dice. Luego de un silencio afirma que no le asustan las marejadas ni nada relacionado al mar pues adentro, cuando era embarcado, conoció realmente la fuerza del oceáno. Gesticula explicando el tamaño de las olas y el movimiento de la embarcación.

Ahora dice que esperarán la ola en ese mismo lugar. Con la mano sobre el lomo de Ana Gabriel afirma que si viene un tsunami se subirán a la ola que los llevará a algún lado, de ese viaje están seguros

Mejillones tan lejos, tan cerca; operadores portuarios que hacen sus necesidades en sus puestos de trabajo.

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Dos mujeres y un joven preparan la salsa de tomate. La cocina del campamento está a unos metros de la entrada de Puerto Angamos, en Mejillones.  El joven mira alrededor, saca cuentas con la mano y dice que faltarán fideos. Hay huelguistas robustos que deambulan por la zona. Bajo el brazo del joven hay apretados algo así como siete paquetes de fideos del número 3. Los reclamantes siempre están con hambre, dice una de las mujeres hablando fuerte, para que su voz traspase el sonido festivo de la cumbia.
La mujer es esposa de uno de los parados.
Ayer se cumplían 10 días de la huelga que llevan a cabo alrededor de 320 trabajadores del sindicato número 2 de la empresa Ultraport, que se desempeña en Puerto Angamos. Los tres sindicatos que no adhirieron a la interrupción agrupan a cerca de 150 personas. En consecuencia los quehaceres del puerto también están detenidos. Los embarques de cobre quietos y los barcos a la deriva. Es evidente la presión de los intereses económicos.
 El tira y afloja entre los trabajadores y la empresa avanza. El diálogo continúa; ayer se celebraron, por ejemplo, dos reuniones. Los obreros parecen convencidos que la huelga es la única manera de presionar a la empresa y mejorar las condiciones laborales.
Dicen que no los sacarán de ahí hasta que se produzca un arreglo total a sus demandas.
Los operarios están organizados por turnos a un costado de la entrada del puerto. En el campamento hay carpas  del tipo iglú y otras de diversos tamaños que algunos, mientras esperan, ocupan para jugar brisca. Hay un motor que les inyecta electricidad al televisor. Verán el partido de Chile. La cocina está a un costado. Los líquidos los van a comprar a Mejillones. El ánimo es mesurado, a pesar de la cumbia. La mayoría no quiere hablar con la prensa; para eso están los dirigentes, dicen.
En el portón ya no caben más carteles.
Entre las peticiones de los trabajadores está la instalación de un casino y en el tiempo que se construya éste, alrededor de 8 meses, la suma de 4 mil pesos líquidos por turno en horario de colación. La empresa quiere entregar 3 mil 200 pesos líquidos, afirma uno de los trabajadores.
El sueldo promedio de los portuarios es de alrededor de $700 mil pesos; dinero que según los turnos puede aumentar o bajar.

barricada y miguelitos
Es pasado mediodía en Mejillones, y las Fuerzas Especiales están a casi 800 metros de donde se cocinan los tallarines con cumbia. El sol es odioso para todos.
Los efectos del sol y el desierto son evidentes en el pelo tieso y los rostros deslucidos de los huelguistas. Falta agua.
Horas antes un grupo de trabajadores subió hasta la entrada de la ruta que conduce al puerto y la obstaculizó con neumáticos quemados. Metros más abajo se repitió el dilema. Entre medio de ambos parapetos había una sembrado una cantidad importante de miguelitos, para detener al zorrillo, el guanaco o cualquiera aparatoso camión niquelado.
El personal policial limpió la carretera, y a mediodía ya se veían buses chinos cargados de trabajadores de las varias empresas subiendo y bajando por la atormentada vía.
La cumbia no llega a los Carabineros. La tropa parece concentrada en el siguiente paso de los de abajo. Un grupo de dirigentes traspasa la línea. El Barney, apodo por lo robusto, acusa que los señores vienen desde Mejillones después una reunión con la empresa.
Los trabajadores se alborotan pues puede terminar el paro; luego se agrupan.   Las noticias no son del todo negativas según las dan a conocer los voceros.
La disyuntiva pasa por los 4 mil pesos y los 3 mil 600 pesos que pone la empresa. Luego de un par de “ceacheí”, los trabajadores celebran la posibilidad que se pueda concretar un módulo para protegerse de la intemperie antes y después de los turnos. La mayoría de los huelguistas son de Antofagasta y deben esperar buses que los trasladan; a veces esperan por más de una hora.
Los dirigentes aclaran que no habrá represalias de la empresa. Los huelguistas respiran tranquilos.
El Barney, tocándose la pera como filósofo, dice que llegar a esta instancia extrema es la única manera de enrostrar a la empresa las condiciones laborales; de lo contrario seguirían siendo pasados a llevar.
El hombre opina que el casino es una necesidad pues ahora comen al aire libre en un contexto tóxico. El Barney enumera que están expuestos a nitrato de amonio, pet coke, molibdeno, cloruro de potasio, cobre y harina de pescado entre otras cosas. Concluye que si las partículas de esos elementos se pegan a la comida, de seguro que heredarán un cáncer.  El señor reconoce que se ha comido varios sándwich tóxicos. “No tenemos  un lugar físico para lavarnos las manos; ni un lugar cerca con agua caliente ni fría. Comemos con las manos sucias”.
Otra condición laboral criticada por los señores trabajadores es la relacionada a los tiempos para hacer sus necesidades fisiológicas. La mayoría dice  el dirigente Jorge Cofré, al no poder parar en sus labores debe orinar en cualquier parte.
El Barney, por su parte, afirma que los compañeros de grúas para no bajar su rendimiento, no pueden ir al baño y hacen sus necesidades en botellas.
Este argumento, dice Cofré, es una de las razones para pedir un casino y tiempo, media hora, para la colación y nuestras necesidades. A su vez los capataces chicotean; a ellos también le pagan por rendimiento. “Es un sistema exigente, que siempre está provocando accidentes y mutilaciones. Ya van 4 fallecidos en 10 años”, afirma el dirigente, mientras la cumbia sigue en el campamento.        

Foto: Sebastian Rojas.

El fotógrafo del tsunami

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Terminar con el rostro lleno de púas de erizo, hasta en los párpados. Perder dientes o partirse la cabeza. Marcos Tobar, iquiqueño, 31 años, casado, sabe bien los riesgos del oficio. Este ingeniero desde hace un par de años desarrolla el arriesgado quehacer de retratar a quienes practican bodyboard y surf (también llamados riders) en Iquique.
El señor, previas contorsiones y piruetas, debe esperar dentro del tubo de la ola al deportista con su respectiva tabla. El trámite es jugar en medio de la ola, que en la mayoría de las ocasiones sobrepasan los dos metros. Tiene un segundo para hacer click y sacar la fotografía.
Marcos se ha salvado jabonado varias veces de terminar en el hospital.
Recuerda que la última vez, con unos amigos se levantaron temprano como siempre a chequear las condiciones del mar. El vaivén no estaba como esperaban.  Las olas parecían chicas y así, perdieron casi toda la mañana decidiéndose si se meterían al océano. Al final optaron por el sector “punta uno”, al costado de la playa Cavancha, justo donde parten las piedras.  
Marcos dice que la marea baja es mucho más peligrosa.
De pronto apareció una ola grande que no había salido en todo el día.  “Me pegó un revolcón y me dejo en la orilla arriba de las piedras y un poco desorientado; en eso me doy cuenta que viene la otra ola y cuando voy a capearla por abajo me miro los pies y estoy parado con el agua hasta las canillas y al igual que en los dibujos animados digo: oh, oh”.
Luego Marcos escucha al salvavidas que le grita que se salga de ahí. Nuestro protagonista  cierra los ojos esperando la embestida de la ola. La fuerza del mar le saca la cámara de las manos. Queda con los codos y la espalda rasmillada por el revolcón con las piedras del fondo.
Afortunadamente no pasa a mayores. Cuando logra entrar nuevamente al agua, Marcos busca a sus amigos. No los ve por ningún lado en el horizonte.  En una de esas observa la orilla y nota a un grupo de personas y la moto de los salvavidas. Entre tanta gente ve a alguien de traje azul y pienso en su mi amigo. Sale rápidamente y efectivamente es él; el mismo que le había dicho que tuviera cuidado.
“Lo de mi amigo fue un poco más grave pues perdió un par de dientes y se partió la cabeza contra la roca quedándole la cara llena de espinas de erizo, hasta en los parpados”, dice Marcos abriendo los ojos.
Al final, los amigos terminaron la mañana en el hospital. “Estábamos todos con traje de surf y sin nada más que aletas y en mi caso, la cámara. En la caja nos preguntaban si teníamos como pagar la factura”.



Adicción a la foto

La predilección por el mar de Marcos, lo llevó primero a practicar bodyboard. Todavía ese deporte acuático no se masificaba en Iquique. Hoy, el puerto histórico junto a Pichilemu y Arica son los lugares más importantes a nivel nacional en la práctica de surf y bodyboard. Luego Marcos comenzó con el buceo profesional y así derivó a la fotografía submarina, pero con fines de registro científico. Hasta que un primo le abrió le ojos.
“El me pedía que me motivara pues nadie en Iquique sacaba fotos a los surfistas. El quería unas fotos. Hasta que un día se dio la oportunidad de meterme. Recuerdo que hubo un buen rato de meditación. Había marejada y no acostumbraba a introducirme con el mar de esa manera; afortunadamente no sucedió nada malo. Luego la foto se me hizo casi una adicción.

 ¿Con qué cámara comenzaste y qué cámara ocupas ahora?
Comencé con la cámara del trabajo de buzo (ríe). Esta es una Canon s95 con un housing  (carcasa). Es una cámara súper básica con un modo de ráfaga lento y en consecuencia es difícil captar el momento preciso pues la ola sólo te da una oportunidad; sin embargo fue suficiente para decidir pasar una buena parte de mi vida haciendo foto de surf. Ahorrando un poco y otro poco endeudándome logré comprar una cámara de primera línea que es una Canon 7D y un par de lentes; para el agua se utiliza un housing que lo tuve que encargar directamente a Estados Unidos. Este housing es específico para ese modelo de cámara y tipo de fotografía.

¿Cuéntame del proceso de tomar la foto: esperas la ola, esperas abajo antes que la ola reviente o vas con el surfista?
Depende de lo que quieras retratar realmente, si quieres retratar la maniobra final tienes que esperar la ola bien abajo y generalmente recibes algún raspón del surfista o de la ola: ahora si quieres sacar en el tubo tienes que estar ahí que es lo más complicado  por el momento y como el housing y la cámara reaccionan. La cámara no es muy versátil a la rápida acción, por lo que debes tener una idea desde afuera de lo que quieres y de cómo está la ola y la luz para llevar todo el equipo con el lente preciso.




A la 5 de la madrugada

Habitualmente el día para Marcos comienza a las 5 de la madrugada. Baja a la playa, a un sector conocido como La Ola, a un costado de Cavancha. En ese lugar junto a los surfistas, analizan las condiciones del viento. Esto pues el viento crispa al mar y en consecuencia es difícil lograr buenas fotografías. De esta manera espera las condiciones ideales de luz y marea; a veces debe esperar un par de días.
Cuando el mar lo permite entra.  Dice que aproximadamente está casi dos horas en el agua buscando imágenes.

¿Sientes algo al tomar la foto?
Es una descarga de adrenalina constante estar ahí. Con un ojo tienes que estar pendiente del objetivo y con el otro de la ola y su posición. Uno sabe que si está mal posicionado la ola te agarra desprevenido y generalmente de espalda hacia la orilla por lo que caes directo a la piedra, en el caso de la mayoría de las olas de Iquique.


A las 8 de la mañana, Marcos ya va a su trabajo formal en la Universidad Arturo Prat, de donde egresó de la carrera de ingeniería en pesca y acuicultura.
Reconoce que cuando el tiempo de trabajo lo permite hace un poco de pesca submarina. “Es mi gran pasión además de mi mayor fuente de ingresos, pues las pescas que realizo las vendo en distintos restoranes de Iquique”.
Y si el cuerpo aún aguanta, hace alguna sesión al atardecer en el mar. “Cuando no puedo hacer nada de esto por diferentes motivos, me mantengo físicamente con algo de trote y natación”.


Recuadro:

Tablas voladoras

Según su experiencia, Marcos afirma que los riders chilenos no tienen mucho que envidiarles a los top #1 del exterior.  Desde el punto de vista fotográfico dice que es más entretenido sacarle fotos a quienes practican Bodyboard. A diferencia del surf estos tienen maniobras mucho más radicales y literalmente vuelan. Reconoce que si tuviera que quedarse con alguno sería con Guilherme Tamega de Brasil, que es uno de los más radicales en cuanto a maniobras y tamaño de olas. “Más allá de sacarle fotos a alguien es ser capaz de poder capturar las olas y poder hacer algo un poco mas artístico para poder mostrar el mar y su fuerza de una manera distinta a lo que se hace, no sólo registro fotográfico”, dice.



El lobby laboral en la Región de Antofagasta

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La precariedad con que desarrollan sus labores los trabajadores portuarios, dan cuenta que el sistema laboral hace agua en la región. En Puerto Angamos, por ejemplo, los operarios se alimentan ante la exposición de metales pesados y otros contaminantes; quienes trabajan en la grúa deben orinar en botellas pues no tienen tiempo para ir al baño y por último, algunos deben esperar varias horas a la intemperie antes que el bus pase a buscarlos.
Es fácil hacer la vista gorda. En Antofagasta hay opciones laborales donde se ganan sueldos mucho más allá del promedio nacional, pero también existen trabajos como el expuesto. La visibilidad de las condiciones laborales en Mejillones se logró a través de una huelga.
El dilema reveló que los organismos que fiscalizan o supervisan las condiciones laborales, sea la inspección del trabajo o la secretaría regional no están haciendo bien su trabajo. La sospecha es la acción de un lobby entre la empresa y los organismos.
En la minería las condiciones laborales de los trabajadores no son tan insuficientes. Aquí el problema radica en la seguridad. Durante 2012 hubo 10 muertos en faenas, sin contar los accidentes en las carreteras.
Sin embargo las enfermedades profesionales son las que diezman a los obreros de la minería. El dirigente minero Agustín Latorre, dice que Codelco reconoce el drama de las enfermedades profesionales, a diferencia de las mineras privadas. A juicio de Latorre las mineras privadas trabajan en conjunto con mutuales que encubren el problema. Las mineras privadas, a simple vista, casi no tienen enfermedades profesionales.
A la vez,  no se puede pedir demasiado en un país que es gobernando por un empresario. Nuestro gobierno privilegia a la empresa y al desarrollo de ésta, en desmedro de los trabajadores. Hay creación de puestos de trabajo, pero con salarios mínimos. La extensión de estas ideas bajo otro mandato sería nefasta.

foto: Seba Rojas.

La batalla de un circo de transformistas

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El sol de mediodía aplasta la reducida carpa amarilla armada sobre la tierra.  A un costado descansa el viejo microbús de colores fuego y que desde su espejo, cuelga una descolorida bota navideña. El bus parece una versión machita de uno similar que aparecía en la  película australiana de transformistas, “Las aventuras de Priscilla, reina del desierto”.
Golpeamos las latas. Dos veces golpeamos. A la tercera una voz aguda, de esas que punzan los oídos, nos dice que esperemos. Luego aparece un señor de baja estatura con el pelo chuzo y el rostro seco. El señor representa cuarenta años o un poco más. Los zurcos en el cutis como jeroglíficos nos cuentan de su tiempo dedicado a la bohemia. Se excusa, y nos dice que la noche estuvo larga.
-¿Qué queremos?- nos pregunta en buena onda.
Luego nos explica que esto es el circo show “Noche de estrellas”; un circo nuevo, antofagastino, de transformistas.  Funcionan desde el jueves hasta el domingo, a las 22 horas y que el show dura dos horas.
Siempre estamos llenos, afirma sin que le preguntemos. En la carpa no caben más de 50 personas, y unas 70, con fuerza. La entrada cuesta $3 mil la galería y $5 mil la platea (bajo el escenario).
El boca a boca dice que el circo es un éxito.
 Pasen, nos dice sonriente Alejandro Toledo, quien también es la Andrea Filomena y la Loca de la Cartera. Minutos después aparece la que le llaman la cubana, un joven moreno de mirada coqueta y caminar cimbreante. La cubana parece entusiasmada con la posibilidad de las fotos. Ya viene el fotógrafo, la calmo. Ella va en busca de un armatoste con plumas de avestruz y de otros pajarracos colorinches.
Nos sentamos en los frágiles tablones. De nuestra posición hacia el escenario no hay más de cinco metros. Al señor le cambia el rostro cuando nos cuenta sobre los últimos dramas con los vecinos. Piensa que los vecinos nos llamaron. Le aclaramos que venimos de curiosos. Le digo que nos pasaron el dato de éste show, que parece bueno; el señor queda tranquilo.
Después nos invita para  la noche. Le digo que los circos son más honestos en el día.

Vecinos molestos
 El enano circo ocupa un espacio breve a un costado de la población Ana Giglia Zappa, por la calle Paraguay. Parece una pieza de rompecabezas encajada a la fuerza. Toledo nos muestra los papeles. Los permisos. Hay que tener lupa para leer la letra chica. Todo en regla, dice.
Los vecinos reclaman por la bulla, carrete y la gente que atrae el show.  No acostumbran a vivir al lado de un circo; tampoco están habituados a ser vecinos de un grupo de transformistas. Una señora del sector califica a los señores de “esos desviados chuchetas”.
-¿Qué les parece lo que dice la gente del barrio de ustedes?
-No opinamos. Nosotros con todos los papeles en regla, hacemos nuestro trabajo aquí. Dejamos todo limpio, siempre. No tienen porque estar hablando y menos de nuestra condición sexual como si fuera un delito. Lo único que sabemos es que alguien tiene un amigo en Carabineros, pues siempre los llaman y estos vienen.
-¿Ustedes son transformistas; también son gays?
-Todos somos gays, menos la dueña.  Somos transformistas porque nos vestimos para los show y nada más.
Lo importante es que tenemos la fuerza de hombre; nosotros armamos todo, la carpa, martillamos. Nos demoramos un día en el armado. Y ustedes saben que actuamos.
-¿Y pololean entre ustedes?-
La cubana mira a su compañero y se ríe. No pasa nada entre nosotros, no somos locas promiscuas, aclara.
no somos circo pobre
Con el sol de mediodía que minimiza cualquier sombra, la mezcolanza puede parecer un circo pobre. La idea no le gusta a nuestros entrevistados; cambian los rostros después de la palabra pobre. De inmediato defienden su espacio. Aclaran que no son un circo pobre.
Es un circo pequeño y nuevo. No tiene ni siquiera un año de existencia.
Estamos en eso cuando la dueña aparece para aclararnos las dudas.
La señora Claudia Páez afirma con voz baja, algo ronca y mirando de lado que la inversión en el circo es considerable, y puede reflejarse por ejemplo, en los artefactos de plumas.
Cada pluma de avestruz, tiene un costo de $1.800 pesos. Son plumas de colores de un poco más de medio metro. Cada artista tiene su propio armatoste. Sólo en las plumas la inversión supera los  3 millones de peso; imagínese en el resto.
El resto es: la carpa principal; las carpitas que engloban la cama, velador y el televisor de las artistas; el baño químico, las casas rodantes de latón y la microbús. En total, la suma debería arrojar una inversión de $10 millones.
Lo positivo, dice la señora, es que al circo le ha ido bien. Han itinerado por  Calama, Tocopilla y María Elena con éxito pues nuestro espectáculo es de alta comicidad, dice. Ahora esperan visitar Mejillones y luego ubicarse en poblaciones de Antofagasta que no los discrimen.
Si hay algo que tiene este circo, aclara la señora desde la puerta de su casa rodante, es el hecho de ser antofagastino. “Somos de la ciudad  y queremos trabajar acá”, agrega la cubana, mientras posa en la boletería del circo.

20 años que cambiaron a Antofagasta

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El taxista mira hacia el costado y piropea Antofagasta. Está linda, dice convencido, y luego sigue conduciendo. Avanzamos hacia el sur por la Circunvalación, la avenida periférica que circunda desde los cerros mustios a la ciudad. Son casi las ocho de la noche de un día de verano. Abajo, las luces de los edificios sobresalen en el tapiz plomo del atardecer. Los aviones suben y bajan hacia el aeropuerto Cerro Moreno. Los barcos iluminados complementan el cuadro.
No es extraño que cada vez más antofagastinos sientan orgullo por el lugar donde viven. La actual Antofagasta es una ciudad de servicios, moderna y en constante proceso de crecimiento. Desde hace 20 años que la urbe comenzó a caminar; a correr, mejor dicho. La velocidad que avanza deja perplejo a los visitantes frecuentes. Por ejemplo, en un año una zona industrial mutó a zona turística, como sucedió con un terreno lateral del puerto donde germinó un mall con vista al mar. En un pestañear, los barrios cambian; se modernizan.  
No hay dos caminos para hallar el origen de esta vorágine. La minería aparece como la gran gestora de esta ciudad galáctica que es Antofagasta, si consideremos que está en medio de un desierto inhóspito, seco y bajo un suelo rocoso.    

El Bing Bang minero
 Podemos retroceder en el tiempo y decir que 1992 fue el año del bing bang.  Por ese entonces, la capital de la Segunda Región bordeaba los 200 mil habitantes y, si bien la gran minería estaba asentada desde mucho antes, con Mantos Blancos y Chuquicamata, su incidencia en la zona era mínima: Codelco contaba con una oficina comercial y la actividad se concentraba en los costados del puerto. Así, los anuncios de grandes proyectos mineros a comienzos de los 90 ayudaron a desvanecer el trauma del reciente aluvión. Un año antes, el 18 de junio de 1991, Antofagasta experimentó el momento más difícil de su historia con la catástrofe que dejó 91 víctimas fatales y 16 desaparecidos. Con el aporte del gobierno y la floreciente minería, la ciudad regresó a la normalidad en tiempo récord.
En cuanto a infraestructura, salvo algunas notables excepciones, como la torre Pérez Zujovic –un edificio de 24 pisos–, la ciudad de 1992 era casi la misma de la década del 60.
El año 1995, en cambio, encuentra a Antofagasta con edificios sobre los 20 pisos, ubicados principalmente en la costanera sur, frente al paseo del mar. A la ascendente minera Escondida, se sumó la minera Zaldívar. Por ese entonces, ambas empresas comenzaban a cimentar su prestigio que pronto las situará como el ideal laboral para la mayoría de los antofagastinos.
Las mineras, a su vez, desataron oportunidades para empresas y emprendedores. Se reactivaron firmas de transporte de larga data. Aparecieron nuevas carreteras para concectar con las minas. Tuberías para acarrear minerales o agua se transformaron en las venas del desierto. La energía se suplió con las termoeléctricas que alteraron la pasividad bucólica de Mejillones, la eterna ciudad restorán de pescados y mariscos de los antofagastinos. En la caleta Coloso, ubicada en el límite sur, apareció en tiempo récord un nuevo puerto y con éste llegaron barcos. El mirador hacia el puerto, construido por Escondida, se transformó en un punto de reunión de los antofagastinos.
Se multiplicaron las fuentes laborales, pero a la vez el puerto de Coloso trajo consigo el dilema de la sustentabilidad. Por primera vez se habló del costo de la minería. Los pescadores de la caleta fueron los más incómodos.
El vigor de las mineras replanteó la pequeña industria local. Se habló de clúster minero; es decir, un encadenamiento productivo en torno a dicha industria. A finales de los años 90, el chorreo de la minería todavía permanecía estancado en la cima, sin embargo en un abrir y cerrar de ojos, como es todo lo relacionado a la minería,  la situación iba a cambiar.  

El nuevo milenio
Antofagasta amanece el año 2000 con una expectativa comparable a los primeros años del salitre. Las mineras sacan cuentas alegres. Saben que la gallina de los huevos de oro durará varias décadas. En lo social, ya son conocidos los impactantes turnos como el 4x4 o el 7x7; es decir, cuatro días de trabajo y otros cuatro días en la casa y así sucesivamente. Las familias comienzan a acostumbrarse a un sistema que, a pesar de las ausencias, reporta beneficios económicos que de otro modo no se alcanzarían: los sueldos pagados por la minería son demasiado altos respecto al resto del país.
En Antofagasta los mineros viven en barrios nuevos, con parques y lugares de esparcimiento como piscinas. La demanda habitacional crece. En contrapunto el turno 7X7 se transforma en el más solicitado pues le permite a los mineros vivir en ciudades alejadas y más económicas, del centro y hasta el sur del país. Consideran un día de viaje para llegar, otro para volver y cinco descansados.  
El sueño de la riqueza antofagastina se esparce con facilidad por Chile. Profesionales y técnicos son absorbidos por la minería. Las universidades e institutos, en tanto, desarrollan nuevas carreras para palear la ahora explosiva y exigente demanda laboral. Sin embargo, siempre falta personal especializado. El asunto es, ¿de dónde sacarlos? Llegan profesionales extranjeros provenientes de Oceanía, Asia y de este lado del mundo. Hablar inglés es una necesidad. La demanda es proporcional al crecimiento de la población flotante, asunto que rebota de manera positiva para la industria de transporte aéreo y terrestre. La ciudad se transforma en uno de los destinos de negocios y laborales más requeridos a nivel nacional. El tráfico área sube cada año transformándose en el segundo a nivel nacional, después de Santiago. El MOP considera que en 2017 se llegará a al millón de embarcados anuales. Actualmente el promedio es de 600 mil embarcados anuales. Una encuesta del mismo MOP catalogó al aeropuerto antofagastino como uno de los peores evaluados a nivel nacional. 
Surgen nuevos hoteles; a la vez la oferta gastronómica aumenta en calidad y la entretención nocturna se multiplica.
Aparecen otros proyectos mineros de mediana minería y, a la vez, se instalan multinacionales de equipamiento y servicios para suplir nuevas y diversas demandas del sector.
La ciudad, en tanto, experimenta un crecimiento que abarca todos los sectores.  El nuevo siglo descubre una Antofagasta renovada, pero llena de dudas respecto a la resistencia de la infraestructura pública ante la actividad que se viene. Simplemente la ciudad no está hecha para aguantar a más de 300 mil habitantes.

Consolidación
El poder adquisitivo encandila al gran comercio. Grandes cadenas de retail se instalan en el centro de Antofagasta generando más opciones al momento de comprar.
El emblemático edificio de la Compañía de Cervecerías Unidas de calle Zenteno, se transforma en un shopping con un gran supermercado. De una sala de cine que se cae a pedazos se pasa a un multicine. Las inversiones suman. Hay dónde comprar y dónde entretenerse. Los antofagastinos parecen más felices con su ciudad. La calidad de vida va en ascenso.
Con una fisonomía acorde a los tiempos que se viven aparece el nuevo Edificio Consistorial. Aparecen cadenas de hoteles y la construcción se continúa expandiendo hacia el sector sur. El exclusivo barrio de los Jardines del Sur crece; al igual que otros sectores residenciales, como la Coviefi y la avenida Brasil.  
La educación secundaria toma un giro hacia las carreras técnicas relacionadas con la minería. Surge el Liceo Don Bosco al alero de la Asociación de Industriales, que forma operadores mineros en sectores de escasos recursos. A su vez, las mismas mineras se asocian con universidades para perfeccionar a sus trabajadores. Brotan nuevos colegios y otros exclusivos para extranjeros, como el International School.
Al mismo tiempo, el aumento de un 8% a 10% anual del parque automotriz, trae consigo una serie de problemas de circulación en las calles. Las avenidas se hacen estrechas. Por su parte, Antofagasta experimenta la desalación de agua de mar. Las fuentes de agua cambian para abastecer la industria minera. La población ahora bebe un 60% de agua de mar desalada y un 40% proveniente de la cordillera.  No  menos trascendente fue haber limpiado el agua de arsénico, un tema especialmente sensible para la población, que se arrastraba desde los años 60. Sin embargo el fantasma del arsénico posicionan a la región como una de las que más consume agua purificada a nivel nacional.
La década del 2000 consolida a la ciudad como destino de negocios de la gran minería a través de la Exponor, que se realiza cada dos años. Surgen nuevos proyectos mineros diseminados ahora por la comuna de Sierra Gorda, como El Tesoro, Spence y Esperanza, que generan nuevas fuentes de trabajo. A la vez los medios de comunicación local acuñan para Antofagasta la denominación “capital minera de Chile”. La ciudad empieza a pensar en grande y crece el desprecio hacia al centralismo.
A paso de tortuga, en tanto, comienzan a desarrollarse grandes proyectos públicos, como la avenida Balmaceda y la avenida Andrés Sabella, que a la postre optimizará el flujo vehicular y reducirán las cifras de accidentes.
En esta misma década suceden dos acontecimientos trascendentes para mejorar la calidad de vida. Debutan las remozadas playas artificiales: “Balneario Municipal” y “Trocadero”. Posteriormente se sumó la playa “Paraíso”, frente a la Municipalidad y que de inmediato se transformó en una de las más populosas. La cuarta playa artificial, “La Chimba”, que cuenta con aportes de Escondida, todavía está en fase de proyecto.
Las empresas mineras se preocupan de traer una serie de eventos culturales a Antofagasta. Hay mucho por ver, disfrutar y  descubrir, especialmente durante el verano con el evento de teatro “Antofagasta a mil”. Sin embargo, la regalía de eventos culturales de calidad acostumbra a la población a la gratuidad. Los antofagastinos ya no prestan demasiado interés por los shows pagados.
Por su parte, los medios de comunicaciones audiovisuales aumentan. En Antofagasta operan tres canales de televisión, con programación hecha en la ciudad. Los antofagastinos parecen más interesados en lo que sucede en su ciudad que en el resto del país.
Actualmente, un amplio paño del sector costero norte, denominado La Chimba, experimenta una total mutación con la aparición de los nuevos condominios. Y eso que la oferta inmobiliaria siempre parece escasa; fenómeno que en consecuencia provoca una especulación de precios. Los valores de las viviendas tanto para arriendo o venta están en las nubes. Antofagasta se consolida como una de las ciudades más caras del país para vivir. Estudios de la Cámara de la Construcción de Antofagasta señalan que el promedio de los departamentos que se venden en la urbe se ubica este año 2012 en torno a las UF 3.000 ($ 65 millones). Un segundo dato interesante es que la avenida Brasil está uno de los metros cuadrados más caros de Chile.
Una persona relacionada al sector bancario habla de un “caldo de cultivo” que puede traer problemas a futuro. “El cobre alto trae grandes inversiones a la minería y las remuneraciones hacen que en ventas o arriendos de propiedades vivamos en un mundo aparte del resto de Chile, muy pasados de revoluciones diría yo”.
La década del lujo
Las cuentas a principio del 2010 son favorables. En Antofagasta habitan alrededor de 350 mil personas; 150 mil más que en 1990. El presidente de la Cámara Chilena de la Construcción Delegación Antofagasta,  Emile Ugarte, proyecta para 2016 una ciudad con 500 mil habitantes, con un crecimiento del 30% por cada quinquenio y asegura que el fenómeno es consecuencia del “boom minero”.
Ugarte también proyecta una crisis de las vías de transporte si no se toman las medidas adecuadas y en forma oportuna. Afirma que el crecimiento anual del parque automotor es de un 10%, uno de los más altos del país. No obstante la infraestructura de transportes no ha ido acorde al crecimiento automotor. Recién a finales de 2012,  se inauguró el primer tramo de la ruta concesionada a Mejillones. Durante 2013, en tanto, se espera el debut de la autopista privada hacia Calama, la que es conocida como la “ruta de la minería”.

En diversos lugares de Latinoamericana se pasa la voz: “en Antofagasta hay trabajo”. Antofagasta, que siempre ha sido una ciudad de inmigrantes, empieza a recibir a ciudadanos principalmente de países latinoamericanos. Los colombianos son los más llamativos, destacando por su simpatía, calidez y el esfuerzo que ponen en el trabajo. Pero como todo crecimiento exponencial, es inevitable que surjan problemas nuevos. El aumento de la sensación de inseguridad, producto de la mayor delincuencia, es uno de ellos.
Se anuncian nuevos proyectos mineros y otras mineras ya consolidadas se expanden. No obstante, las empresas colisionan con la falta de especialización.
La inauguración del mall Plaza Antofagasta diversifica el comercio en Antofagasta. Hay más posibilidades donde elegir, incluso algunos comerciantes optan por los artículos de lujo. Se inaugura el Casino Enjoy, que concentra la alternativa de entretención en la ciudad. Llegan artistas internacionales de renombre. Todo parece fluir de la mejor manera.
La ciudad parece impermeable a las crisis económicas que padece el mundo. Los proyectos inmobiliarios, algunos cada vez más espectaculares y futuristas, continúan abriéndose hacia los cerros. La inversión privada sigue yendo más rápida que la pública. Ni el hospital ni los consultorios alcanzan para la desbordante demanda de salud pública. Aparecen los proyectos de carreteras privadas que conectarán a la ciudad de manera más ágil con Mejillones y Calama.
Los bonos mineros, cada vez más abultados, llaman la atención de todo Chile y generan envidia en quienes no trabajan en la minería. Los autos de lujo siguen siendo el principal blanco de los mineros. Por las calles de la ciudad es fácil hallar vehículos tan rebuscados como el Ford Mustang o motos Harley Davidson. Este poder adquisitivo transforma a Antofagasta como la ciudad con más cajeros automáticos per cápita en Chile, con 70,6 de estos aparatos por 100 mil habitantes.
El Estadio Regional es remodelado con fondos públicos y mineros; y de algún modo queda acorde para postular a certámenes deportivos internacionales. Viene la Copa América. Todos los días arriban personas buscando el sueño americano, en este caso el sueño antofagastino. Antofagasta no parece detenerse.

El funeral del hipódromo

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El 20 de enero, Puyian de 479 kilos, 8 años, terminaba tercero en las arenas del hipódromo de Antofagasta. Fue el mejor resultado de este caballo en los cuatros meses que alcanzó a estar en el norte. Puyian había recalado aquí, después de un trayecto de altos y bajos en el hipódromo Chile, en Santiago.   Ayer este corcel permanecía con las patas tiesas apuntando hacia un establo y bajo una nube de moscas que iba creciendo con el paso de las horas.
A medio metro del finasangre un niño se tapa la nariz. Puyian falleció a las 4 de la madrugada del domingo.
Ahora el preparador Hugo Vásquez, del Stud 7, hace desesperadas gestiones con un personaje de la administración del acabado Club Hípico, con el fin de  solicitar ayuda para retirar al animal de casi media tonelada.
Luego de hablar por teléfono, Vásquez, visiblemente decepcionado, dice que ya nada le interesa a la administración. Con vehemencia afirma que estos tienen un tractor en desuso y que podrían haberlo prestado. Al hombre le urge retirar a Puyian por el proceso de descomposición en que se encuentra. En los Stud (retablos) aledaños, viven familias.  Un niño de no más de 10 años, observa la conversación con el preparador del caballo. El niño dice que el caballo está hediondo.
Afuera del establo, en una franja de arena que separa los retablos tipo casas y las murallas, otros niños juegan con un perro galgo.
 Hugo Vásquez dice que se quedará esperando a personal del SAG, con el propósito que puedan llevarse al equino.
-¿Y de qué murió el caballo?
-De un cólico; o sea un problema estomacal que venía arrastrando.
 Dejamos al Stud 7 con el caballo muerto y seguimos por la franja de arena, en dirección al retablo donde se encuentra el vocero de los preparadores.
Recordemos que el recinto está en proceso de venta. La noticia provocó un litigio en favor de los trabajadores del hipódromo, la sensibilidad de políticos, ministros y entre otros aspectos, activó el drama social de las alrededor de 40 familias que habitan en el sector.  Estas familias no tienen muy claro dónde irán a parar.

caballos tristes
Otra arista del problema es la situación de los caballos que puede considerarse como crítica, según el presidente de los preparadores, Víctor Gallardo.
Gallardo es propietario de Fantom, 12 años, 37 triunfos, uno de los finasangre más ganadores del Club Hípico. Fantom, como el resto, permanece encerrado en su retablo.
Actualmente son 166 caballos de carrera los que resguardan los establos.  Gallardo, quien usa una cadena de oro con un símbolo hípico, dice sosegado que los animales al no estar en competencia ni mantener un entrenamiento constante, comienzan a padecer de estrés. “Ellos están acostumbrados a correr y hace alrededor de un mes que no compiten; esto los afecta. Los caballos son muy sensibles, captan todo lo que sucede y aquí el drama es de todos. Ellos también están sufriendo”.
Gallardo afirma que un efecto concreto del fin del hipódromo hacia los caballos, es la baja en la ración diaria de la alimentación.  Dice que se les bajó a la mitad, pues ya no están compitiendo y en consecuencia queman menos calorías. Luego reconoce que también es una manera de ahorrar. La mala situación económica afecta a todos, dice el señor con rostro atribulado.
El cambio de dieta y la falta de movimiento  están generando consecuencias en la salud de los caballos. Gallardo, bajando la mirada, reconoce el dilema y dice que en algunos casos los equinos puede enfrentar cólicos y otros problemas gástricos.
-¿Entonces no es raro pensar que la muerte de Puyian, es efecto de estos cambios bruscos de dieta y de actividades?
-El caballo pudo estar enfermo, no obstante su muerte puede estar relacionado con el trastorno de la rutina. Como le digo, aquí los caballos están sufriendo.
-¿Es decir, así como están las cosas se podrían morir otros caballos?
-Podría pasar.

drama de trabajadores
Gallardo sabe de buenos tiempos en el hipódromo. Recuerda que los mejores años fueron a mediados de la década de los 90; el año 95 cuando apareció el teletrack.  El hipódromo bullía.
El señor se entusiasma; junto a él, está Pedro Cerón, otro hípico de la vieja escuela. Elucubran sobre los tiempos buenos, mientras escuchan una radio que transmiten noticias.
Saben, en todo caso, que desde ahora deberán vivir de los recuerdos. Ambos no tiene muy claro qué harán.
Gallardo dice que nadie se ha preocupado del tema sicológico de los trabajadores. El hombre cuenta que lleva 25 años ligado al hipódromo; toda una vida, afirma. Por consiguiente es duro lo que está viviendo. Dice que su caballo, Fantom, es su compañero. Fantom está encerrado.
Ahora que llegaron vacas flacas, afirma Cerón, esperan la intervención de la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei. “Ella está al tanto de nuestro problema y estudiará el caso. La idea es que en la suprema se declare la venta de ilegal”, afirma el señor en tono convincente.
Afuera de los retablos escuchan voces de niños jugando y ladridos de perros.
Gallardo afirma que de ningún organismo ha llegado una solución concreta para trasplantar a las familias.
Mientras enumera con sus dedos, dice que al sector han llegado políticos y el personal del municipio. Sin embargo ninguno hasta ahora ha entregado una propuesta concreta.
Entiende que las familias deberán empezar los trámites para conseguir casas desde un principio, y eso tarda años.  
La agonía del Club Hípico de Antofagasta continúa, a ratos imperceptible. Ahora el drama es el destino de los caballos.    

Colombiano ex FARC revela odisea hacia Chile

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José Milton Góngora Arboleda, de 22 años, moreno, huesudo, casi metro ochenta, ropa opaca, mirada recelosa, me grita del otro lado de la calle.
Al ver que me detengo, el joven cruza la calle Ossa, a la altura de 21 de Mayo. Se acerca y pide dinero. Le pregunto de dónde viene. Del puerto de Buenaventura, Colombia, responde con la voz reseca y después afirma despacio, como si estuviera cansado, que lleva cuatro meses en la ciudad sin encontrar un trabajo fijo pues está ilegal.
Le pregunto al joven que no existe en Chile si me puede contar su historia. Dice que no tiene problemas siempre y cuando le pase algo de dinero, para comprarse algo de comer.
José Milton reconoce no haberse alimentado desde hace un par de días ¿Por qué no creerle?
La invitación es para almorzar a algún local del mercado.
Mientras caminamos, José Milton reconoce que emigró de su país pues estaba siendo buscado por los guerrilleros de la FARC. Digamos que la palabra FARC de inmediato despliega una película. Jose Milton en medio de la selva colombiana portando un fusil; José Milton cubriéndose en medio de la espesa y húmeda vegetación de ser visto por un helicóptero o José Milton protegiendo un laboratorio de cocaína de un cartel coquero 2.0.
José Milton recuerda el fuerte tráfico de drogas en un sector que el denomina como favela de Zatinga y todo lo que esto mueve. Es algo difícil de imaginar, dice el joven adhiriendo la pera al pecho y hablando hacia adentro.
Hay hasta submarinos que transportan drogas, dice más seguro.
De esta manera convergieron problemas familiares, la  falta de oportunidades en Buenaventura (según la ONU el desempleo alcanza el 50%)  y en especial la persecusión de la FARC, para motivarse y viajar rumbo al sur. Aquí está solo, dice; pero vivo.
Nos sentamos. Milton pide una cazuela de ave.  Antes de contar el periplo hacia Chile, redondeamos en las FARC. Dice que el grupo paramilitar los reclutó a los 12 años. Puede decirse que el se integró a las operaciones cuando aprendió a disparar. En ese contexto se aprende a disparar cuando uno es niño, dice.
La cazuela hierve.
Aclara que no quiere contar si participó en algún tiroteo en medio de la selva. Prefiere el caldo de pollo.
-¿Y las FARC, según lo que viste, está vinculada con los narcos?
-Si. Hay dos grupos  que operan en el sector que son la FARC como tales y la guerrilla. Hay disputa entre ellos. El sistema es permeable a los narcos, papá.
El dilema, dice, es que si uno renuncia a las FARC te hostigan. El asunto puede ser  hasta de vida o muerte. No está preocupado de su familia pues es muy dispersa. Marcos dice  que no tiene hijos.
Le digo que con este discurso podría esgrimir razones humanitarias para quedarse en Chile.  Es un idea que ha previsto, afirma.
-¿Quizás este testimonio te puede ayudar para quedarte?
Baja la vista.
Pedimos el segundo plato.


Fronteras tristes
Milton sale un día de noviembre que no recuerda desde Buenaventura. Viene solo. Trae ahorros en dólares; no más de 200, dice.
Primero alcanza la frontera entre Tulcán e Ipiales que separa Ecuador de Colombia. Muchos inmigrantes colombianos emigran constantemente a Ecuador por la presión de la guerrilla. Son rostros tristes, dice; rostros de desencanto e incertidumbre.
Milton, ahora más entusiasta, afirma que todos sus compatriotas seguirían hacia el sur y que estaban en las mismas condiciones que él. No tenían mucho dinero y a la vez, tampoco sabían lo que les esperaba más allá de Ecuador. El destino era Chile o Argentina.
Milton toma un bus hacia Perú. Mientras va al sur, los colores pierden intensidad y la temperatura se va reduciendo.
Pollo al jugo arroz, nos trae una chica colombiana que a todos les repite: con mucho gusto.
En Perú percibe que no le alcanzará con el dinero. Mientras más al sur; más caro el costo de la vida. Desde Trujillo decide hacer dedo. Le va bien. Viaja en camiones; duerme en gasolineras y se alimenta como puede. La mayoría de las veces pide. Un día despierta en Tacna. Ya sabe; pero le confirman lo exigente de la policía chilena con los inmigrantes colombianos.
Le insisto en su pasado como guerrillero. Milton no quiere hablar más de lo que ya está dicho sobre la FARC. Se lleva un trozo de pollo a la boca.

coyotes peruanos
En Tacna, compatriotas suyos le hablan de los coyotes, señores que pasan personas a Chile. Hay colombianos y peruanos que traspasan la frontera de esa manera. El tráfico es constante entre Tacna y Arica.  Milton habla lento como pensando lo que va decir; afirma que pagó para que lo llevarán de Tacna hacia Bolivia. En un momento pensó cruzar hacia Argentina, sin embargo la mayoría de los que venían en el grupo decidieron por Chile.
El cruce, dice, fue en un vehículo todo terreno antiguo. Recuerda que fue difícil por el frío, la altura y el peligro de reventar sobre una mina. Lo otro es que iban alrededor de 7 personas, en auto donde con suerte cabían 5, más la carga.
El primer contacto con una ciudad chilena fue en Arica, para después continuar hacia Antofagasta; donde lleva viviendo cuatro meses.

Aquí reconoce estar viviendo como indigente; pero mantiene la esperanza de regularizar pronto su situación.  Milton dice que lo mejor de Chile es la tranquilidad y el trabajo. La chica colombiana trae la cuenta. Con mucho gusto, dice la mujer.

Comunicado de escritores y gestores culturales de Antofagasta en apoyo a Cinosargo y Daniel Rojas Pachas

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A LA OPINION PÚBLICA

En febrero de este año Cinosargo Ediciones realizó el taller "Arma tu Libro", en la ciudad de Arica, dirigido a jóvenes universitarios, y adultos. Este taller, que no era literario, constaba de dos sesiones, y estaba orientado a mostrar el uso del cartón y otros materiales, con el fin de crear iniciativas editoriales, y explicar aspectos de la industria del libro.

En uno de los lugares donde se realizó dicho taller, específicamente en el sector Los Industriales, asistieron niños, a solicitud de los organizadores municipales de esta actividad.

En la primera sesión, se encuadernó material de Richard Brautigan, conocido por su literatura ágil y entretenida. Lamentablemente, cuando se realizó la encuadernación, accidentalmente se colaron cuadernillos de textos del poeta Allen Ginsberg, que no eran adecuados para público de esa edad.

Sin embargo, dado que se trabajó encuadernando, NO SE LEYÓ NI SE PIDIÓ A LOS NIÑOS QUE LEYERAN EL MATERIAL.

Esto, lo pueden confirmar tanto las personas presentes, como las funcionarias de la biblioteca municipal Los Industriales, e incluso el director de la DIBAM Regional.
La cantidad de personas presentes era: seis niños y cuatro adultos, incluyendo a la madre de uno de los niños, como se puede verificar revisando el registro fotográfico de la actividad.

Una vez detectada esta situación, se retiró el material y se dieron las disculpas del caso. Estas fueron aceptadas por los padres, a tal punto, que los niños asistieron para terminar el taller.

Sin embargo, el concejal UDI Andrés Peralta, nos quiere hacer creer otra cosa. Peralta, espantado por el error involuntario, fue a la Brigada de Delitos Sexuales, y denunció que CUARENTA NIÑOS estaban siendo expuestos a "alto contenido sexual".

A los abajo firmantes, nos parece que:

- Hacer pública una denuncia y determinar culpables, sin tener pruebas ni haber un debido proceso, nos remite a oscuros tiempos cuando se ignoraba al Estado de Derecho.

- Es injusto que este tipo de acciones, comunes en época electoral, ataquen gratuitamente a una de las escasas manifestaciones culturales que ha logrado sobrevivir en la zona norte. De hecho, Cinosargo es el único proyecto editorial del norte de Chile.
La Editorial Cinosargo, al haber publicado más de 30 libros, y al ser conocida nacional e internacionalmente, posiblemente ha hecho más por Arica, que este tipo de situaciones que sólo dañan la imagen de la ciudad.

- Finalmente, nos parece que en vez de aportar con este tipo de polémicas insustanciales, la labor de los ediles debe dirigirse a fomentar la cultura, no a destruirla. Es más, solicitamos que, se apoye efectiva y eficazmente la labor de los gestores culturales en la comuna de Arica, de modo que todo esto, al menos, sirva de algo más allá de un polémica que se llevará el viento.

Firman:

Rodrigo Ramos Bañados, periodista, escritor.
Mauricio Monardes, Periodista, Director Biblioteca Viva Antofagasta
Luis Echeverría Turres, periodista y gestor cultural.
Marilú Ruiz Pérez, actriz, presidente Teatro Independiente de Antofagasta
Víctor Bórquez Núñez, periodista y escritor.
Patricio Rojas Figueroa, Ingeniero Comercial, gestor Filzic (Feria Internacional del Libro Zicosur)
Beatriz Abarca Ruiz, poeta, directora Círculo de Artes Manuel Durán Díaz.
Kamila López Payauna, escritora, integrante Colectivo Imaginario Nueva Nortinidad
Eduardo Farías Alderete, egresado de Derecho, escritor.
Juan Luis Castillo Yupanqui, periodista, escritor.
Alvaro López Bustamante, bibliotecólogo, escritor.
Manuel Zamora Pizarro, sociólogo, escritor.
Claudio Andrés Sánchez Bustos, profesor de Lenguaje en educación Media y escritor.
Aida Santelices Kostópulos, téc. superior en admin., escritora, secretaria Círculo de Artes Manuel Duran Diaz
Ivette Soto Nilo, secretaria, poeta.
María Constanza Castro Molinare, escritora
Mario Santelices Kostópulos, músico
Sebastián Chávez Peña, periodista, músico y escritor
Celia González Bravo, escritora
Carmen Gloria Gaete, escritora
Rodrigo Pizarro Pizarro, técnico jurídico, escritor.

Discriminan a inmigrantes en campamentos de Antofagasta

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Esta vida berraquera, dice suspirando Berta Arboleda, de alrededor de 40 años, un hijo de 18 años, apoyada sobre la puerta de palo incrustada en la arena.
La morena de Buenaventura, Colombia, explica que el término berraquera lo entendamos como empuje y valentía. Berta es parte de los 16 inmigrantes afrocolombianos que integran el campamento Mujeres Unidas. Puede decirse que está en la calle Colombia, según lo escrito en una frágil muralla armada de cholguanes.
El refugio es vecino de su símil más populoso conocido como Víctor Jara, ubicado donde comienza el cerro en la población Balmaceda. El paisaje es arena, perros que grueñen, nubecillas de moscas que buscan los orificios de las orejas y el perpetuo zumbido de grillo afónico que emiten los cables de las torres de alta tensión.
La señora Berta dice que en Buenaventura los colores y aromas de la vegetación son intensos; la antítesis de Antofagasta donde habita hace 4 años. El dilema, dice la mujer sentada en el living de su casa y bajo un cuadro de un colorido autobús colombiano, que en Buenaventura te matan por nada. Aquí reconoce sentirse  tranquila y con trabajo; en consecuencia pretende quedarse por varios años. “No hay comparación a pesar de los detalles”, dice Berta.
Y redondea: “El sector donde vivía en Colombia sigue igual como lo muestra la serie (El Patrón del mal). La guerrilla  hace lo que quiere”.
En Antofagasta, compara la mujer mirando el piso recién encementado, el principal obstáculo es la discriminación. Los 16 inmigrantes colombianos viven el problema a diario cuando pasan frente al campamento Víctor Jara, habitado sólo por familias chilenas.
Con contadas excepciones como la dirigenta del lugar que sí tiene buena disposición hacia ellos; el resto de los vecinos no los saluda ni menos los integra.
Dice que los vecinos chilenos les pidieron que se alejaran del campamento que lleva el nombre del autor de la canción “La toma”. “Piensan que nosotros, los colombianos, les vamos a quitar la posibilidad para conseguir casas entre otros aspectos. En general nos discriminan; no quieren extranjeros cerca de ellos”.
Según la “corporación de dirigentes también somos Chile”, hay tres campamentos en la ciudad donde  han detectado discriminación contra los inmigrantes; estos son: Ratoncitos, Alto Mendoza y Víctor Jara. El asunto fue tratado en un desayuno convocado por Techo Chile, denominado “Desafíos de un Antofagasta Multicultural.
En algunos casos los inmigrantes debieron armar sus refugios casi en el cerro, después de recibir amenazas por parte de los vecinos. Todos ellos viven una situación de extrema pobreza y desamparo.

Exclusión en el trabajo
La señora Berta desde que dejó el Valle del Cauca asumió que como inmigrante debería ser fuerte. Dice que llegó a Chile como turista y que luego legalizó su situación.
La búsqueda de trabajo para ella y su hijo siempre se ha visto empañada por la discriminación. Le han hecho saber que a un afrocolombiano le costará el doble conseguir trabajo. Dicen que los empresarios prefieren a los colombianos blancos; incluso le ha tocado ver que afrocolombianos que tienen algún cargo optan por sus compatriotas blancos como una manera demostrar a la empresa chilena que están haciendo bien su trabajo.
Actualmente hijo y madre desarrollan labores de aseo. Ganan el mínimo, a pesar del tiempo que llevan en el país.
El trabajo fue uno de los temas que se trató en la reunión organizada por Techo Chile. La posibilidad de conseguir empleo bajan cuando se considera que un 80% de los inmigrantes colombianos está ilegal, con la consiguiente vulnerabilidad social.
El último censo precisó que en la Región de Antofagasta viven alrededor de 20 mil inmigrantes, entre colombianos, peruanos, bolivianos y argentinos. El número crece a diario.
Los tema tratados por las organizaciones fueron: disminución de la oferta de empleo, imposibilidad de acceder a una vivienda y carencia y retraso en atención de salud.
En el caso de la vivienda una de las exigencias es tener 5 años de residencia definitiva. La señora Berta deberá esperar varios años más, por esto encementa el piso de su ligera casa.  
Una traba que enturbia el proceso de inmigración es según, los organizaciones presentes en la reunión, que las instituciones públicas no se estén haciendo cargo del asunto.  Acusaron una xenofobia institucional; actitud que no existía en la época que Pablo Toloza, actual intendente, era el gobernador.
La prueba más evidente de esto son las condiciones indignas en que los inmigrantes esperan ser atendidos  en el departamento de extranjería y migración.
Las presentes también denunciaron presuntos cobros por apurar trámites.
 Regresemos a la señora Berta. En esto de las comparaciones entre chilenos y colombianos, la mujer dice que ve con cierta aflicción como los chilenos consumen  droga. En Colombia es la misma FARC, quien a su manera regula el consumo en los sectores pobres
. Simple: a los drogadictos los desaparece; allá, el problema es la producción.
La mujer desde la puerta de su casa dice que desde ese mismo lugar pero de  noche, la ciudad iluminada le parece un pesebre navideño.

Un asilo de animales de circo

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La piel de Ramba es como una lija. Raspa al tacto. La vieja elefanta ni se inmuta cuando uno le pasa la mano. Parece no sentir. Por ahí que esquivar unas matas de pelo que parecen bellos púbico. Hay mucha superficie para masajear. Son casi tres metros de animal. Algunos trozos de su piel son el universo para los mosquitos. Nubarrones de estos bichos siguen a la vieja. No parece hacerse dramas mientras uno le meta zanahorias en el hocico o le hable. “Rambita como ésta”. “Hey, Rambita somos amigos ¿o no?”. Las voces no le suenan familiares. Hace memoria. Su disco duro ya tiene como 60 años con recuerdos más malos que buenos. La sufrió pues si algún animal le dan a elegir el circo para vivir toda la vida, de seguro que te responden con una patada donde duele. Prefiere seguir engullendo zanahorias.  Lleva un par kilos y va por más aunque de repente mira de reojo para ver o analizar quiénes son estos tipos que están frente a ella y que le hablan con cierto tonito de compasión. “Hey Rambita, pobrecita la elefantita”. Cuando está en eso, avanza. 400 kilos de elefante de pronto se nos vienen encima. Podría ser un solo trompazo y al suelo. Sería un nocaut. Después te pisotea y listo. Sin embargo Ramba no anda con trampas ni rencores. Se echa hacia adelante para llenarse el hocico con pasto.  
Luego la manguerean y las nubes de bichos arrancan. Es mediodía y el sol hace picar el cuero cabelludo. Ramba no conoce de lluvias tropicales ni de los monzones de la India. Sólo sabe de la lluvia chilena que en invierno arremete con frio. Ahora, la vieja tiene un galpón para abrigarse y dormir. Hasta calefacción le pusieron. Es su dormitorio aunque veces duerme después de estar despierta por 30 horas seguidas o más (es otro el reloj de la elefatna).  Antes, cuando se ganaba las zanahorias haciendo piruetas, debió pasar inviernos terribles quizás donde.
Aparece el Tachuela Grande, Joaquín Maluenda, el dueño del fundo.
La venida a su parcela la acordamos la tarde del viernes, en su circo, en Maipú, después que  delante de nosotros le reclamó a una periodista de TVN por un reportaje donde no apareció su opinión. “Siempre me demonizan. Los animalistas son una mafia” se queja. Así, le propusimos mostrar como él mantiene a los animales que ya no laboran.  
A Ramba la visitan seguido a la parcela de Los Tachuelas, en La Pintana. Es la estrella de la hectárea. “Una vez a la semana viene al veterinario”,  afirma  Maluenda, mientras caminamos en busca de la sombra. Al lugar también han llegado peritos de Carabineros e incluso una fiscal.  Todo esto, por el ya legendario litigio que busca extirpar a Ramba del mundo circense y darle mejor vida hasta su muerte. Valdivia, que cuida a los animales jubilados que tiene Maluenda, recuerda que los animalistas se han subido a los árboles de la calle para sacar fotos. “A veces esto se pone como Juan Pinto Durán cuando estaba Bielsa”, dice este Valdivia, que asiste solo a los bautizos de los animales. En consecuencia, pusieron una malla para que nadie le mire a la vieja. No cualquier entra aquí, recalca Maluenda, como diciendo que fuimos afortunados. “TVN sacó imágenes de Ramba y después no pusieron mi opinión. Pusieron todo lo que dijeron los animalistas, pero de mi nada. Eso fue una mariconada”, dice el payaso molesto.
 Caminamos rumbo a la jaula de un jabalí.

El jabalí de la pajarera
A Maluenda la expresión del rostro le cambia cuando habla de los animalistas. Es como si le pusieran piduye. Un día hasta le lanzaron una molotov al circo. No armó escándalo pues la molotov daría hincapié para que otros siguieran el ejemplo. Hoy, los Tachuelas y en general los circos chilenos han reducido al mínimo la cantidad de animales en las funciones. El asunto se regularizó por ley y las presiones. “En general ha sido positivo para nosotros –afirma Maluenda- pues nos renovamos con éxito. Sin embargo recuerda que antes se maltrataba demasiado a los animales. Nuestros antepasados circenses, por ejemplo, transportaban a los leones en cajas de madera (¿Urnas? ¿Animales muertos en vida?)”.  
El jabalí es grande, de pelaje oscuro. Daría comida para una semana e incluso embutidos. Un buen jamón. Cuando ve a Maluenda, el animal emite un sonido amistoso. El animal adhiera su hocico a las rejas y Maluenda le recita: mi niñito... “A éste lo recogí de una tienda de animales en Viña del Mar. Vivía en una pajarera. Imagínese un jabalí en una pajarera ¿Qué sucedería cuando creciera? Ya no cabía. Mi señora me dijo que lo compráramos para darle mejor vida. Y eso hicimos. Nos costó 25 mil pesos”.
-¿Y se lo comería?
-Por ningún motivo-.
Al lado del jabalí, hay una llamo escupidor. Así que mejor de lejos.
Regresamos donde Ramba, que anda caminando por el pasto en busca de árboles para revolver con la trompa. 



Trompazo
“Rambita”, le grita Maluenda. El paquidermo hace un meneo. Me conoce, dice orgulloso el Tachuela Grande. Se acerca y el elefante asiático le estira la trompa. Parece un saludo. El Tachuela se para frente a ella y se pone las manos en jarra. “Y me la quieren quitar”, dice. Luego Maluenda exhibe un álbum donde tiene parte de la vida de Ramba. Hay fotos cuando encontró al animal a un costado del río Mapocho comiendo basura. Ramba tenía 35 años y vivía en la indigencia. Le costó 50 mil dólares. Hoy Ramba vale 150 mil dólares. Asegura que él le dio otra vida pues la hizo parte de su familia. Hay fotos de Ramba nadando en un río sureño junto a la familia. También muestra papeles de revisiones del veterinario.  
Valdivia, en tanto, dice que los elefantes tienen buena memoria, algo rencorosos, y cita un caso. Hubo una vez un elefante de circo que cuando pequeño un irresponsable le quemó con cigarro su trompa. Pasaron los años. El elefante pasó de un circo a otro. Hasta que un día se reencontró con el irresponsable. Este trabajaba en el circo de trapecista. Cuando el elefante lo vio y comprobó que era la misma persona que lo agredió en su infancia, le mandó un trompazo que lo dejó en el suelo y después lo piso. El hombre se salvó de suerte.
Ramba, por ejemplo, no soporta a los camiones ni menos subir a estos. Está aburrido de los viajes y cambios. Por los menos eso dicen Valdivia y Maluenda. Este odio hacia las máquinas significa que Ramba no querría dejar a sus viejos compañeros de función, dice Valdivia. “Quiere quedarse aquí con su amigo, el pony Antares (esa amistad es como de los cuentos infantiles de Winnie The Pooh)”. Para que Ramba no se suba al camión con un escolta policial y los animalistas celebren el gol, el Tachuela Grande se comprometió a hacer una serie de arreglos. De partida tiene que ponerle un charco con agua para que la elefanta se moje, entre otras cosas. 
Allí pondré el charco, apunta.
¿Vamos a conocer a los otros animales?, invita. Son jaulas amplias dispuesta una tras de otros. Unos leones de yesos nos dan la bienvenida. Aquí sí que se siente el penetrante olor a león y quiltro mojado.  

Viejos vinagres
A pesar de los años, Ramba se ve ágil en comparación con la viejita Vicky.
Vicky una osa pardo de Norteamérica de edad incierta y pequeña en tamaño. Podría comprarse con un perro San Bernardo. Trabajó años.  Hacía un número con una pelota y alguna que otra acrobacia. Ahora descansa y pelecha. Por esto da la impresión de peluche viejo y roído.
Vicky parece no motivarse con nada, a pesar que en la jaula  vecina los escandalosos mandriles todo el día metan bulla peleándose entre ellos. Vicky no atiende. ¡Vicky!, le decimos y nada. Sólo aparece con el llamado del Tachuela. La osa hace una suerte de bostezo y luego se mete al agua. La pobre nunca cazó una trucha ni tampoco dejó descendencia. Es virgen, santa y pura como Ramba. Imagínese las menstruaciones de la elefanta. Quizás eso frustre. Más aún cuando al lado de ella viva en un corralito una pareja de ponys que se buscan todo el día.
Bonito y Dalia son pareja. Son padres del caballito Antares, que es parte del show actual del circo. Bonito es medio alterado, nos advierte Valdivia. Medio celoso. “Bonito ven, ven Bonito”. Bonito nos muestra sus dientes. Intenta morder la libreta donde escribo. Debe pegar sus buenas patadas Bonito. Ya quisieran los tigres del frente comerse a Bonito. Maluenda afirma que en los circos es normal que cuando muere un caballo, a éste se lo coman los gatos. “Yo respeto mucho a mis animales –afirma Maluenda- por esto, cuando muere un caballo los entierro”.
Por si acaso, el cementerio de los animales de circo está al otro lado de la parcela.
Con los mandriles no se puede hablar. Se manejan como pandilla. Matones en realidad. Sacan su mano de la jaula como amenazando.

Tres tristes tigres

Cuando los tres  tigres ciegos eran pequeños, Maluenda los hacía dormir en su casa. También los llevaba en el asiento de copiloto del camión cuando recorría Chile. Si el Tachuela Grande tiene un animal preferido estos son los tigres. Para muestra dos botones: En su oficina, en el circo, Maluenda tiene una cabeza de felpa de estos felinos y usa un anillo de oro con la forma de la cabeza de un tigre en su mano izquierda.
Por esto no es raro que el hombre ponga su mejilla en la reja, y los tigres se le pasen la lengua.
Los tres tigres ciegos tienen cinco años y nacieron ciegos en Chile por “mala genética”, dice. Podría haberlo sacrificados, afirma, pero no. “Amo a los animales”. Los tigres, digamos, son jubilados por discapacidad. Viven juntos. Se conocen de memoria la jaula. Maluenda dice que algo ven. Algo. Ahora pasan casi todo el día lanzándose orín. Al lado de los tigres ciegos, habita Rex de 9 años, un tigre de bengala que le lanza orín todo el día a sus vecinos. Su vida es tomar agua y lanzarse orín.  Rex es el más movedizo de todos.  Se nota que tiene ganas de salir. Ronca y meta bulla. También le pasa la lengua al “papá”.
El más flojo de todos es el más grande. Sarko es un ligre. Un ligre es una mezcla entre un tigre y un león. Rara cosa. En este caso fue el descuido de los cuidadores y no hay más. El resultado fue esa rara cruza genética y única. Estas cosas sólo se ven en el circo, diría alguna abuela. En realidad es un tigre con la piel más clara y con un poco de melena. Por tamaño es el más grande del lote.
En carne, a la semana los gatos se comen 600 kilos entre charcha (carne que vende el matadero ubicado unas parcelas más arriba) y pollo. “Nada de perros”, afirma Maluenda poniéndose el parche antes de  la herida. O sea todas las semanas se podrían devorar un elefante un poco más grande que Ramba. Si alguno se llegara a escapar de seguro que se le tiraría encima a la señora elefanta. Aunque aclaramos estos tigres chilenos no deben saber ni cazar. Toda su vida la han pasado encerrados.  
Los otros felinos que habitan en este asilo, son un par de leones que llegaron de invitados en una jaula rodante y al parecer se quieren quedar para siempre. “Es un favor que hice –afirma Maluenda- el problema es que yo he tenido que alimentarlos y correr con los gastos”.
 Volvemos donde Ramba que no para de alimentarse. Come alrededor de 20 kilos diarios zanahoria y 4 fardos. En plata, es alrededor de un millón 500 mil pesos al mes. “Eso es lo que gasto”, afirma Maluenda. Le seguimos hablando a la elefanta. “Rambita cómo está, una fotito para los amigos”. Accede. Se quede quita como piedra. “Rambita amiga, que eres linda Rambita”. Después de unos minutos nos sorprende cuando su trompa nos alcanza. Le hacemos cariño. “Ya pueden sentirse como sus amigos”, afirma Valdivia.  

(esta crónica es de 2011, salió publicada en la Estrella de Valparaíso.  
En marzo el Tribunal de San Bernardo declaró culpable a Joaquín Maluenda por maltrato contra la elefanta. Hoy Ramba está en el Parque Safari de Rancagua)




El tesoro de Coloso

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En un punto de la Cordillera de la Costa entre  la caleta Coloso y el poblado de Paposo habría una mina de oro, dice una añeja leyenda. Un tesoro aún no descubierto.
Los antofagastinos antiguos hablan con certeza del asunto. El periodista José “Pepe” Ledezma recuerda que cuando era niño, se comentaba del denominado “derrotero de Naranjo” (derrotero es una expresión minera que hace alusión a un tesoro).
La imagen es de una mina de oro, donde brotaban gruesas pepitas.
En la primera mitad del siglo pasado se hablaba de este tesoro y todavía existía gente que lo buscaba.
Uno de estos exploradores, un médico de apellido Torreblanca, falleció mientras indagaba en un cerro. El hombre se resbaló  y fue a dar al mar. Otros siguieron con la búsqueda, sin embargo nadie dio con el secreto. En la Cordillera de la Costa hay cientos de quebradas y han sido miles los mineros que las han recorrido, o sólo una mínima parte de ellas.
El mito precisa que a finales del siglo XIX  un minero que decía tener apellido Naranjo y era apodado “El Lacho de la Legua”, pagaba sus compras con pepitas de oro.
El asunto despertó la inmediata curiosidad entre los antofagastinos. Pronto el hombre sintió que le respiraban en su espalda. Sin embargo siempre se las arregló para escabullirse.
“El Lacho”, que era pirquinero, vivía en la cordillera de la costa, al sur de caleta Coloso. Un día el hombre desapareció de Antofagasta. La pista luego sigue en Coquimbo, donde él  falleció en poder de una gran cantidad de oro y propiedades.
El “Lacho”, según las crónicas de la época, siempre sostuvo que la riqueza la había extraído al sur de Antofagasta, en el sector de Coloso.
Al final el tiempo hizo olvidar esta leyenda.

Mina de oro
Un antecedente que da luces sobre este mito del tesoro, es la crónica de Manuel Concha, en La Crónica de la Serena, 1871, sobre la historia de los Naranjo.
 El año 1806, don Nicolás Naranjo decidió construir un barco destinado al comercio del “congrio seco” para llevarlo a los puertos del norte y a Perú. Por fin se hizo a la vela a Caldera.
Durante su permanencia en el Distrito de Atacama, emprendió varios viajes por la costa y el desierto. En uno de ellos encontró a un indio extenuado por una larga enfermedad. Lo atendió y aquel mejoró. En recompensa le condujo a un punto donde sabía existía una riquísima mina de oro.
 En consecuencia regresó a La Serena en un buque que pertenecía a don Santiago Irarrázabal, marqués de La Pica. Llevó consigo un bolso con piedras que, beneficiadas, dieron por resultado diez libras de oro. La riqueza era indudable. Se dio a la tarea de cargar la nave con víveres y herramientas. Necesitando un ayudante buscó a su amigo José Pastene, descendiente del almirante compañero de Pedro de Valdivia.
 Una casual circunstancia salvó de la muerte e Pastene. El 25 de diciembre (no dice el año) Naranjo fue a buscar a Pastene pero este le dijo que primero iría a la Misa del Rosario.
Cuando llegó al puerto el barco se había hecho a la vela. Poco después el barco empezó a inclinarse, al parecer mal estibado. Poco después se fue a pique frente a la Punta de Teatinos,  cerca de Coquimbo (hoy una zona de balneario) ahogándose el señor Naranjo y ocho hombres más. Desde entonces se ignora el lugar de aquella riqueza.
 El señor Naranjo era natural de Sevilla, hijo de Joaquín Naranjo y doña Ana Vargas Machuca. Hace medio siglo existía en La Serena una hija de Naranjo, doña Carmen, según testifica don Manuel Camilo Garland en Santiago, a 14 de febrero de 1918.
Ambas historias están unidas. El enigma es si la mina que explotaba el indio que fue ayudado por Naranjo, era la misma que descubrió “El Lacho”. El misterio perdura.          

El hombre que hace surf sin tabla

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No hay chileno más orgulloso de su guata que este señor. El abdomen está limpio, sin ningún rasmillón. Se la mira con cariño, luego le da golpecitos como si tocara un piano; pura caluga. Julio (JC) Gorena, 30 años, un hijo, fibroso, tiene una guata de tabla. Dura. Resistente. Impermeable. El señor que observa sobre la arena como las olas revientan en la playa Cavancha de Iquique, puede decirse que es algo así como un torpedo de un metro 78 y 73 kilos.
Este joven que por diez años fue salvavidas, no necesita una tabla para hacer surf o bodyboard. Esto es más económico aún. A JC Gorena sólo le basta con su humanidad para surfear. El señor es un extremo; un temerario. Imagínese olas de casi cuatro metros de altura y el metido ahí; tremendo.
Nuestro amigo practica la extraña disciplina del bodysurf, es decir surfea con el cuerpo. La actividad en su fase más amateur, es conocida en las playas del norte como “playita”. Es decir, uno le dice algún joven: hijo, hágase un playita  para la foto. Y el joven esperará una ola no muy grande y después quieto, como un caimán, avanzará sobre ésta. El joven llegará a la arena con el orgullo de haber dominado la ola. Eso es la “playita”; el bodysurf entonces es la profesionalización del asunto.
JC profundiza la explicación y  con voz de profesor dice que el bodysurf  consiste en surfear la ola con el cuerpo; tomarla mediante el nado; deslizarse sobre o dentro de ésta; estabilizarse en velocidad;  entubar y realizar maniobras.  Mientras un morena en bikini se aprieta entera al contacto con el agua helada del mar,  J.C explica que existe una disciplina similar denominada  handboard, que se ejecuta con una tabla de mano; similar a una tabla de surf pero a escala. Ambas disciplinas son populares en países con cultura del surf.
La morena mete la cabeza en el agua. Luego la extrae y se estruja el pelo que parece huiro.
El señor de la guata deslizante es uno de los pocos practicantes profesionales de bodysurf en el país. Hace cuatro años era el único en Iquique; hoy, sin embargo, suman más de cien. El bodysurf también se practica con entusiasmo en Zapallar, Los Vilos y Viña del Mar, dice JC.
La morena sale del agua. Fue un baño rápido. Debe ser una turista, dice el señor con actitud de saber todo lo que sucede en la playa.

Hijo de pescadores
Nuestro protagonista  ha transitado desde Arica hasta Rapa Nui practicando el bodysurf. En estos viajes  corrió olas de cuatro metros; olas oscuras, grandes.
Dice que esos olones, así las califica,  son complicadas por el riesgo que se corre. Es fácil terminar golpeado contra las rocas y con púas de erizo en los párpados. “Cada ola es un desafío”, acota, mientras un perro intenta atrapar una gaviota.
Es mediodía de un feriado de otoño en Iquique, pero el clima nos hace parecer como si fuera verano.
No hay mucha gente en la playa en comparación a enero. La mayoría son turistas.  
Ahora JC se prepara para una prueba mayor. En diciembre viajará a Hawaii, Estados Unidos, para participar en la competencia denominada, Pipe Master de Bodysurf, una de las más importantes de la disciplina en el mundo.
Reconoce que está motivado por viajar y representar a su ciudad. “Nací en Viña del Mar, pero me identifico con la celeste de Iquique. Aquí llevo viviendo 15 años y además nació mi hijo. Es mi lugar en el mundo, más aún si es la capital chilena del surf”, afirma convencido.
-¿No es Pichilemu?
-Pichilemu está más cerca de Santiago por eso es más conocido. Iquique está dentro del circuito internacional del surf. Yo le digo la capital mundial del surf. Iquique, reúne a mi parecer, las mejores olas. Posee gran variedad de rompientes: olas con fondo de arena y roca, siendo éstas mis preferidas. Hay buen clima y condiciones durante todo el año; es un lugar ideal para entrenarse y evolucionar.
JC se crió con el mar en su ventana. Viene de una familia de pescadores;  quizás por esto, dice riendo, se hizo adicto al mar. Recuerda el olor a madera húmeda de los botes y la risa de las gaviotas.  Afirma que ser hijo de pescador, implica también estar en un contacto más directo con la naturaleza.  “Nos criaron con el mar como patio de juegos”-
Recuerda que junto a primos y tíos practicaban surf y bodyboard, entre otros deportes.  Después comenzó a perfeccionar las playitas, hasta que derivó en el bodysurf. Mi otra pasión es el buceo. “Hasta que un día decidí refugiarme por completo en el mar y lograr un entendimiento con éste. Todo esto implica un entrenamiento constante; es necesario estar en excelente condiciones físicas”.
 Una banana se desliza rápido en el mar. Sobre esta hay unas chicas con chaqueta salvavidas. Parecen felices.
 
mi religión
El bodysurf es mi religión, dice JC con voz de profeta y con la mirada en el mar que ahora parece calmo, después de la banana.
El hombre observa desde la arena como sus alumnos se introducen con sus tablas multicolores a las aguas. Julio también es un reconocido instructor de surf y bodyboard.
Dice que su día comienza a las 7 de la mañana. Minutos después se mete al agua.  A las 10  hace clases en la escuela de surf. A las 15 horas almuerza y regalonea con su hijo Diego. El resto de la tarde es sagrado para hacer bodysurf, hasta que el sol se retire. El hombre resume que se puede vivir de lo que a uno le gusta. “Siempre quise estar en contacto con el mar”.
-¿Qué sientes cuando esperas la ola?
-Siempre hay mucha ansiedad El corazón late con fuerza. Estar ubicado en el lugar y momento preciso es muy importante. Hay que sentir mucha seguridad y confianza al bajar la ola, no hay otra opción; o sea el mar no te da otra opción.
Una pareja se besa en la arena. Al lado, una mujer lee un libro de Paulo Coelho. Unos argentinos beben mate.
JC reconoce que siempre hay un riesgo, más aún al estar sin la tabla o algo de flotabilidad. En caso de un revolcón; el resultado puede ser más grave. La experiencia siempre es vital para saber qué hacer aunque es inevitable que cada cierto tiempo uno se lleve una castigada, gracias a Dios rara vez me ha sucedido.
-¿Pero más de un revolcón has tenido?
-Una vez me atrapó un olón. Me golpeó de espalda  y luego fui a parar contra unas rocas.  Fue un acto casi suicida. Recuerdo mucha sangre y una sutura.  Por aquí (se indica unas cicatrices). Hoy esa ola es mi favorita.
El señor dice que sus actuales proyecciones son seguir creciendo como deportista y como persona, seguir compitiendo, representar al país en todos los certámenes posibles.  “Obtener el título mundial, confiando en mis capacidades”, dice seguro.
La pareja deja de besarse; se levanta; se sacuden los traseros de la arena y se va. Parecen apurados.
Julio, en tanto, se rasca la guata mientras observa el mar.

El hombre que murió dos veces

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José Jofré murió por segunda vez, pero ahora de verdad. El señor que fue vocalista de Los Fénix, grupo musical que hizo furor en los años 60 en Chuquicamata, falleció la mañana del domingo en su casa por efecto de un ataque cardiaco. Tenía 73 años, cinco hijos y cuatro nietos.
José Jofré que utilizaba el nombre artístico de Fernando Gutiérrez deja un conocido legado artístico y una increíble historia que lo tuvo muerto por 45 años producto de  un error del registro civil.
Lamentablemente las negligencias marcaron la vida de Jofré. La manera como se dio su fallecimiento cabe en la aseveración. Hugo Navarro, representante de Los Fénix, dice, en medio del funeral, que el cantante no recibió una oportuna atención en el consultorio Juan Pablo Segundo.
El señor salió del consultorio a las 10.30 horas y a las 11.25 horas falleció en su casa.
Las canciones de los Fénix acompañan el cortejo. La mayoría son cercanos al cantante; va su viuda, familia y amigos. Hugo Navarro, con la pera pegada al pecho, dice que Jofré tuvo una de las mejores voces de su generación. El hombre en su época dorada popularizó la canción “Regreso a la casita de madera”.  Hugo Navarro dice que en esa canción se puede escuchar el virtuosismo vocal de su amigo. Los Fénix animaban los “malones” del Club Obrero de Chuquicamata. En la despedida se escucha el clásico el “vuelo del moscardón”.
Hay contrariedad en la familia. No quedaron tranquilos pues si Jofré habría recibido atención oportuna, toda esta ceremonia sería una pesadilla.

problema nervioso
Navarro, en voz baja, resume los hechos.
Domingo, cerca de las 10 horas. Jofré va con un agudo dolor en el pecho y en el brazo izquierdo al consultorio Juan Pablo Segundo, ubicado cerca de su casa.  Personal médico lo revisa y le dice que se trata de un problema nervioso; algo así como un estrés y le recomienda que no se pase rollos.
Navarro hace un pausa y continúa.
No le hacen ningún tipo de exámenes ni siquiera lo envían al hospital. Por el contrario lo dirigen a su casa.
Ya en la casa, Jofré se acuesta. El dolor sigue y se torna más intenso. Luego comienza a roncar; lo extraño es que habla en los ronquidos. El cantante sabe lo que viene. Le dice a su señora,  Lila, que cuide a sus hijos y nietos. Balbucea que no aguantará más.
Cierra los ojos; comienza a respirar más fuerte.
 A las 11.25  horas, Jofré fallece. De inmediato se avisa al consultorio. Los intentos por revivirlo son infructuosos.
En medio de la congoja, surge la indignación y los reclamos de la familia contra el consultorio. Las explicaciones no dejan conforme a nadie.
 Después de ubicar un ramo de flores, Navarro reflexiona: “es triste que los chilenos se mueran de esta manera. Ellos (consultorio) debieron hacer un examen pues no son adivinos para estar suponiendo que fue un problema nervioso”.
 Dice que la familia encaró al médico de turno en el consultorio;   “éste era muy joven y creemos debía estar acompañado por alguien con más experiencia. Quizás una atención oportuna lo podría haber salvado, pero así es la salud pública”, dice resignado Navarro.

45 años muerto
La vida de Jofré estuvo marcada por los 45 años en que no existió. El artista nació en 1940 y murió en 1965; así de simple. Luego resucitó como Lázaro en 2005. Ahora murió como corresponde, afirma su amigo, mientras observa el cielo.
Según Navarro, el problema tuvo su origen cuando su primera esposa lo dio por desaparecido con una consecuente muerte presunta, tras su separación a comienzos de la década de los 60.
El propósito de la mujer con esta acción, era casarse dos veces. Al final ella se transformó en una bígama.
 Antes de decretarse su muerte presunta, Jofré ingresó a Carabineros donde estuvo cinco años en servicio.
La muerte oficial quedó al descubierto el 2000 cuando Jofré intenta renovar sus documentos. Navarro dice que la sorprendente situación le produjo tres infartos, por lo que debió ser operado al corazón ese mismo año.
Jofré, a la vez, padecía una extraña enfermedad que le significó la extirpación de sus dedos por accidentes vasculares. Al final sólo le quedó el dedo pulgar de su mano derecha. Era como si el cuerpo se le estuviera yendo, dice su amigo.
La débil salud del músico de “Los Fénix”  y la carencia de dinero para tratarse, provocaron la compasión de Navarro. Dice que él lo ayudó para desarrollar una serie de trámites con el fin de regresarlo a la normalidad; a esto se sumaron campañas de recolección de fondos para palear sus tratamientos. “Cuando salió en los medios, el caso despertó interés. Se acercaron políticos que a la postre no apoyaron. El único que ayudó fue el senador Carlos Cantero”, afirma.
Una vez normalizada su situación vivió con una pensión de 75 mil pesos; siempre con el lastre de las enfermedades.
 Navarro valora que su amigo conservaba la voz que lo hizo conocido. “Era impresionante escucharlo. A veces uno no se explica cómo un hombre enfermo podía cantar de esa manera. Hay que estar en ese lugar para saber su calidad”.
 La última amputación  que sufrió Jofré fue a su pierna. Le cortaron 25 centímetros.
A pesar de todo, el cantante disfrutaba que lo recordaran por los Fénix. Su mujer vendía sus discos en la Feria Las Pulgas.  Después de tantas vueltas, esta vez fue el sistema de salud el que no quiso resucitar al cantante.      

El vuelo del mosquito

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Desde el desierto su avión parece un mosquito. Es un avión ultraligero como de manual de la revista Mecánica Popular. Frágil, pero difícil de botar. Un mosquito odioso para Vladimiro Montesinos, el mismo zar peruano de la inteligencia.
Haroldo Horta es un corresponsal de guerra retirado. Hoy, fotografía desde el aire los alrededores de San Pedro de Atacama. Fue reportero gráfico para una agencia alemana. Exiliado político. Vivió las guerrillas en Centroamérica. Estuvo preso. Fotografió los crímenes de los narcos en el Medellín de Pablo Escobar y como guinda de la torta: retrató desde el aire y burlando a todo el aparato de seguridad, la embajada japonesa en Lima, secuestrada por el MRTA.
Enemigo de Montesinos
“El año 2000 llegué a Chile, desde Perú huyendo de un atentado que Vladimiro Montesinos ordenó en mi contra. Un helicóptero de la policía de Lima me había derribado tres veces en una persecuciónholliwoodesca sin precedentes. Yo iba en mi avión ligero. Volé entre los edificios mientras el helicóptero me perseguía hasta ponerse encima.
Fue en represalia por el vuelo sobre la Embajada de Japón.
Había agotado la paciencia de Montesinos, luego de realizar un vuelo nocturno sobre el Estadio Nacional de Lima con una propaganda alusiva a un político opositor al régimen.
El helicóptero tres veces logró ponerse sobre mi frágil paracaídas, logrando que se colapsara totalmente.
Cuando por fin logré aterrizar y ponerme a salvo, la decisión de salir de Perú fue irrevocable. Esa misma noche desarme mi ultraligero y en la maletera de un bus internacional salí de Perú”.
Balas nicaragüenses
“Inicié mi trabajo como corresponsal en Nicaragua durante la guerra de liberación contra el Anastasio Somoza en 1978. Durante un combate en el frente Sur Benjamín Zeledón, fui herido y capturado. Permanecí en prisión hasta el triunfo de la revolución Sandinista, el 19 de julio de 1979.
Me motivaba la ilusión que por medio de la fotografía, podría sensibilizar a la gente sobre la guerra y sus terribles consecuencias. Así, ejercí hasta 1993 como corresponsal para toda América Latina de la agencia Alemana Zeitenspiegel (Espejo del tiempo). Renuncié después de una experiencia particularmente cruel en Colombia.
En Medellín se libraba una guerra propia entre la Policía y el Narcotráfico, día a día era asesinado un policía.
Llegué un día 22, una ciudad sin pacos, créanme que es cosa seria, la delincuencia se había apoderado de la ciudad. Los policías estaban aterrados, salían a las calles en grupos de 20 cubriéndose las espaldas. Cada día uno de ellos dejaba de existir.
Algo ocurrió que lo cambió todo. A la salida de una iglesia, 13 niños fueron masacrados. Las imágenes eran desgarradoras, pero lo que vino después terminó con mi carrera y mi cordura para siempre”.
Sobrevolando Chile
“En Chile me costó mucho reinsertarme. Por meses ofrecí mis servicios para publicidad sin éxito, hasta que Dominique Verhasselt, francés –residente en Chile hace muchos años– y dueño de la editorial Kactus me dio la oportunidad de demostrar las ventajas de mi sistema. Era más barato y podía fotografiar las iglesias de Chiloé desde el aire, fotos que requerían para publicar un libro del cual ya todas las fotos de tierra estaban tomadas y el visión que mis fotos podrían enriquecer drásticamente el contenido de su edición.
El libro Chiloé. Un Legado Universal, tuvo un costo altísimo, la pérdida total de mi ultraligero y todo mi equipo fotográfico, pero afortunadamente el accidente ocurrió después de 38 horas de vuelo, más de 50 rollos de película ya habían sido enviados y Dominique estaba satisfecho y el libro se editó con un magnifico prólogo de Francisco Coloane.
Durante años trabajé sin que se me hiciera un contrato y confiando en la palabra del que creía un hombre de palabra, cuando sufrí el accidente en Chiloé él financió mi viaje a Estados Unidos y pagó los equipos de reposición, los cuales fueron descontados en la medida que fui engordando su colección de libros, contó con mi participación en 12 títulos en los 5 años que trabajé para él.
Durante esos años recorrí el país de norte a sur completo, desde Arica hasta la Antártica, Isla de Pascua y muchos sitios maravillosos de Chile.
Lamentablemente la codicia pudo más. Hace unos años me despidió y desconoció todos los acuerdos que teníamos. Naturalmente que legalmente no tengo ninguna posibilidad y él ganó como era de esperar
Durante los años que recorrí Chile, vine al norte y me enamoré del desierto, así que una vez que pude reflotar mi aeronave volví con la idea de hacer mi primer libro independiente”.
Niños sacrificados
“Estando en el velatorio de los niños, un familiar se acercó y me entregó una declaración firmada por todos ellos, en esta acusaban del alevoso asesinato a la policía de Medellín.
Mi reacción fue negarme a creer semejante atrocidad. “No puedo creer que ningún policía en el mundo, sea del régimen que sea, pueda hacer algo tan cobarde y detestable”, dije. La respuesta de la madre de una de las victimas fue: golpearme la espalda a la vez que iba diciéndome: “Ustedes los extranjeros, jamás entenderán la violencia en Colombia”.
Le pedí a gritos que me explicara y lo hizo de esta forma:
“En Colombia se mata y se muere a diario, existe un sistema de mensajes del terror, y éste era bien claro: ustedes siguen matando policías y nosotros mataremos a vuestros hijos”.
Es posible que alguno de estos niños haya sido hijo o hija de algún narcotraficante, quizás no. Fueron ángeles sacrificados para parar una guerra.
Ese día supe que mi carrera había llegado a su fin. No estaba sicológicamente capacitado para seguir sacando mi escudo contra las emociones. Lloré en el entierro de los ángeles y debí ser asistido por los familiares como si uno de esos niños hubiese sido uno de mis tres hijos.
Creo que por más que pase el tiempo, mi herida jamás dejará de sangrar. Lo peor de todo, ha sido constatar que el mensaje fue recibido y causó el efecto esperado por los esbirros. La guerra en Medellín… terminó”.
Vivir es un riesgo
“El miedo siempre ha estado omnipresente en mi vida y he tenido que aprender a vivir con él, como un compañero no deseado, seguramente de no haber existido habría sido un temerario.
Durante mi vida como corresponsal de guerra y los años que vivimos bajo la amenaza constante de ser invadidos por los gringos (no lo hicieron sólo porque éramos muy pobres, de haber tenido petróleo Nicaragua…) aprendí que no tenemos más opciones que vivir lo que nos corresponde a cada uno.
Me refiero a que hay que hacer lo que te dicte tu conciencia y atreverte muchas veces a pesar de los peligros, sin medir los riesgos, de lo contrario no haríamos nada, ya que vivir es un riesgo constante”
La soledad del vuelo
“Cuando vuelo siento ansiedad y un poco de miedo hasta que no estás despegado y compruebas que todo está bien.
Luego siento un tremendo placer por estar nuevamente en el aire.
Agradecimiento infinito a Dios por haberme permitido una vez más dejar la tierra.
Contemplar desde las alturas el desierto me produce una mezcla de sensaciones en el plano emocional, la más fuerte es la sensación de fragilidad e insignificancia de nuestro Ser, frente a la magnificencia de la naturaleza.
Físicamente, por lo general; frió, mucho frío, a pesar de que vuelo muy abrigado, el tiempo de exposición al viento y la altura hacen que las bajas temperaturas sean un enemigo de temer.
Tristeza es la última de la emociones que irrumpe con fuerza y es cuando se que debo aterrizar”.
El asalto a la embajada
“Durante meses esperamos un desenlace en la embajada de Japón en Lima. Ya todos habíamos bajado la guardia, la estrategia funcionó. El factor sorpresa fue total. Estaba almorzando en un café en Miraflores, cuando vimos las imágenes por la Televisión. No era Beirut, era la casa del embajador de Japón y el ataque había comenzado. Salí corriendo con el mozo detrás mío para que le pagara la cuenta, detuve un taxi y me dirigí hasta un terreno industrial de un amigo en Barranco, un barrio cercano, para recoger mi equipo de vuelo. Mientras nos desplazábamos fui haciendo llamados desde mi celular al diario El Comercio de Lima y coordinamos que sería asistido por un colega que me llevaría película al lugar del despegue.
Primer contratiempo: Mi camioneta estaba en el taller, debí conseguir un vehículo que me llevara hasta el sitio del despegue. Debía tener un coco de los que se usan para tirar acoplados. Algo que resultó bastante difícil de encontrar, en la inmediatez que exigía la noticia: 15 minutos
Segundo contratiempo: No tenía combustible, debimos detenernos en una estación de servicio y cargar: 7 minutos.
Tercer contratiempo: La batería de mi celular se descargó y quedé sin comunicación con el periódico.
Por fin llegamos al lugar donde finalmente despegué. Frente al parque Gandhi en San Isidro, a 7 minutos de vuelo del lugar donde estaban ocurriendo los hechos. Esperé unos minutos más por mi enlace del periódico y al comprobar que los combates aún continuaban decidí despegar.
En pocos minutos me encontraba sobre el recinto diplomático, una columna de huno negro se podía apreciar que subía hasta mi altura de vuelo y debía evitarla en cada vuelta para no aspirar dichos gases. El fuego y desplazamientos de militares se podían apreciar claramente.
No podía oír las órdenes que desde un megáfono los policías intentaban darme para que me retirara del área. El ruido del motor hacía imposible que esto sucediera. Además tampoco podía corregir a un colega de radio que transmitía a todo Perú: “Mal momento escogió este parapentista para venir a hacer publicidad”. En la cúpula de mi paracaídas estaba estampado el slogan de una conocida marca de cigarrillos. Bueno ese era mi trabajo, sólo que ese no era ni el lugar ni el momento.
Tuve que ser en extremo cuidadoso con las 15 tomas que tenía en la cámara, al no llegar mi enlace desde el periódico, debí trabajar con lo que quedaba en la cámara.
Terminadas mis 15 tomas, retorné por dónde vine y aterricé en el mismo lugar de dónde había partido.
Mi amigo Paulo Freire se encargó de llevarla raudamente al periódico.
Guarde mi equipo y un amigo, José Rosas, se ofreció gentilmente a remolcarme, cuando nos deslazábamos en dirección a Barranco fuimos interceptados por varias patrullas militares las cuales nos detuvieron e incomunicaron. Nuestras casas fueron allanadas y fuimos interrogados separadamente hasta altas horas de la madrugada.
Mientras tanto las fotos llegaron al periódico, fueron reveladas, de inmediato el editor las puso en la red y viajaron para el mundo entero. Los servicios de seguridad tuvieron acceso al material. Por fortuna mía, en ninguna de ellas se podía ver a algún miembro del ejército Peruano ultimando a los miembros del MRTA que fueron asesinados cautivos. De haber llegado, tal vez, unos minutos antes mi suerte pudo haber sido la misma que corrieron los jóvenes del MRTA.
Se compara mi vuelo con el realizado por el piloto alemán que aterrizó en la plaza de Moscú, la verdad es que, a parte del minuto de fama que esta acción representó para mí, son más los sinsabores y las pérdidas materiales las que esta acción hasta hoy me han traído.
En todo caso no me arrepiento, y creo que si volviera a vivir haría lo mismo, sólo que esta vez procuraría tener unos cuantos rollos más”.

Espejos de arena y sal
“He tenido la dicha de poder volar en otras latitudes, principalmente de América Latina y sin duda este lugar de cuidado.
Volar en un desierto es un tema que requiere mucha disciplina y precauciones. El desierto, que es una gran extensión de tierra comienza a calentarse desde que sale el sol y pocas horas después, de la tierra se desprenden las llamadas corrientes “térmicas” que no son más que remolinos de aire ascendentes que pueden llegar a ser peligrosas para nuestra frágil aeronave. Es por esto, que debes estar muy atento a las condiciones locales y generales meteorológicas. Por lo general no volamos más allá de las 11 p.m. La altura es otro tema que debemos tener muy en cuenta, ya que por cada 1000 metros la temperatura desciende 3 grados y la potencia del motor se ve seriamente disminuida”.
Habitante del cielo
“Soy padre de tres hijos. Sembré más de un árbol, creo que escribir un libro y terminar mi proyecto en el desierto de Atacama pueden ser mis próximos objetivos.
Pronto cumpliré 50 años, amo la fotografía y volar es la última cosa que espero estar haciendo cuando la llegue el momento de vuelo final”.

La Lucha: la historia de un buzo profesional homosexual

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En medio de la flacidez del océano, con el bote cargado, ya de vuelta, queda un momento para el relajo. Puede ser el cambio de temperatura después de regresar a la superficie el que provoca el efecto o quizás la sensación de regocijo por la tarea cumplida.  Lo que sucede arriba no sale de ahí, dice con el rostro sonriente, Luis Fernando Torres Hidalgo, conocido como la Lucha,  49 años, el único buzo homosexual con matrícula de Chile -repite lento la frase, remarcando las sílabas-.
A veces, agrega, no hay necesidad de moverse, pues el pausado vaivén del bote genera las condiciones, la necesaria estabilidad. La Lucha, con la voz más gruesa, evoca a Pinilla y dice que un caballero no tiene memoria.
 A pesar de todo, el amor le ha sido esquivo. Por ahora nuestro amigo sigue buscando.
Son alrededor de las 10 horas de un día de semana. Puede decirse que la Lucha es una líder vecinal en la caleta Constitución, ubicada a 40 kilómetros al noroeste de Antofagasta, habitada por alrededor de 70 familias dedicadas a la recolección de algas y la pesca. Con 19 años en el lugar; su voz es respetada. La hallamos en medio de una discusión entre los vecinos por un problema doméstico. Nos invita a pasar a la casa de un pariente.
La casa es amplia y mantiene características de fonda. Hay un living, una barra, espacio para bailar y una radio con parlantes que chisporrotean luces como platillo volador.
Lucha le da un sorbo a una taza con vino como si fuera té, y luego reconoce con entusiasmo que esperaba contar su historia. Dice que hace más de 10 años le contó su vida a unos alemanes que grababan un documental sobre exóticos homosexuales. Lo registraron buceando como un chungungo y luego medio desnudo. Abre los ojos y dice que los alemanes quedaron impresionados con su cuerpo fibroso. Exhibe un bíceps. La pelota bajo la piel demuestra que a pesar del desgaste mantiene su físico. El trabajo y la comida que nos regala el mar, alardea. “Las mujeres dicen que soy una pérdida”, agrega.
El video alemán ha sido su única experiencia con los medios. Sentado en el vértice de la mesa cubierta por un hule rojizo, la Lucha se imagina dentro del rectángulo de un televisor. “Quizás me vieron en Holanda, España; no sé dónde”, pone el codo en la mesa y  afirma la cabeza con el puño.
Bebe otro sorbo de vino y enciende la radio. Admite que  le gusta todo tipo de música.
-Soy la reina del baile de aquí- vocifera buscando complicidad con un par de mujeres que le siguen dando vuelta al problema de la irrupción de gente atraída por el auge del alga.  Las mujeres ni lo miran.
La Lucha cuenta que su afición por el baile, lo llevó a danzar en un circo de transformistas que pasó por Antofagasta. “Fue una experiencia breve, pero intensa”.
Si quieren saber más de mi, acompáñenme. Al ver que caminamos con ella, los vecinos que antes reclamaban ahora ríen. La Lucha, alegre, dice que tiene para todos los gustos.

Mal de amores
Luis Fernando, de rostro macerado por el sol y el agua salada, es hijo de un pescador de Antofagasta conocido como el pejesapo chico. Vivió su infancia en la población José Miguel Carrera de esa ciudad. Nunca estudió, pero aprendió a leer, escribir y algo de matemáticas; así que no le pasan gato por liebre. Mientras caminamos por una piedras en dirección a una poza donde hay pulpos, recuerda que se transformó en homosexual por el abuso que recibió de un pariente cuando tenía un poco más de nueve años. Una vez que alcanzó su adolescencia ya tenía clara su opción. “Alguna vez estuve con una chica y no me gustó; al final me formaron el gusto por los hombres”, dice gesticulando.
Confiesa que ahora no tiene pareja. Su último amor fue un personaje conocido como el chico Eliseo, con quien vivió 7 años. La Lucha recuerda: “Nos peleábamos por celos, era patético. Todos se enteraban. El trago nos complicaba”.
Luis Fernando reconoce que es alcohólico. Bebe al desayuno y por la tarde; en medio come. Dice que el contexto idílico de la caleta de algún modo lo contiene. La otra excepción es cuando sale al mar para sumergirse; ahí debe estar con los cinco sentidos.
En la ciudad era distinto. Se perdía bebiendo en la población; a veces terminaba mal. La tentación de la droga estaba a la vuelta de la esquina. En consecuencia dice que se trajo a unos sobrinos que como él estaban en riesgo.
En Caleta Constitución sus sobrinos, que ahora bordean los 20 años, no estudiaron; sin embargo aprendieron a ganarse la vida a través de la pesca o el alga.

pies de chango
 Con ambos pies en el agua, explica que la existencia de estrellas de mar son indicios que tras las piedras, en pequeñas cuevas, viven pulpos. El mar está alterado por efecto de la marejada. Luego Luis Fernando regresa a una roca más segura, mira al horizonte y dice con la voz ronca que la caleta ofrece una vida incomparable. Sobre una piedra levanta una de sus piernas para que le veamos la planta de los pies. La Lucha cuenta que no utiliza calzados desde hace 10 años, pues aquí no son necesarios. La piel de las plantas de sus gruesos pies parece lija.  Puro callo. Luego se saca la camiseta para recoger algas.
Enumera que es un lugar tranquilo; que todos se conocen; que se puede vivir del mar; que se puede trabajar a cualquier hora y que ahora están pagando demasiado bien por el alga y eso atrae afuerinos.
El sueño de la Lucha es abrir un restorán pues en caleta Constitución, no hay donde comerse una empanada de queso-loco, por ejemplo. Recuerda que cuando los milicos hacían campaña por ahí cerca, hace más de cinco años, el preparaba 200 empanadas de mariscos y las vendía todas. Sin embargo lástima le provocaban los pelados, dice, pues como todos en la isla era testigos de los aporreos.
Se reconoce con un talento especial para la comida. Su especialidad es el sudado de cabinza en envase de vino blanco tetra brick. Preparación: cortar la cabinza en trozos. Sacarle las espinas. Luego calentar a fuego lento el pescado en la caja con el vino blanco,  perejil, ajo, pimienta, cebolla y tomate.  Una vez listo, para dentro. La idea es sudar.
La Lucha regresa a la poza del pulpo esta vez con un fierro. Mete el fierro y extrae al octópodo. Empanaditas pulpo-queso, dice sobándose la guata.

Foto: Sebastián Rojas.
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